jueves, enero 25, 2024

La forja de la palabra

En la complicada mañana del pasado viernes en Badajoz, por lo mucho que llovió, visité en el Centro de Estudios Extremeños (CEEX) la exposición La forja de la palabra, que conmemora el centenario del nacimiento del poeta y escultor Luis Álvarez Lencero (1923-1983), y que, inaugurada el pasado 12 de diciembre, estará hasta el primero de marzo de 2024. Sin lugar a duda, es su sitio, pues el CEEX acoge desde su adquisición en 1999 el archivo personal y artístico de Álvarez Lencero, que, en los últimos años desde 2021, se ha incrementado por la donación de la familia del pintor Juan Manuel Tena Benítez, amigo del escritor, de poemas, cartas, fotografías, documentos personales, libros y revistas, que completan aspectos ahora más conocidos de su vida y de su obra, como el expediente de censura del libro Juan Pueblo (1971), cuyo pliego de cargos puede verse en la muestra, y que estudió Moisés Cayetano Rosado en su artículo «Expediente sancionador contra Luis Álvarez Lencero por su Juan Pueblo», publicado en la Revista de Estudios Extremeños (LXXVII, 1, 2021, págs. 137-167), y ampliado en el capítulo «Juan Pueblo, la marca del poeta Luis Álvarez Lencero» (págs. 411-452) del libro por él coordinado Luis Álvarez Lencero. Centenario de un recio forjador de la poesía (Badajoz, Fundación CB, 2023). Este libro, junto con el catálogo de esta exposición, es el hecho editorial más importante que ha dado este centenario de uno de los escritores extremeños más destacados de la segunda mitad del siglo XX, junto a Jesús Delgado Valhondo y Manuel Pacheco, muy presentes también en todo lo relacionado con el autor de Poemas para hablar con Dios (1982). Tuve el privilegio el viernes de tener como guía a Sara Espina Hidalgo, directora del Centro de Estudios Extremeños, que introduce doblemente el catálogo con un texto, «La forja de la palabra», que explica el significado que ha querido darse al argumento del conjunto, y con otro más presentativo («El legado de Luis Álvarez Lencero») firmado con Mª Teresa Rodríguez Prieto, directora del Museo de Bellas Artes de Badajoz (MUBA), en el que dan cuenta de las aportaciones del centro y del MUBA para conservar la obra del artista. Una de las piezas que alberga ese museo, la máscara «El profeta», de 1970, es la que sirve de imagen principal en la cubierta del catálogo y en el cartel, y hace las veces de gozne en la sala expositiva entre las palabras y las formas, entre la obra literaria y la obra plástica, que dan el retrato creativo completo de Lencero. Los tres comisarios de la exposición, Moisés Bazán de Huerta, Román Hernández Nieves y Francisco López-Arza Moreno, sostienen la base del catálogo como estudio aproximativo. El último firma con su hijo Francisco López-Arza García-Mora, descollante filólogo en ciernes, un trabajo —«En el principio fue la palabra...»— sobre la trayectoria literaria de Álvarez Lencero, que todavía sigue careciendo de una digna y rigurosa obra poética completa. Los otros tratan sobre «Los dibujos de Lencero. La creación de un universo personal», el de Moisés Bazán, y el de Román Hernández Nieves sobre la obra escultórica en «El maestro del hierro sin taller». La mala suerte de Lencero en cuanto a su proyección editorial la palía este catálogo bien elaborado y diseñado por David Fernández Fernández, que se cierra con una cronología que hace las veces también de pie colectivo para las numerosas ilustraciones incluidas en el volumen. Su lectura queda ahora como el mejor modo de revisitar tan estimulante muestra. 



jueves, enero 18, 2024

Los encartelados

En la primavera de 1968 se publicó en París la novela anónima Los encartelados. Novela programa, en cuyas primeras páginas el personaje de Eusebio Martín, tipógrafo de cuarenta y nueve años, salía el domingo 20 de octubre de ese año a la calle principal de Villacorte, capital de Trujiberia, que celebraba en aquellos días el trigésimo aniversario de la proclamación del Mariscal Tranco como Jefe del Gobierno, con un cartel que decía: «EN NOMBRE DEL 71% DE LOS TRUJÍBEROS PIDO RESPETUOSAMENTE AL MARISCAL TRANCO, SALVADOR DE LA PATRIA, QUE CONVOQUE ELECCIONES LIBRES A LA JEFATURA DEL ESTADO». La novela llevaba la nota siguiente: «Esta novela es un programa. El autor, que por razones evidentes oculta provisionalmente su nombre, se propone iniciar en persona la ejecución del primer capítulo el 20 de octubre de 1968, confiando en que otros tomarán a su cargo la ejecución de los restantes. G. A.» Efectivamente, ese día, el licenciado en Derecho y traductor de la UNESCO, Gonzalo Arias, residente en París, que había introducido en España unos tres mil ejemplares de la novela de forma clandestina, salió a andar desde la calle Princesa de Madrid en dirección a la Plaza de España con dos carteles prendidos en pecho y espalda con el siguiente texto: «EN NOMBRE DEL PUEBLO ESPAÑOL (DESEOSO DE SEGUIR EL EJEMPLO CÍVICO DE LOS GUINEANOS) PIDO RESPETUOSAMENTE QUE SE CONVOQUEN ELECCIONES LIBRES A LA JEFATURA DEL ESTADO». A los diez minutos fue interceptado por la policía, y llevado detenido a la Dirección General de Seguridad. Tras varias semanas privado de libertad, fue juzgado por el Tribunal de Orden Público el doce de febrero de 1969 y sentenciado a siete meses de prisión menor y multa de diez mil pesetas. Los encartelados se reeditó en Francia, ya con el nombre de su autor en la portada, en la editorial Ruedo Ibérico en 1971, con un apéndice documental con la referida sentencia, cartas de Arias y otros textos sobre aquellas circunstancias y el movimiento de la no-violencia y la objeción de conciencia. Hace unos meses, en octubre de 2023, después de cincuenta y cinco años desde la primera edición, la novela de Gonzalo Arias se publicó por primera vez en España: Gonzalo Arias, Los encartelados. Novela programa. Edición de Bénédicte Vauthier. Valladolid, Ediciones Universidad de Valladolid (Col. Fractales, 5), 2023. Es una excepcional edición la de esta catedrática de Literatura Española y directora del Instituto de Lengua y Literatura Hispánicas de la Universidad de Berna, que ha escrito un luminoso y combativo estudio introductorio bajo el título «"Operación 'Encartelados'": performance estética y desobediencia civil en el tardofranquismo» (págs. 13-76), en el que sitúa las circunstancias de publicación de la novela, aporta datos biográficos de su autor, el vallisoletano Gonzalo Arias (1926-2008), y reconstruye la historia de los encartelados desde octubre de 1968 hasta agosto de 1971. Muy buena conocedora de la narrativa de Juan Goytisolo, Bénédicte Vauthier destaca al novelista barcelonés como uno de los primeros que llamó la atención sobre la novela de Arias en un artículo publicado a finales de 1971 —luego incluido en su volumen de ensayos Disidencias (Seix Barral, 1977)—, en el que consideró al autor de Los encartelados como un símbolo del escritor realmente comprometido, como «el único autor español que ha trasladado a la realidad, al mundo, el espacio de su escritura convirtiendo la calle en papel y el papel en calle» (pág. 161, de Disidencias). Bénédicte Vauthier hace suya esa reivindicación para situar la novela de Gonzalo Arias en «la historia del arte español comprometido con los valores democráticos» (pág. 64) y a su autor como uno de «los primeros representantes españoles de un movimiento noviolento de oposición ciudadana o cívica» (pág. 67). El texto no sobresale por sus valores literarios —las pretensiones de Arias, que escribió varios ensayos sobre la no-violencia, no eran las de un novelista—; pero su ausencia de las historias de la literatura se debe más a su declarada orientación política en un contexto que la autora del estudio relaciona con las movilizaciones ciudadanas de los indignados del 15-M y los postulados de autores que, como Isaac Rosa, se comprometen hoy con el lenguaje literario y con la política y reivindican la dimensión discursiva —en palabras de Vauthier— de la literatura como resistencia. Es de celebrar que contemos hoy con una edición tan completa, que incluye todos los materiales de la original en su «Apéndice documental», y que sitúa brillantemente aquella singular novela performativa en su contexto y en nuestro contexto, casi como un deseo de que ética y estética se unan en un mismo propósito declaradamente progresista y no violento.

lunes, enero 15, 2024

Héroes. Una comedia confinada

Podría decirse que, a la hora de la verdad escénica, Héroes necesitaba un subtítulo explicativo que diese al público una orientación sobre lo que iba a ver. Así, Una comedia confinada vendría a ser la credencial del texto hecho ya gesto en un escenario. El proceso se consumó el pasado viernes 12 en el Gran Teatro de Cáceres, con el patio de butacas y buena parte del anfiteatro llenos. En efecto, la condición del libreto como dramaturgia se confirmó en la fidelidad de lo que vimos con respecto a la pauta de la que partía; con un notorio subrayado del ingrediente cómico de la historia. Esta fue la clave que me permitió responder a una persona con la que me encontré luego y que no acudió al teatro porque no le movía ir a ver una obra que le recordara aquella situación que vivimos. Cierto, pero es diferente si te ríes, y creo que en eso pensó Isidro Timón al acentuar la comicidad de todo, por si acaso alguien se ponía intenso. Y funcionó. El público favorable a los trabajos de Maltravieso Teatro y a los intérpretes de Héroes se lo pasó bien y salió muy satisfecho con lo visto. Fue mi caso. Todo estreno es una prueba crucial de funcionamiento de la maquinaria que se ha estado probando con mucho sacrificio durante un tiempo. La primera representación siempre sirve para realizar ajustes que van aplicándose en subsiguientes funciones, si no son tan contadas como para que tanto afán no se concrete y sepa a poco. El estreno de Héroes pudo servir para afinar un ritmo al que no se le puede poner reparos, o para matizar las transiciones en las escenas, que alternan, jugando con la luz y con el sonido, dos acciones que sugieren la superposición, por ejemplo, de lo que hay y de lo que se anhela, y que permiten variedad, cortes reflexivos y algunos cambios de los pocos elementos del decorado, propósitos, entre otros, que se lograron el viernes. También esa función puso de manifiesto el mérito de un elenco extremeño y conocido: la experimentada Ana Trinidad (Abuela), Carola Veidhlin (Hija), la más joven y menos vista ahí arriba, y Rubén Lanchazo (Hombre) y Amelia David (Mujer), habituales fundamentos de la compañía. Los cuatro, creo, acusaron la tensión de una primera representación que podrá servir para regular la frecuencia con la que latió su músculo interpretativo, por debajo del punto en los tres primeros y por encima en Amelia David. Al trío de la madre, la nieta y el yerno le faltó una velocidad para soltarse y redondear su resignado frente común por culpa de «una mujer amargada que amarga la vida de todos los que tiene alrededor […] enganchada al alcohol» —del dramatis personae—; y a este papel le convendría levantar el pie del acelerador para no caer en la sobreactuación en algunos momentos de su progresiva melopea, innecesaria para conseguir su retrato preciso sin perder lo cómico, que Amelia David logra sobradamente con una gestualidad más contenida. Quizá todo sea por evitar generar en el espectador un recuerdo amargo de un hecho trágico, y que salga del teatro con la sonrisa en el rostro; por soslayar —no renunciar— la carga moral del juicio sobre determinados comportamientos. Un lance bien expresivo de esta intención fue la imitación —que está en el texto— que hace la Abuela del archifamoso Fernando Simón —aquí Ana Trinidad alcanzó su fuerza— y que, a pesar de ser uno de los momentos en los que suena la carcajada, se potencia todavía más y con mucho acierto con la grabación de la voz real de un personaje que todos tenemos grabado en la memoria. Por insistir, pues, en lo de «comedia confinada». En fin, sigue ganándome esta manera de tomar un texto, levantarlo y ponerlo en pie ante el público con todos los recursos que convergen en el hecho teatral, y más me gana cuando quienes lo hacen con tanta entrega y honestidad son tan cercanos y tan auténticos. 

jueves, enero 11, 2024

Héroes

Tendemos a considerar que la dramaturgia es la concepción escénica de un texto teatral. Sin embargo, sería más preciso tomarla como la realización en escena de cualquier texto, tenga o no tenga los supuestos constituyentes genéricos de lo teatral. Es fácil pensar en grandes creaciones dramáticas sobre un texto de prosa narrativa, por ejemplo; y nadie pondrá en duda el acierto de dramaturgias de éxito mundial como la de una novela gótica como El fantasma de la ópera o de éxito nacional como la de Cinco horas con Mario. Son casos, y otros muchos, de tanta fortuna como espectáculos que nos alejan impensadamente del género de las fuentes originales. Pensé en esto cuando leí Héroes, de Isidro Timón, el texto ganador en 2021 de la primera edición del Certamen Iberoamericano de Dramaturgia «Carlos Schwaderer» de Castuera, a la que concurrieron doscientas cincuenta y tres obras, y que puede leerse en un volumen junto al segundo premio, El instrumento determinado, del argentino Miguel Kot, publicado en 2022 por el Ayuntamiento de Castuera y la Delegación de Cultura y Deportes de la Diputación Provincial de Badajoz. Doy las referencias precisas por subrayar el punto de partida textual sobre el que se levanta una puesta en escena. En su momento, por imperativo de las bases de aquel premio, por los Talleres de Teatro del Ayuntamiento de Castuera en noviembre de 2021, y mañana, a cargo de la Compañía Maltravieso, en el Gran Teatro de Cáceres (20:30 hs.). Esta circunstancia explica que haya retomado ahora mi lectura de Héroes como un escrito pensado unívocamente para su materialización escénica. Es decir, una dramaturgia con una información por la que el lector conoce la propuesta del autor para la ejecución de su texto en un escenario, tanto en lo que se refiere a la caracterización de un personaje que tiene que encarnar una actriz —«La experiencia de la vida y, seguramente, los muchos palos que ha recibido de ella, hacen que tenga un gran sentido práctico», leemos sobre el personaje de Abuela en el Dramatis personae—, como en las indicaciones para un efecto de luz en escena —«Las caras de los personajes irán encendiéndose al hablar», de la primera acotación. El resultado es un ejercicio de creación medido, en el que sus componentes tienen una función concreta; por ejemplo, la configuración de una obra en diez escenas que alternan dos acciones, una imaginaria y  en carrusel de voces en un «espacio oscuro y sin dimensiones definidas» (escenas 1, 3, 5, 7 y 9) , y la otra real y lineal (escenas 2, 4, 6, 8 y 10), que se desarrolla en el salón de un piso pequeño en el que pasan el confinamiento de marzo de 2020 cuatro personajes: marido y mujer, la madre de esta y la hija de ambos. En la elección del asunto y de los caracteres se encuentra la seña de identidad de Isidro Timón cuando emprende la escritura de teatro. Aquí se ve en la relación entre un padre y una hija, o en la figura (ausente) del padre de él, o en la presencia del teatro dentro del teatro, no solo por las alusiones a Hamlet mezcladas con momentos de comicidad, sino por la situación de representación y exposición que se dio durante el confinamiento desde los balcones y terrazas —o pantallas— de tantos lugares parangonables con los de esta acción dramática que propicia la reflexión y estimula la autocrítica. Se pone el foco en una realidad todavía candente, en una experiencia compartida por tantos durante un estado de alarma que fue no hace tanto, y esa complicidad del lector con lo que dice el texto comienza por un título, Héroes, cuya épica no necesita explicación alguna. Ni siquiera cuando la veamos representada mañana. Me quedo por ahora con una experiencia de lectura por la que uno en Isidro Timón, nuevamente, al escritor que escribe en soledad con el director que encomienda su espíritu en sus actores. Veremos.

domingo, enero 07, 2024

«El puente», de Ángel Campos Pámpano

© Javier Fernández de Molina

No recordaba este hermoso poema de Ángel Campos Pámpano, solo publicado, que yo sepa, en un libro institucional que editó la Consejería de Obras Públicas y Transportes de la Junta de Extremadura en 1998 con el título de Construyendo futuro y bajo la coordinación de Luis Casero, autor de todas las fotografías. Deduzco fácilmente la fecha de publicación porque, tanto en el texto del presidente Rodríguez Ibarra como en el del consejero J. Javier Corominas que abren —inevitablemente— el volumen, se alude a los «quince años de autogobierno» y a los veinte de la Constitución Española; pero por ningún lado aparece la fecha y, para más inri, el Depósito Legal está mal, pues le faltan los últimos dígitos del año. El poema fue escrito por encargo de Luis Casero, que pidió a otros amigos, Carlos Lencero, Isidro Timón y Miguel Murillo, textos sobre el agua, la vivienda, y el transporte, respectivamente, que son, con los puentes, las secciones que se hermanaban con el tipo de infraestructura pública que, ad maiorem gloriam de la consejería, celebraban aquellas páginas. No recuerdo que Ángel me hablase de esta colaboración, y cuando preparó La vida de otro modo (Calambur Editorial, 2008), su poesía reunida, no se planteó recuperarlo, probablemente, por no haber estado integrado en ningún libro. La sobrecubierta de Construyendo futuro es una ilustración de Javier Fernández de Molina, quien tampoco aparece mencionado por ningún lado. Recupero el otro dibujo que del mismo autor llevó la trasera del forro. El libro, en fin, tiene descuidos y erratas, desde la página de créditos hasta los textos, incluido este poema, del que me he permitido corregir el «avesfrías» del segundo verso del cuarto tramo. Aunque el texto presenta rasgos muy reconocibles en la poesía de Ángel Campos, y el motivo del río y su paisaje de piedra resultan familiares, creo, como digo, que no se ha publicado desde entonces. Sí hay un eco posterior en uno de los tankas —el 10— de Por aprender del aire (2005), que reescribe el dístico final de «El puente»: «No haya reposo. / El vuelo es permanencia, / memoria ardida, // círculo calcinado, / canto, pasión de alas» (La vida de otro modo, pág. 392). Lo dejo aquí para el recuerdo y para el disfrute.

 

                EL PUENTE

 

 

            I

Un hombre que vive

la materia espesa

de los sueños,

caída ya la tarde,

sale de la ciudad.

 

Camina solo

hasta el puente

sin nadie.

Camina solo,

mineral,

ensombrecido.

 

Le es fácil deambular

a pie por sobre el agua.

 

 

            II

Le sorprende el paisaje

de metal y de agua,

el placer de la piedra

alzada sobre el río.

 

Asomado al pretil,

prolonga con un gesto

la práctica mortal

de abandonarse

sin más a la corriente.

 

Cierra los ojos,

y el mundo sigue ahí

cuando los abre.

 

            III

Con la mirada ciega, también libre,

que media entre dos mundos separados,

el hombre solo que aún sigue en silencio

sobre el pretil del puente

contempla ensimismado el horizonte.

 

En su mirada ciega, un círculo recuerda

el laberinto de un mandala:

hilos de colores se expanden

hasta el verdín de las piedras negras,

hasta la memoria de sangre

del agua vespertina.

 

            IV

Tenue viento de pájaros:

avefrías,

                    garcillas,

                                         cormoranes,

y en las márgenes

las manchas blancas de las fojas

junto a los tajamares,

aguas abajo...

 

El vuelo desde aquí es permanencia,

pasión de alas, ebriedad del salto.



© Herederas de Ángel Campos Pámpano

 

                                                                        

viernes, enero 05, 2024

Don Quijote con faldas

El Quijote Transnacional es un proyecto de investigación dirigido por Pedro Javier Pardo (Universidad de Salamanca), que edita y estudia las recreaciones narrativas de la novela de Cervantes en diferentes literaturas nacionales. Este verano incorporó al corpus de textos la traducción de la novela de Charlotte Lennox (1730-1804) The Female Quixote (1752), que hizo el extremeño Bernardo María de Calzada bajo el título Don Quijote con faldas o perjuicios morales de las disparatadas novelas (1808). Ese corpus constituye la Biblioteca del Quijote Transnacional, que ya componen títulos como El pastor extravagante (1627-1628), introducido por Tomás Gonzalo Santos, El paladín de Essex (c. 1694), por María Losada Friend, El don Quijote alemán (1753), editado por Alfredo Moro Martín o Don Quijote el Escolástico (1788-1789), en edición y estudio de Manuel Ambrosio Sánchez. Me introduje verdaderamente en sus contenidos gracias al reclamo que para mí supuso ver el título de la traducción de Bernardo María de Calzada, un autor que no me era ajeno. Este militar y traductor nacido en Almendralejo en 1751 me interesa desde 1987, cuando comencé a tomar algunas notas para ir preparando las páginas de uno de los tomos de una Historia de la literatura en Extremadura que no cuajó. La iba a publicar la Editora Regional de Extremadura; pero el proyecto, a pesar de que se llegaron a firmar contratos, quedó interrumpido. Eso no nos impidió a algunos seguir trabajando sobre autores extremeños, numerosos y significativos —de Faustino Arévalo a Bartolomé José Gallardo— en un período apasionante como la segunda mitad del siglo XVIII y la primera del siglo XIX. Cuando conocí a mi colega Ana Mª Freire (UNED) en Cádiz, en el cuarto encuentro De la Ilustración al Romanticismo que en abril de 1988 se dedicó a Carlos III por el bicentenario de su muerte, ella presentó una comunicación sobre «Un traductor del reinado de Carlos III: Bernardo de Calzada». Años después manejé la traducción de Calzada de la Vida de Federico II. Rey de Prusia (1788-1789) en un coloquio en Alemania dedicado al rey filósofo y los españoles (1999).  A Calzada me lo topé luego cuando trabajé sobre el Quijote en el siglo XVIII para un curso de verano —septiembre de 2005— al que me invitó la profesora Rosa Navarro, y allí estaba el Don Quijote con faldas. Ahora está muy dignamente editado en el atractivo portal de este interesante proyecto que, a juzgar por el saluda —o «Historia de un asterisco»— de su director, Pedro Javier Pardo, tuvo sus más y sus menos en su puesta en marcha. La novela de Lennox es uno de los testimonios de la preeminencia de la literatura inglesa en la tradición cervantina fuera de España, y tiene más valor histórico que la traducción de Calzada, que probablemente, cuando tradujo la obra desde una versión en francés de 1801, de Isaac-Mathieu Crommelin, no sabía qué estaba traduciendo, no sabía que la autora del texto era Charlotte Lennox. En cualquier caso, podemos leer la obra del español muy bien arropada por estudios sobre la autora inglesa (Cristina Garrigós, «Charlotte Lennox: ser escritora en el siglo XVIII, una empresa quijotesca»), sobre el traductor extremeño (José Montero Reguera, «Bernardo María de Calzada, memoria de un traductor ilustrado»), sobre la obra principal que se ofrece (Pedro Javier Pardo, «Don Quijote con faldas como paradigma del quijotismo femenino»), y otros aspectos de interés (en apéndices I y II, Catherine M. Jaffe, «Quijotes femeninos y traductores masculinos: Crommelin y Calzada, traductores de Lennox» y Alexia Dotras Bravo, «Análisis comparado de Don Quijote con faldas (1808) de Bernardo María de Calzada y The Female Quixote (1752) de Charlotte Lennox»). Un contenido amplio y riguroso, y con una apariencia en pantalla muy agradable, que permite además hacer cómodamente un recorrido hipertextual básico, dados los casos de consultar la bibliografía, abrir las notas o pasar de un nivel a otro en cualesquiera de los que conforman, y son muchos, los estratos del texto electrónico, desde los diferentes capítulos de la obra editada hasta los epígrafes que organizan los estudios incluidos.  

lunes, enero 01, 2024

Año Nuevo

Sin jactancia, creo que voy a seguir también este año que empieza hoy con la atávica costumbre de comprar todos los días un periódico en papel. Quizá hasta que la prensa escrita deje de publicarse así; y a pesar de que ahora mismo pueda leer todas las noticias de este primero de enero actualizadas en las versiones electrónicas de varias cabeceras y que mi ejemplar de El País de ayer siga sobre la mesa, disimulando su desfase con una página que tiene la programación televisiva de este lunes festivo. He leído por ahí que la reglamentación del trabajo en prensa que estipuló como días de descanso el viernes santo, el día de Navidad y el uno de enero es de comienzos de los años setenta, y me ha podido la curiosidad de buscar algún periódico antiguo del primer día del año. Lo curioso es que La Voz de Soria llevaba a la portada un saludo al «Nuevo Año» que valdría para hoy: «Cada momento, cada día, cada año, que se espera está cuajado de misterio; todo lo porvenir es una inquietante interrogación. […] El año pasado ha tenido su historia, todavía incompleta porque aun lo pasado guarda enigmáticos rincones, pero durante su vida han acontecido sucesos que llevarán como marca indeleble su fecha, el nombre del año. | Todo cielo [sic] astronómico, no por sí; sino por regular la marcha de los acontecimientos humanos, semeja una vida como la humana; nace, crece y muere, y durante su existencia ocurren hechos que le darán su personalidad, por eso hay años gloriosos en que nace algún genio, años memorables porque los hombres no pelearon entre sí o se abrazaron después de luchas cruentas, años de revoluciones —unas progresivas, regresivas otras—, años nefastos de guerras y pestes, y todos llevan a la Historia el fruto de los destinos humanos.|Hoy empieza un nuevo año […], qué sorpresas guardará para la Humanidad, para España, para la vida y felicidad de cada uno de los mortales...? | ¿Traerá guerras, nos traerá la paz, nos colmará de venturas o nos castigará con el dolor y la desgracia...? |No hay que ser pesimistas por sistema ni optimistas a todo trance.| Tengamos confianza en nosotros mismos, miremos siempre el porvenir y no lo fiemos todo a la suerte ni a una ciega fatalidad. La felicidad es obra de los hombres, amparados por Dios, los cuales han de ir a su encuentro con limpio corazón, repleto de amores y de ideales. | Sin puros amores, sin ideales elevados la felicidad ni retoña ni fructifica.|Cultivemos nuestras almas ideales y amores que la felicidad nos dará por añadidura.| Deseemos felicidad pero antes hemos de merecerla. | Los hombres como los pueblos no logran su perfección, su progreso, su felicidad sino a fuerza de puros anhelos y de sacrificios.| Que este nuevo año nos colme de ventura a todos; pero este deseo gratuito es preciso forjarlo a golpes de voluntad en el fuego de los puros ideales.» Valdría. Solo he omitido la frase «Ayer terminó el año 1923, hoy comienza el 1924» y la cifra después de «Hoy empieza un nuevo año». Que estas palabras tengan un siglo no rebajan la apetencia del estreno en un día como hoy, en el que, también sin jactancia, me he ejercitado en la tradición del Concierto de la Filarmónica de Viena desde la Sala Dorada del Musikverein bajo la batuta del director alemán Christian Thielemann. Un documental sobre Anton Bruckner (1824-1896) y su pieza «La Cuadrilla», incluida en el repertorio de esta mañana, han sido gestos para celebrar el bicentenario del nacimiento del compositor austríaco. Por cierto, que Martin Llade, siempre tan ocurrente, ha comparado el meandro de Schlögen en el Danubio con el del Melero en el Alagón de Cáceres y ha terminado su retransmisión con unas palabras de El diablo tras el jardín (Pre-Textos, 2021), del escritor Ginés S. Cutillas. ¡Viva Mozart!