«Yo, con que en septiembre puedan empezar las clases, me doy con un canto en los dientes»
(José Mª Calleja)
Miércoles, 22. Ayer quise dar cierta unidad de asunto a mi anotación diaria sobre los libros en papel. Mañana será inevitable escribir sobre el papel de los libros. Hoy quiero recordar el mazazo de ayer al conocer la muerte por coronavirus del periodista José María Calleja, con quien tantas mañanas, a través de la radio, con Pepa Bueno y luego con Àngels Barceló, he desayunado o he ido preparando todo antes de irme a clase. Hoy escribe en El País Berna González Harbor, que es otra voz cercana, que ella seguirá siendo «callejera» —qué ironía y qué rabia en estos días—, y Fernando Savater recuerda en el mismo periódico la lucha de Calleja contra la amenaza de los asesinos de ETA hasta que se marchó de Euskadi, porque —allega el sabio Savater—, como decía Valle-Inclán, «es glorioso morir mártir devorado por leones pero no coceado por burros». Es esta una frase que he leído varias veces, también escrita por el propio Savater en alguno de sus libros, y deseo que no sea apócrifa, como tantas cosas. También destaca el filósofo el sentido del humor de José María Calleja, un rasgo que, sin haberle conocido, estimo que es la sustancia principal de las buenas personas. Si me dijesen hoy que la consejera de Presidencia de la Generalitat, Meritxell Budó, que declaró el lunes que en una Cataluña independiente no habría habido tantos muertos e infectados por el coronavirus, tiene sentido del humor, retiraría lo dicho. Pero por una vez me reservo la duda sobre mi ignorancia y me aferro, no sé por qué, a tan persuasiva intuición. Eso hoy. Anoche no me acosté bien, otra vez por culpa de la inseguridad de saber si estoy haciendo lo correcto en mis clases, en las orientaciones que doy a mis alumnos; ya que a veces la respuesta o no existe o no es la que yo esperaba. Otras veces sí. No sé. Y es que hay un azar inexplicable —como su propio nombre indica— que llena de altibajos alguno de estos días. Por ejemplo, y vuelvo a hoy, esta mañana P., amiga desde hace casi cuarenta años, me ha regalado un trabajo bien hecho de la radio de su instituto con una iniciativa magnífica en la que me pidió participar y ahora me siento agradecido. Qué bien.
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