miércoles, agosto 31, 2005

Bigardear

Vicky Sherpa (ver entrevista en El País, 24-agosto-05, última) es una maestra gerundense de Ripoll que lleva dieciocho años en Nepal enseñando a niños parias, mérito más que suficiente para ocupar esa página del periódico. Para mí lo tiene también que en una de sus respuestas emplee el verbo “bigardear”. Cuando habla de que su madre la metió a trabajar en una peluquería “para que no bigardeara por las calles”. La frase, en su respuesta, va entrecomillada, por lo que se infiere que es de su madre y no de Vicky. Más valor aún, pues ha quedado impresa en la memoria de la hija y ella asume el verbo, lo usa y lo difunde. Jubilosamente meritorio.
Trae el Diccionario de la Academia bigardear. “(De bigardo). intr. coloq. Dicho de una persona: Andar vaga y mal entretenida.” Porque bigardo viene a ser vago, holgazán. Qué borrón del inconmensurable Diccionario de Manuel Seco, que trae el adjetivo y no el verbo. Pero el Tesoro de Covarrubias (¡qué tesoro para leerlo como el que lee un cómic, de viñeta en viñeta, de punta a rabo!) pone las cosas en su sitio sobre bigardo diciendo que es “Término injurioso, del qual la gente mal considerada suele usar quando trata con irreverencia a algun religioso, y no saben lo que dizen, ni lo consideran. Traxo origen de los begardos, frayles de la orden de San Francisco tercerones, dicho en Italia a los fraticelos y en latín fratres de paupere vita.[…]” Y de ahí, como el que no quiere la cosa, “bigardear”, porque “bigardo” también era el fraile desenvuelto y de vida libre. Ahí no para todo, pues es palabra y definición casi repetidas en el repertorio de don Sebastián de Covarrubias por distinta grafía (b/v). Sorprendente, como siempre, este diccionario que tiene casi cuatrocientos años. Dieciocho lleva fuera de España Vicky Sherpa, esa maestra gironesa de Ripoll que enseña a niños parias en Nepal y a la que su madre metió a trabajar en una peluquería para que no bigardeara.

Un poema de José Antonio Zambrano

JUEGO DE VOZ

Para Fernando T. Pérez,
después.

Jugando está la noche con la nada;
aquí después de todo, todo ha sido
un duelo de esperanza en lo vivido
y una sed de labores, casi nada.

No es perdón esta voz, es sólo nada,
tiempo de cuna y hambre pervivido
entre la soledad de lo nacido
y la sed de lo ancho por la nada.

Jamás pisó la voz tanto cuidado,
ni jamás la decencia fue tendida
como alma a secar por lo cansada.

Nunca palpar tu luz quiso la vida,
siempre el destino a paso descuidado
y en mi pesar y en tu pesar la nada.

sábado, agosto 27, 2005

Página nueva para Fernando T. Pérez

He anotado en mi cuaderno noticia de la muerte de Fernando Pérez. A las pocas horas, poquísimas, de ocurrir, y en página nueva. Página nueva para Fernando. Página nueva para Fernando T. Pérez. Página nueva. Una página nueva de mi cuaderno. Para Fernando. Página nueva. Para anotar su muerte. Página nueva. Fernando. Noticia de su muerte. Ocupado en lo suyo, hablar de él, no he hecho otra cosa que este título: Página nueva para Fernando T. Pérez.

martes, agosto 23, 2005

Quijotada

Empieza uno aceptando hablar sobre la recepción crítica del Quijote en el siglo XVIII para un curso y acaba, además de trabajando en las tardes de agosto, reencontrándose con lecturas y noticias sobre la novela cervantina que desgranan infinitas sugerencias sobre el mundo, sobre el arte, sobre la historia y sobre la literatura.
Recuerdo una mañana, también de agosto, hace unos cuantos años, en Palma de Mallorca a Perfecto E. Cuadrado, a la sazón decano de la Facultad de Filosofía y Letras, que es como un sabio renacentista con un toque abacial sólo contrariado aquella mañana por los pantalones cortos y por el ritmo vivace que impone a sus movimientos y resoluciones. Perfecto me regaló unos cuantos libros. Entre ellos, el que recogía el Primer convivio internacional de “locos amenos”, que se publicó con el título de Desviaciones lúdicas en la crítica cervantina (Salamanca, Ediciones de la Universidad de Salamanca y Universitat de les Illes Balears, 2000). Ahora que vuelvo sobre aquel libro, el orden alfabético de autores que organiza las aportaciones me permite reunir en unas pocas páginas a gente cercana y conocida, como Francisco Aguilar Piñal, uno de los padres del dieciochismo español, académico, poeta —le debo carta por su sonetos neoclásicos a los cuadros del Museo del Prado, sí, sonetos clásicos a algunas obras fundamentales del Prado—, como Julián Bravo Vega, compañero de mesa sin mantel en Zaragoza en unas llevaderas, dentro de lo malo, pruebas de habilitación de profesores titulares de Universidad, sí; como Isabel Castells, mi enigmática amiga en La Laguna, mi enigmática, Irma Vell, sí; o como Juan Bautista Avalle Arce, insigne cervantista, único del grupo que no conozco en persona, cuyo texto leo con regocijo. Se trata de una crónica sobre la estrambótica aventura cervantista de don Feliciano Ortego, que llegó a publicar, nada más y nada menos que en Editorial Seix de Barcelona (¿o de Palencia?) un libro bajo el título de La restauración del Quijote. Estudio comparativo de varias ediciones y sus respectivas notas con un ejemplar de la de 1605 impresa por Juan de la Cuesta que contiene anotaciones, acotaciones y correcciones de puño y letra de Cervantes en los márgenes y cuerpo de la impresión. El tal Ortego poseía un ejemplar de la primera edición de la novela que decía contenía anotaciones y correcciones de puño y letra de Cervantes. Su suposición hizo desviarse a don Marcelino Menéndez y Pelayo en uno de sus viajes desde Madrid a Santander para ver el ejemplar. El resultado lo cuenta con gracia Avalle-Arce. Francisco Rico se refiere a Ortego en su edición y, creo, a esos “dilettanti incontrolados”.

Poesía buena

Reconozco que me costó bien poco trabajo elegir dos ejemplos de poesía y bondad en mi biblioteca. Fui directamente a uno, al libro de Luciano Feria, porque creo que su poesía merece ser leída (¿o es al contrario?: que merecemos leer cosas así), y el orden alfabético me puso delante de los ojos el visible tomo naranja de Luis Feria. La mejor literatura es la anónima, creo que alguien ha dicho. No es así. Es que la anonimia le viene bien a la creación artística. Y a la recepción de lo artístico. Un poema malo sin firma seguirá siendo un poema malo. Sí, Daniel Casado, así es. Lo que yo quería decir es eso. La poesía, buena, está por encima de todas esas maldades. Y la literatura ajena al personaje. Siempre. Pero, hoy por hoy, estoy seguro de que una excelente novela no tendría el mismo éxito si su autora —porque aquí, el supuesto es que sea una mujer la que escribe— decidiese mantenerse en el anonimato. Estoy seguro. Un editor intentaría convencer a la autora para que desvelara su nombre, saliese fotografiada en los periódicos y concediese entrevistas. Al final, la anonimia podría convertirse en una mina.

sábado, agosto 20, 2005

A Russell P. Sebold

El interés por España de los que no son de aquí siempre ha propiciado mi admiración. Más que por el objeto, por la actitud interesada y generosa de afanarse en el aprendizaje de la lengua, de las costumbres, y en el conocimiento de las gentes de un país distinto. Fundamentalmente, conozco esto por filólogos hispanistas. Y suele ocurrir que su interés y amor por España nos enseña más que nuestro conocimiento directo o nuestra acomplejada autoctonía. Así he conocido mucho de mi propio entorno, desde una excelente y mítica casa de comidas de Madrid, pasando por algunas buenas librerías de viejo, hasta, sobre todo, la necesidad de mirar lo propio sin complejos.
A Russell P. Sebold, catedrático jubilado y emérito de literatura española en la Universidad de Pennsylvania, que nació un 20 de agosto de 1928, buen amigo, buen maestro, le debo la intención —al menos— de tener esa mirada distinta. Él es el autor de libros fundamentales para conocer la literatura española del siglo XVIII. El primer trabajo que yo leí de él me lo recomendó —me ‘obligó’ a leerlo en su asignatura— Jesús Cañas, y fue un artículo publicado en Papeles de Son Armadans, “Contra los mitos antineoclásicos españoles” (1964). Yo tenía dos años; cuando se publicó, claro. Es Académico Correspondiente de la Real Academia Española y de la de Buenas Letras de Barcelona. Es Doctor Honoris Causa por la Universidad de Alicante. En 2000, la Universidad de Salamanca le concedió el premio “Elio Antonio de Nebrija” a la mejor trayectoria del hispanismo. Es el padre de la novelista Alice Sebold y es un buen amigo de Santiago Castelo. Fue el director durante casi treinta años de la prestigiosa revista Hispanic Review. “Hondo lector y crítico maduro” y “castizo en español” le llamó Francisco Rico en un soneto. Sebold es alguien que es capaz de sacar poesía y utilidad trascendente, además de Rafael Morales, más o menos, al hecho de sacar la basura todos los días. Alguien que dice que nació a los quince años, que es a la edad que emprendió el estudio del español, una “aventura cultural”, como él la llama. Un tipo curioso y un sabio cordial. Qué alegría poder felicitarle por escrito en esta página en su cumpleaños. 77 tacos.

viernes, agosto 19, 2005

Poesía y bondad

A Santos Domínguez, a quien debo este escritorio.

Poesía y bondad, siempre. ¿Qué bondad? La de la poesía de Luis Feria, por ejemplo (ver su Obra poética y cuentos en Pre-Textos, 2000), y la de Luciano Feria (ver su De la otra ribera en Los Libros del Oeste, 2004). Por ejemplo.

Isaac Rosa y Julio Cortázar

En el discurso de recepción del Premio Rómulo Gallegos Isaac Rosa ha defendido la figura de Julio Cortázar en unos términos muy concordantes con el espíritu de este cuaderno de bitácora titulado Pura tura. El homenaje a Cortázar no debe convertir al escritor, como dice Isaac Rosa, en "un peluche literario, una mitología floja y casi adolescente". Algunos escritores, continúa el novelista de El vano ayer, en cuya obra es reconocible la huella cortazariana, "se alejan de él, se lo sacuden como caspa de los hombros, quite, quite, Cortázar no es para tanto, yo no tengo nada que ver, mis maestros son otros." Una actitud que propicia la disculpa de quienes sí seguimos admirando la literatura de Cortázar y su compromiso, que quizá, para Isaac Rosa, sea la causa del rechazo hacia el escritor. Pura tura aún no ha salido de Cortázar.

Apellidos

En alguna ocasión me he referido a Galdós en clase como Benito Pérez, por llamar la atención de mi auditorio. Desde que escuché, en Zaragoza —se sintonizaba mal en mi hotel y en mi aparato mi emisora habitual—, a un locutor hablar de Rodríguez —qué vileza— para referirse al Presidente del Gobierno pensé en que pudiera ser tomada como injuriosa la alusión a un apellido corriente, lo que me confirma GHB, a quien doy las gracias, moi aussi. Benito Pérez Galdós. Luis García Montero. Antonio Muñoz Molina. Gabriel García Márquez. Rafael Sánchez Ferlosio. Todos pueden ser víctimas por su apellido.

jueves, agosto 18, 2005

Asperges de notas sobre la novela PARADOJA DEL INTERVENTOR (VIII)

Una nota ajena que me parece de mucho interés y que agradezco:
"me apetece anotar, desde el recuerdo, que uno conoció la cantina ferroviaria que, es un decir, sirvió de inspiración a Gonzalo para su memorable novela. Existe todavía, aunque está cerrada a cal y canto (con su puerta tapiada).
Allí estuvo el pintor Gutiérrez-Solana como queda reflejado en su libro La España negra.
Si se me permite la licencia, la lectura gana si uno puede situar al protagonista en aquel ámbito intemporal y sombrío, por más que este detalle, gracias a la legendaria solvencia narrativa de Gonzalo, no sea sino eso."
(Álvaro Valverde, "Cantina", 16.8.05, en Blog de Álvaro Valverde)

domingo, agosto 14, 2005

Pasatiempo

Tengo que escribir algo sobre la reseña que se ha publicado en BABELIA sobre la última novela de Eugenio Fuentes, y también sobre la errata en el pie de foto de la serie sobre la novela más conocida de Leopoldo Alas en el mismo sitio en el que se ha publicado una entrevista con Antonio Franco, el director del MEIAC, sobre lo que debería escribir algo. No sé si me doy a entender. Y si es necesario que escriba algo sobre esas cosas. Por el momento, dejo aquí las claves para sus correspondencias, y valen dos por objeto: Lamentable. Despropósito. Merecido. Increíble. Correcto.

jueves, agosto 11, 2005

Ada Salas

Gonzalo Hidalgo, cuya literatura visito tanto, escribió que generalmente se encuentra más verdad y más autoridad en las opiniones de los escritores que en las de los críticos. La afirmación no es categórica, y por no serlo, encierra más razón aún. Esto será así hasta que no haya críticos y sean los escritores los que practiquen la crítica, y el poeta hable de los libros de poesía o de las novelas de otros, el novelista de los poemas o de los textos narrativos de otros colegas, el autor de teatro de las obras de teatro de otros compañeros, el director de cine de las películas estrenadas... O todos de sus propias obras. Entonces, quizá el crítico recuperará la autoridad y cierta verdad. Y es porque los escritores no se resisten a explicarse también fuera de su entorno natural. Y cuando lo hacen lo hacen bien, como dice Gonzalo Hidalgo. También, por otro lado, hemos escuchado o leído tantas veces a un creador que él no teoriza, que él crea y que su teoría es su creación...
El último ejemplo que tengo en la mesa de un escritor que se explica es el libro Alguien aquí. Notas acerca de la escritura poética (Madrid, Hiperión, 2005), de Ada Salas. Me gustan estos libros. Breves reflexiones sobre la escritura de alguien que se dedica a ello. Son textos breves, apuntaciones sueltas que iluminan mucho del entorno de la escritura de Ada Salas y de sus libros de poemas. Incorpora tres textos más largos, tres artículos, variaciones más sostenidas del mosaico anterior, pues son tan concordantes con lo leído que uno puede establecer precisas correspondencias: un texto sobre las jarchas, otro sobre la escritura poética como viaje, y el último sobre la “poesía femenina”, el menos luminoso de todos.
Es muy agradable leer un libro así. Y de Ada Salas, que dice “A lo largo del proceso de escritura el momento creador suele ser muy breve, muy fugaz. Concibo este proceso como un prolongado acto de escucha (de mis propias sensaciones, de recuerdos redivivos, del silencio, de la luz, del río subterráneo del pensamiento) al cabo del cual recojo el fruto de unos versos que siento como intensos y que resumen un mensaje que, sin forzar en exceso, va tomando una forma precisa —generalmente por exclusión—, y constituye un poema.” Para quienes leemos desde siempre a Ada, tienen más hondura estas líneas que otras como “La poesía no tiene circunstancias; no es contingencia, es esencia; no es materia, es sustancia; no es atributo, es sujeto.” Éstas, que tienen tanta verdad, no llegan a expresar tan bien la actitud ante lo escrito o por escribir como aquellas, más íntimas.

miércoles, agosto 10, 2005

Óscar Abril

Es muy emocionante leer que Arturo Casado se ha clasificado para la final de 1.500 en el Mundial de Atletismo en Helsinki y que él ya ha cumplido, pase lo que pase. Porque lo que ha hecho (y lo que haga) se lo dedica a su amigo Óscar Abril, muerto en el atentado del 11 de marzo. "Esto es para él y su familia", ha declarado. Es muy emocionante ver en la fotografía del periódico el esfuerzo de un atleta así. Mucho más con su recuerdo emocionado por un amigo que hoy estaría celebrando los logros de este deportista. Qué lástima. Qué emocionante dentro de unas horas en el estadio. Arturo Casado. Óscar Abril.

lunes, agosto 08, 2005

Asperges de notas sobre la novela PARADOJA DEL INTERVENTOR (VII)

La novela consta de 68 secuencias, capítulos o trozos. La voluntad formal más evidente es que estas secuencias son textos compactos, es decir, una disposición sin puntos y aparte, sin espacios en blanco. Se trata de textos apelmazados, concentrados, macizos, en los que la uniformidad se asegura por la evitación consciente de signos diacríticos, de comillas, de guiones de diálogo, de sangrías...
No debe sorprender esto al lector de Gonzalo Hidalgo. Su novela El cerco oblícuo (Madrid, Calambur, 1993) constaba de treinta capítulos igualmente compactos, aunque en ellos sí se utilizaban comillas y cursivas. Lo mismo se puede decir de Amad a la dama (Gijón, Llibros del Pexe, 2002), que consta de 46 unidades similares en su presentación a las de Paradoja del interventor. Y recordaré también el modo de composición de los nueve trancos y las veintitrés notas de Camino de Jotán (La razón narrativa de Sánchez Ferlosio), publicada también en Los Libros del Oeste en 1994.
P.S.: En la página 151 de a novela de 1993 se mencionaba la aparición de un nuevo libro de Saúl Olúas, con el título de Amo cada coma. El palindromo. Un recuerdo de aquella espléndida obra de GHB.)

sábado, agosto 06, 2005

La sangre de los fósiles

Es el título del último libro de José María Micó (Barcelona, 1961). Lo he comprado esta mañana (Barcelona, Tusquets Editores, Nuevos Textos Sagrados, Marginales 231, 2005). Es el primer libro de poemas en el que leo un texto dedicado a los atentados del 11-M. Es un poema con el título de "Nombres de Atocha". Otro poema, a manera de tesela, es "Quinto fósil":

Todo el que vive
toma su duración como victoria.

viernes, agosto 05, 2005

Patrimonio Bibliográfico Español

El Catálogo Colectivo del Patrimonio Bibliográfico Español está lleno de errores de transcripción en los títulos de las obras. La razón: que no se sigue el cabal "método Moñino". A saber: hacer la ficha del libro con el libro delante. Parece tan sencillo...

Asperges de notas sobre la novela PARADOJA DEL INTERVENTOR (VI)

La primera vez que aparece la palabra “paradoja” en la novela es la página tercera desde su inicio. La sitúo: “Se trataba, sin duda, de una pequeña compensación por la gratuidad del agua, pero el camarero, que no sabía de sutilezas, preparó el café a conciencia, con parsimonia de cantina, y depositó al cabo del rato sobre el mostrador, de mala gana, una taza mugrienta y humeante en la que el pasajero apreció un aroma desleído, insólito y turbio, como si en aquel anuncio de sabor cálido se concentrara la transparencia amarga de la paradoja.” (pág. 9)
Si volvemos, como escribí, al texto de la cubierta posterior de la primera edición de la novela, leeremos que el título se aviene textualmente a la definición de la palabra ‘paradoja’, ya que el interventor, además de no ser interventor y de que su carácter sea algo paradójico, se mueve en el sinsentido de dos realidades incompatibles, una superficial y otra subterránea, y que el propio relato se sustenta en lo paradójico de montar una acción sobre la no acción.
La taza de café que sirve a nuestro personaje el camarero, un muchacho “enjuto y menudo, de rasgos afilados”, es como un espejo que muestra al personaje su propio destino ; pero también se convierte en el primer parón significativo de esta trama vacía. El narrador no tiene más remedio que contar lo que sucede, con una lentitud que parece exigida por el ambiente. Cuenta poco: cómo el pasajero entra en la cantina, qué hacen los pocos individuos que allí están. Una vez contado esto, escaso, el discurso se detiene, y el narrador invita al lector a reflexionar sobre lo que sucede o no sucede. En primer lugar, la taza de café humeante e hirviente. Un parón, como digo. Poco antes de que ocurra el primer suceso importante de la novela, punto de arranque. La partida del tren y la pérdida del mismo por el viajero, que queda, “como un espantapájaros, con la botella de agua en la mano derecha alzada hacia el cielo y la mano izquierda cayendo hacia el cuerpo como expresión descendente y abatida de la derrota”.
Resumen del argumento: un individuo desciende de un tren en una estación en tránsito y se llega a la cantina a por un poco de agua.
Volvamos a la botella de agua, pues, como decía antes, se trata de un objeto que en su materialidad desempeña una función narrativa clara. Se llena de una razón fundamental, pues el viajero se apea para llenar la botella de agua en la cantina. La presencia en la cantina del supuesto interventor que ha de ordenar la salida del tren le da la confianza que le lleva a pedir el café.

miércoles, agosto 03, 2005

La ciudad en agosto

En Cáceres, un representante cualificado de los hosteleros da una rueda de prensa y dice que en verano la ciudad sólo ofrece piedras y que después de las piedras, la oferta de ocio de la ciudad es una auténtica desgracia. Hablamos del verano en una ciudad de provincia como Cáceres, Patrimonio de la Humanidad. En Cáceres, un representante cualificado del Sr. Alcalde, que está de vacaciones en una ciudad veraniega, del litoral, declara, al hilo de las manifestaciones anteriores del hostelero, que el Ayuntamiento no tiene por qué buscar alternativas de ocio. Debajo de todo se esconde algo parecido a una ampliación de horarios de bares y restaurantes. No entiendo nada.
Ni uno ni otro, seguro, conocen que algunos, como María y Tomás, de la librería Todolibros, están proyectando en verano documentales de interés en las escalinatas de su calle. Al aire libre, y con permiso de la autoridad. Es decir, lo normal, en verano, y en una ciudad como Cáceres, de interior y con piedras, y, a veces, con cuarenta grados, y, a veces, por las noches, sin una considerable bajada de las temperaturas.
Yo le digo al representante del Alcalde, que está de merecidas vacaciones, que el Ayuntamiento sí debe buscar alternativas para el ocio de sus ciudadanos; y al representante de los hosteleros le digo que no es mala fecha el verano, cuando todo el mundo está de vacaciones y la ciudad algo deshabitada, para tener el suficiente sentido común en la organización del ocio de los ciudadanos. Yo, desde luego, no organizaría ningún festival con pretensiones. No sé, algo así, como la modorra estival, la tranquilidad y la falta de crispación. Como María y Tomás, que están mostrando en una calle de Cáceres una parte del mundo.

martes, agosto 02, 2005

La inspiración y el estilo

En este libro de Juan Benet leí que la esencia de toda crítica es que tenga una función descriptiva y didáctica.