«Ayer por mi calle / pasaba un Borrico» (Tomás de Iriarte)
Martes, 7. Hoy ha subido la onza de oro hasta máximos que no se alcanzaban desde hacía ocho años. Los mercados de valores reaccionan muy positivamente. Los expertos disculpan la volatilidad porque —dicen— no hay quien entienda a los mercados financieros, esa frase tan de discusión de pareja. Qué digo de discusión. Sin ir más lejos, así se lamenta Menchu de Cinco horas con Mario: «No hay quien te entienda, Mario, es la pura verdad, que te pones a ver y ni tú mismo te entiendes». Lo de hoy ha sido inaudito. La SER ha anunciado en «Hora 14» la emisión esta noche (22:05 horas en La 1) de la serie de TVE Diarios de una cuarentena. Será que Maruja Torres ha movido Roma con Santiago para que el facherío no logre minimizar su repercusión. Hoy también me he acordado de la quinta de mis entregas de este diario y de cuando Extremadura no salía en las estadísticas, porque no llegaba a los cien fallecidos. Hoy hemos llegado a 258; aunque no sea mala noticia que el número de altas ya supere al de muertos. Sigo estupefacto las reacciones de algunos políticos. No concibo que no haya comprensión en situaciones como la que estamos viviendo y que cada quisque piense más en los datos o en sus propios réditos que en atajar como sea todo lo que ocurre. Han muerto nueve personas en una residencia de Sevilla y Boris Johnson está en la UCI, y todavía hay gente tan bruta, tan egoísta y tan ignorante que considera que lo haría mejor, que así no está bien. Energúmenos. Como uno que ha pasado por mi calle como si no fuese nada con él. Lo más raro que he hecho en las últimas horas ha sido subirme a una escalera, desatornillar el complejo mecanismo que sostiene los globos de mi pasillo —llevo años lamentándome en ocasiones como esta de lo bien que me quedan— y cambiar la bombilla, ya led. Eso sin contar que este martes santo me he reunido con más de media docena de compañeros en una comisión de un máster, inhábil pero fructífera. Qué cosas. Por lo demás, normal. El desayuno, un poco de ejercicio, hablar con mis hijos, y con más familia; lectura, ir terminando un artículo, avanzar con otro proyecto, escribir aquí, responder la correspondencia… E intentar pensar en claro y sentir hondo. Nada de lo que no haría de no estar sin poder salir.
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