«No desdeñes las pasiones vulgares» (Francisco Brines)
Viernes, 17. Durante este ya largo encierro he grabado un video de felicitación para una amiga, he tomado el aperitivo delante de esta pantalla con varias personas a la vez o individualmente con otras, familiares y amigos, he leído un fragmento del capítulo IV del Quijote («De lo que le sucedió a nuestro caballero cuando salió de la venta») para participar en una lectura colectiva programada para el Día del Libro y he compartido un poema para una cadena que habrá vinculado a un buen número de personas desconocidas entre sí. También me grabé leyendo, casi al principio de nuestro confinamiento, un poema de Antonio Machado y me han pedido que envíe un mensaje de voz para los chicos de un instituto que participan en un programa de radio en Mérida. Soy uno más, pues, entre los que han añadido a su quehacer diario algo distinto. Aunque si me paro a pensar en ello —y lo hago con frecuencia en estas horas—, tampoco es tan diferente de lo que hacía antes. Sentarme, por ejemplo, con una compañera y un compañero en un despacho para grabar un mensaje de felicitación dirigido a un amigo al que luego gustosamente acompañamos en su fiesta sorpresa de cumpleaños, enviar un texto que me pidieron para apoyar una iniciativa cultural, recomendar un libro, decir que sí a un encargo, firmar un manifiesto, leer los poemas o los cuentos que alguien me mandó, despachar la correspondencia, dar clases, orientar a un alumno preocupado por su situación administrativa en sus estudios de Doctorado, atender a una periodista que me grabó unas palabras para la radio local, autorretratarme para enviar la fotografía de la orla de los que se graduarán —no me cabe la menor duda— este curso… Y tampoco hace falta estar fuera de casa para responder a una carta en la que alguien pide ayuda y uno responde, inerme y desolado por dentro; pero muy firme como emisario que no tienes que preocuparte, que todo va a salir bien, amiga mía, que hay un poeta que algo he leído durante todos estos años que escribió que tienes que saber lo que la vida vale, «y esa sabiduría hace tiempo que es tuya». La vida. Es una sola. «Y agradece a la vida esos errores», decía.
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