lunes, junio 25, 2007

Calle Feria

Tiene este medio la virtud de todo cuaderno de notas en el que uno puede escribir casi lo que le venga en gana. No sé. Quiero decir que este medio se diferencia de otros, por ejemplo, en que aquí sí puedo escribir sobre algo que no he terminado de leer. No me siento comprometido con nadie, ni con la editorial que lo ha publicado y espera que escriba; ni con un periódico que me ha pedido un texto; ni con el autor. Tengo la libertad de escribir mis primeras impresiones sobre una novela de más de quinientas páginas de las que llevo leídas ciento y pico —las ciento y pico primeras, nótese; pues en estos tiempos con modos raros de lectura, parece necesario avisarlo. En fin, las virtudes del medio.
La calidad de lo que estoy leyendo tiene la culpa de que escriba aquí sobre esta novela aún sin terminar de leer. Por ahora, diré que me ha recordado —y es lógico— una calle, una novela y una carencia.
Empezaré por lo último, que es lo menos personal. Hace poco se lo leí a José Ramón Alonso de la Torre en un artículo de HOY, pero creo haberlo escuchado antes a Jaime Naranjo: que Cáceres no tiene novela, que está por escribir la novela de Cáceres. Es verdad, pero decirlo entraña el peligro de que alguien se ponga a escribirla —para ser el primero. Yo no sé si Calle Feria, de Tomás Sánchez Santiago, Premio de Novela Ciudad de Salamanca (Sevilla, Algaida Editores, 2007), es la novela de Zamora; pero no me importaría que la de Cáceres fuese como es esta deliciosa narración con una pequeña calle comercial en una pequeña ciudad de provincias.
Una calle. Por eso me acerca tanto esta novela a la calle Sevilla de Zafra, y mis vivencias de adolescente en algunas trastiendas y de mayor —ojalá con mayor frecuencia— en el serano —de mañana o de tarde— de Cayetano, ese comerciante de curtidos del que habló mi hermano en su blog hace casi un año. Y es que en la novela de Tomás Sánchez Santiago hay un Pepe Crespo, dueño del bar, un Fabriciano, el de “Novedades Textiles”, un droguero llamado Manahem, el único comerciante de la calle que despachaba con corbata en la tienda, un Herminio... Ah, Herminio... Hay que leerlo. Y es que yo creo que nos tocan la fibra.
Y, por último, me acerca la novela de Tomás a otra novela memorable, Belarmino y Apolonio, de Pérez de Ayala, a su Rúa Ruera, ese epítome del universo, como el diccionario. Otra fibra tocada. Continuará.

sábado, junio 23, 2007

El curioso impertinente


Anoche, a la salida, en San Antón, Luigi Giuliani —con la familia— exclamaba:
—Qué montaje, ¿no?
Y asentíamos. Asentía también Jesús González Maestro, profesor de la Universidad de Vigo, que ha venido a Cáceres a dar su curso sobre El curioso impertinente en TEXTO ESCENA, una experiencia estupenda que sigue sin tener el eco que merece. Un experto que habla del texto que vamos a ver escenificado y que luego comenta con todos lo que hemos visto, antes de un encuentro con los actores. Que haya pocos inscritos en la actividad no es razón —nunca, por ahora— para desanimarse.
En San Antón, a las puertas del Gran Teatro.
—Qué montaje, sí.
Resulta siempre extraño vivir el Festival —cuando no llueve— en el recoleto espacio del Gran Teatro, en donde tan buenos espectáculos hemos visto en primicia y que luego se han ‘estrenado’ en las capitales. Exigencia —supongo— del aparato teatral. Así ha debido de ser. Porque el montaje, como decía Luigi, ha sido...
—Qué montaje, ¿no?
Espero no pasar por un entendido —y pedante— si digo que el de ayer se sustenta en la conjunción armónica de luz y movimiento, que se proyectan sobre un espacio escénico de una admirable funcionalidad. A estas alturas, dada la buena formación de nuestros actores, no es una sorpresa encontrarse con una buena interpretación. Ayer, además, bordaron una deliciosa sobreactuación física para marcar los caracteres. Pero a los excelentes ejecutantes hay que ponerlos en un medio expresivo que embriague. Y así fue.
La escenografía impresiona y está manejada de forma admirable —no sé por qué pero me recordaba a veces a algo visto de Óscar Tusquets como escenógrafo, quizá cuando aquella Historia de una escalera del CDN que vimos en Cáceres. Por cierto, también vimos en Cáceres Divinas palabras con la dirección de Gerardo Vera, que estará en el Lincoln Center Festival de Nueva York entre el 26 y el 28 de julio. Pero lo que ayer me gustó especialmente fue el uso de la luz en el teatro. Para aprender.


El curioso impertinente, de Guillén de Castro. Compañía Nacional de Teatro Clásico. Versión de Yolanda Pallín. Dirección de Natalia Menéndez. Intérpretes: Ángel Ramón Jiménez, Clara Sanchis, Nuria Mencía, María Álvarez, Fernando Cayo, Daniel Albadalejo, Fernando Sendio, Francisco Merino, Eva Trancón, José Vicente Ramos... Iluminación: Miguel Ángel Camacho (A. A. I.)...

viernes, junio 22, 2007

Romances del Cid


Nos lo dijo Isidro Timón al salir anoche de la única función de los Romances del Cid —Compañía Nacional de Teatro Clásico, dirección de Eduardo Vasco y versión de Ignacio García May— en esta decimoctava edición del Festival de Teatro Clásico de Cáceres:
—Dicen que es la primera vez que falla.
Lástima, porque es uno de esos efectos teatrales que gustan, que, puestos al cabo de la obra, aseguran un final en alto y que el público salga con una sensación muy placentera. Yo creo que el fallo no repercutió en la actitud de un público complacido que —me parece— no se percató del número. Ni del fallo, claro.
A toro —o pájaro— pasado, uno lamenta que no haya podido rematarse este recurso estructural que abre y cierra la obra. Jesús Hierónides (El arcángel) aparece al principio calzándose una lúa y haciendo el gesto de llamar al puño al ave. Y en los datos del programa de mano —apréciese la foto—, entre el ayudante de dirección, el asesor de verso y el iluminador, se lee “Maestro de cetrería”. Era para esperar algo. Cuando termina la obra, muerto y ‘resucitado’ Rodrigo, el soberbio castellano, vuelve el actor Jesús Hierónides al centro de la escena, y amaga el gesto..., y ahora silba. Tras el público, saliendo de una ventana, se lanza en vuelo el ave, que, aturdida por algo, queda prendida del entramado de los focos. Arriba quedó una noche de pájaros inquietos como nunca en la Plaza de San Jorge y en su jardín de al lado.
¿La obra? Espléndida. Otro arte es traducir a la escena en una hora y veinte minutos los textos que sobre el Cid nos dejó el Romancero. Sabia fue la utilización de los recursos teatrales en apoyo del verso sostenido por tres actores principales, el ya citado, la gallega Muriel Sánchez, que encanta, y la sólida presencia de Francisco Rojas. Dos ejemplos de ese uso, sin tener en cuenta el texto: el episodio del león y la visita a Roma. Uno más: la música y su ejecución, que no sólo acompaña y envuelve, sino que se incorpora como un elemento más de la expresión escénica. Muy recomendable.

miércoles, junio 20, 2007

José Luis Bernal, Premio Gerardo Diego

Hoy llega uno a la Facultad dispuesto a dar dos grandes abrazos a dos compañeros y amigos. A José Luis Bernal, por el premio de la Fundación Gerardo Diego por un ensayo sobre la plenitud creacionista de Manual de espumas, del poeta al que tantos años ha dedicado José Luis y que tan pulcramente ha venido editando en estos últimos tiempos. Estoy convencido de que las aportaciones documentales de este estudio, entre ellas el epistolario entre Diego y Larrea, han debido de ser determinantes para añadir más valor a su calidad como ensayo de investigación literaria.
El otro abrazo de esta mañana lo debo desde hace más días, no muchos; y es para Miguel Ángel Melón, que se ha traído de Barcelona su merecida habilitación al cuerpo de Catedráticos de Universidad. Un profesor de Historia Moderna de los más prestigiados en su área al que se le repara un injusto retraso de su natural condición. Sea.

martes, junio 19, 2007

El clavo solitario


Creo que mis ciento noventa y ocho milésimas de otro por ciento del inmueble en el que se ubica mi plaza de garaje se corresponden en parte, o casi, con el espacio que ocupó la Galería Bores & Mallo de Cáceres cuando estaba en la calle sin salida del actual Edificio Ceres. Tiene su gracia.
Este librito de 16 x 11 cms. ha estado en mi mesa durante varios meses. Leído ya hace tiempo, lo he recogido esta tarde, junto a otros, para ponerlo en su sitio, al tiempo, o casi, que la copia de la escritura de propiedad de la plaza de garaje que ocupo y que vigila mi banco. Tiene su gracia.
No luce mal el libro, porque ocupa un espacio poco transitado por aquí. ¿Literatura de galerista? Merece leerse. Y me temo que es —uno más— un libro invisible. Yo se lo compré a Antonio, de la Librería El Buscón —ocho euros, sin descuento—, y espero que aún tenga ejemplares, porque merece ser leído, insisto. Autoeditado, se ofrece en su interior como “Algunas páginas del libro De la moqueta a la manta: memorias de un galerista, que se editará en la primavera del año 2007”. El dulce tiempo de la primavera, que dijo Rubén Darío.
La hija de Francisco Bores, el poseedor de obra del maestro Rótula, el secretario de la tómbola, Soledad, la bisabuela Ramona..., personajes de un mundo reducido como mi plaza de garaje e inmenso como una pasión. La única nota al pie de libro, de lo mejor, a pesar de que contiene la confesión de su repudio.
Va a su sitio el libro de Javier Castro, como un cuadro a un clavo, solidario.

Javier Castro, El clavo solitario y otros textos del libro 'De la moqueta a la manta: memorias de un galerista'.
(Cáceres, Galería Bores & Mallo, 2006).

domingo, junio 17, 2007

Festival de Teatro Clásico. Interior, noche.


Van tres días de representaciones en el XVIII Festival de Teatro Clásico de Cáceres y aún no hemos estrenado el cielo de la ciudad monumental como escenario. Por ahora, todo lo programado se ha trasladado a espacios cubiertos. La lluvia sigue acompañándonos. El jueves fue el Lazarillo de Tormes en el Gran Teatro. No me gustó casi nada de lo que vimos. No es una versión del Lazarillo lo que ha hecho Miguel Murillo ni es una obra sobre la vida de los comediantes del Siglo de Oro. No es ni una cosa ni otra. Y nadie duda de la capacidad de uno, Miguel, como autor teatral, ni de la valía de Memé Tabares como directora. Pero me da la sensación de que ni Miguel ha quedado satisfecho con el encargo ni Memé se ha entusiasmado con el texto que dirigir. Los elementales recursos escenográficos, la interpretación irregular y los empeños de dirección de dar un aire ‘puro’ a la obra con esos efectos de guiñol y de dibujo animado no levantan el texto. Lástima.
Ayer, sin embargo, en el Auditorio, se vio algo bueno: el Cyrano de Bergerac dirigido por John Strasberg que traía Concha Busto Producciones. Sólo acudir a ver a José Pedro Carrión es más que una razón para salir de casa a las once de la noche de un sábado muy lluvioso. Le vimos en 1999, en la décima edición de este Festival, con un Ricardo III, también dirigido por Strasberg, en la que también se programó un Cyrano. Recurrencias de género.
Hoy, domingo, el Auto de los Reyes Magos, igualmente bajo techo, el del Complejo Cultural San Francisco. Su sitio era la Plaza de San Jorge; pero, sin duda, debió serlo —como, al parecer, se intentó— la Plaza de Santa María, a las puertas de la Concatedral. En esto está el Año Jubilar de Guadalupe, 2007. Me llama la atención leer sobre el espectáculo que se verá esta noche que se trata de un auto sacramental. Lástima por la impropiedad. Sobre el auto del XII y otros escritos medievales, Jack Taylor y Víctor Matellano han preparado un texto que pondrá en escena la compañía El Duende de Colmenar Viejo (Madrid).
A esta hora de la tarde, no llueve; incluso, entre nubes, luce el sol a veces. Ya no es trascendente.

viernes, junio 15, 2007

Versión Original


A esta hora —las cinco de la tarde— seguirán los amigos de la revista Versión Original, en El Corral de las Cigüeñas de Cáceres, en su fiesta de celebración de los 150 números publicados desde 1993. Hemos presentado esta mañana —Liborio Barrera, Antonio Gasset— este número dedicado a la adolescencia que lleva esa fotografía en portada de la película de Bertolucci Soñadores.
A un buen amigo como Elías Moro, escritor, que gusta del coleccionismo, de libros y revistas principalmente, suelo guardar desde hace tiempo algún ejemplar repetido de esta revista que recojo de alguno de sus puntos de depósito y distribución: unos cuantos bares, un hotel, o el Rectorado de la Universidad, todo a menos de cien metros de casa, en donde queda el ejemplar para cuando Elías pase o para serle enviado a Mérida, en donde vive, trabaja y baila.
Pocas veces se da una relación tan especial entre un producto editorial de carácter cultural y sus consumidores. Porque un suscriptor recibe en casa un producto contratado, y su contrato es un acto de fidelidad y de apoyo, y, en cierto modo, se siente distinto a otros lectores. Y luego está el comprador de una revista o un libro, el que acude a una librería, algo, por otro lado normal, aunque debería ser cada vez más normal y más masivo. Pero con Versión Original, además de esto, ocurre esa relación singular y amable con el ciudadano que frecuenta determinados lugares que se corresponden con los patrocinadores publicitados de la revista, convirtiéndose en un elemento más del espacio urbano, de tal manera que el hábito se hace rito; y ocurre, además, que la gratuidad de la revista en ese modo de difusión, al contrario de quitarle valor, se lo añade. Y esto se ve poco en esos casos en los que el ciudadano se ve regalado así.
Una revista tan inusitadamente longeva —no tanto por el número de años que tiene, sino por su edad medida en números editados (150), con la dificultad de la periodicidad mensual— provoca con el paso del tiempo el lamento por no tener la colección completa. Tratamientos paliativos de esta dolencia de coleccionista y de bibliófilo, y de cinéfilos, serían emprender la edición facsimilar de la colección histórica, o elaborar índices de títulos de todos los contenidos de la revista desde su inicio.
Antonio Gasset lo ha dicho esta mañana: Versión Original es una revista única. Y original, añado.

lunes, junio 11, 2007

Los manuscritos iluminados de Alcaíns


El pasado jueves 7 se inauguró la exposición de Javier Alcaíns 25 manuscritos iluminados, que estará abierta en el edificio de Pintores, 10 de la Diputación Provincial cacereña hasta el 29 de este mes de junio. Coincidió con la inauguración, casi a la misma hora, de la muestra fotográfica de Tete Alejandre con textos de Ada Salas en la Sala de Caja Extremadura hasta el día 23 de junio. Estuve en la primera, porque he estado más implicado en ella. Hoy mismo ha publicado ABC un texto mío sobre Javier Alcaíns en su 'scriptorium'.
El catálogo de la exposición lo ha editado M. Moleiro —el editor del Apocalipsis de San Juan, del Cantar de Cantares y del Libro de Daniel, las tres grandes obras bíblicas de Alcaíns—, con el apoyo de la Institución Cultural "El Brocense" de la Diputación de Cáceres y recoge toda la información sobre los veinticinco manuscritos iluminados de Javier, desde la primera versión del Cantar de Cantares, de 1985-1986, hasta las Cartas portuguesas, de principios de este año, y los Alfabetos apócrifos, en realización. Fascinante.

sábado, junio 09, 2007

Claudio Rodríguez


He disfrutado leyendo este primer número de Aventura, la revista del Seminario Permanente Claudio Rodríguez, en el que participa —y es una alegría— la Biblioteca Pública de Zamora, que ha organizado un fondo documental con todas las ediciones de las obras impresas y audiovisuales, antologías, artículos, conferencias, estudios críticos, traducciones del autor de Don de l’ébrieté.
Y de traducción va este volumen, que recoge los contenidos de las jornadas sobre Claudio Rodríguez y la traducción de poesía que se celebraron en Zamora entre el último día de noviembre y los dos primeros de diciembre del año pasado. Y hubo mucho de interés. Las notas para una teoría de la traducción de Emilio Lledó, el análisis de las lecturas inglesas de C.R. por Jordi Doce, ejemplos de traducciones del poeta a otras lenguas, como el portugués, en la aportación de António Salvado, como el francés en la experiencia contada por Laurence Breysse-Chanet, o como el inglés, en lo que aporta Louis Bourne, un grato reencuentro para mí.
Conocí a Louis Bourne en un lugar tan prestigioso como la tertulia del “Lyon” de Madrid; sí, la de Moñino, sí. Pero no. Muchos años después, en 1991, en julio. Estaban allí, entre otros, Russell P. Sebold, que fue mi ‘padrino’, y Carolyn Richmond, a quien también conocí esa tarde. Louis me regaló sus versiones de Aleixandre (The Crackling Sun, Madrid, SGEL, 1981), y ahora me reencuentro con él en Aventura con su texto sobre la poesía de Claudio y con algo impagable: la carta que le escribió C.R. en agosto de 1978 con varias hojas de notas a sus traducciones de los poemas, y que me presentan una imagen poco conocida de Claudio Rodríguez.
Y la forma. Porque la maqueta de la revista divierte y agrada. Bien por el diseño y concepto de esta Aventura de José Luis Gago Vaquero.
Le debo este placer al bueno de Tomás Sánchez Santiago, que es miembro del Seminario Permanente Claudio Rodríguez, que pertenece al Consejo de Redacción de la revista y que colabora en este número con su texto de presentación de la conferencia de clausura de aquellas jornadas, la de Jordi Doce.
Nota bene: la fotografía de la cubierta no es la de un C.R. abatiendo conejos por los campos de Zamora, no. Fechada en 1961, la instantánea constata la participación del poeta en una atracción de feria. Más detalles en el interior.

miércoles, junio 06, 2007

Parler

He tenido hoy un grato encuentro con Maurice Toussaint, un ilustre lingüista (Contre l’arbitraire du signe, 1983), a quien conocí en la antigua Facultad, cuando él estaba de lector de francés, y yo era un estudiante. Como tantas veces me ha pasado ante alguien que conoce bien la lengua y la cultura de otro país, me maravilla la humildad del que se excusa —en un español envidiable, cuyo dominio para mí tuviera sobre el francés o cualquier otro idioma— por no hablar bien tu lengua.
Sobre mi mesa, el periódico y el recuerdo de lo escuchado en la radio esta misma mañana con las declaraciones de Luis Aragonés sobre la “españolía” de sus jugadores y esa falta de consideración por la lengua y por su uso. Se lo dijo al traductor, que pusiese lo que quisiera. Qué más da. La même chose.

viernes, junio 01, 2007

Santiago Castelo


Ando escribiendo sobre la obra crítica referida a autores de Extremadura de quien fue mi profesor, Juan Manuel Rozas (1936-1986), para un volumen en su recuerdo que se publicará en los próximos meses. No le dio tiempo a escribir mucho sobre su tierra adoptiva; pero lo que hizo fue importante. Desde su puesta en pie de la singularidad del poeta del XVIII Francisco Gregorio de Salas, pasando por su ponencia consultada de la joven poesía extremeña, hasta el prólogo —“Tres poetas y un solo hombre”— que puso a la antología que publicó Adonais de Santiago Castelo y que no llegó a ver publicada.
Santiago Castelo. ¡Qué buena noticia! Premio Luca de Tena a su trayectoria periodística. Es una persona extraordinaria y un profesional del periodismo merecedor de éste y de más reconocimientos. He coincidido con él en muchas ocasiones, y en todas he aprendido de sus valores y calidades. No digo nada de lo que intuyo de su día a día y de ese “confesonario laico” –que no, y también, “confesionario”— del que hablan al referirse a su despacho en ABC. Su voz y su mirada poéticas son enormemente expresivas, y bien dirán a los lectores que disfruten de aquella antología que ilustra esta entrada, Como disponga el olvido, y de la más próxima La huella del aire (1976-2001), que editó la Editora Regional de Extremadura, con introducción de Manuel Simón Viola, en 2004. Yo sé que a él le gustará que ponga aquí unos versos de un poema que me gusta, “Azotea”:
“Gracias, tan solo. Sí, gracias, Dios mío,
por permitir al corazón que aún sueñe
y se quede dormido de Tu mano.”