sábado, diciembre 28, 2013

2013


Preparo el cambio de agenda. 2013. Se acaba el año en el que me despedí de las clases de licenciatura —ay— y recibí a Bolonia. Aún estoy en el período de adaptación. Conocí a James Valender en un coloquio sobre Cernuda celebrado en mi universidad; de lo poquito que se ha hecho para recordar los cincuenta años de su muerte en México. Sólo he estado una vez en Zarautz; pero este año ha sido una ciudad felizmente presente. Como presente volvió a estar Manolo Peláez, gracias a la primera edición del premio de microrrelatos que lleva su nombre y que se entregó —ahora lo veo— el 16 de junio. Al día siguiente, un viaje en tren, después de muchos años, gracias a que me rompí el manguito rotador y no podía conducir en aquellos días. Un año poco viajero. Santander, Somo, Liérganes, Santo Domingo de Silos, Lerma..., y paro de contar. Con Carmen. Feliz. Mi madre cumplió un año más. También familiares y amigos, qué alegría. Madrid y Salamanca se unen a la familia, por Julia y Pedro. Murieron Manolo y Diego Ariza, qué pena. Casi juntos. Estaban muy unidos. Releí a Albert Camus y me extrañó que en las revisiones y recuentos de su obra muy pocos hablasen de El primer hombre, espléndida obra. Volvió a repetirse aquello de: «Los que escriben claro tienen lectores; los que escriben oscuro, comentaristas». No sé yo... Jabardillos de vencejos. Un libro importante: Cristalizaciones, de Basilio Sánchez. Con Luis Landero en Cáceres, un reencuentro afectivo. Un artículo en Studi Ispanici. Gustavo Adolfo Bécquer y Antonio Gómez ocupan algunas de mis horas. No sé si he sido mejor. Al fin y al cabo, no se trata de competir. Feliz año nuevo.

viernes, diciembre 27, 2013

La luz de las palabras


El pasado 16 de diciembre se emitió el último programa de La luz de las palabras, el espacio literario y cultural, de periodicidad quincenal, de la radio municipal de Navalvillar de Pela, NVO Radio, dirigido por Luis Arroyo y presentado por él mismo y Guadalupe Jiménez, la que después de haber faltado durante unos meses, ha querido participar en esta última edición de despedida, confío en que no definitiva. Porque que en una emisora municipal salga un programa así, con esos contenidos, y ese afán por el fomento de la lectura y la difusión de la cultura —el otro día se habló de Julia Uceda y de Gonzalo Hidalgo Bayal y La sed de sal; y se leyó un poema de Lêdo Ivo— es algo muy recomendable y ejemplar, aunque poco abundante, por desgracia. Sin quitar el mérito que tiene la conductora del programa Guadalupe Jiménez, sensible a todos los contenidos e interesada sinceramente por los objetivos del mismo, el alma de La luz de las palabras —título tras el que se entrevén un verso de Aníbal Núñez («la luz en las palabras») y el reflejo que de él hizo en homenaje Ángel Campos Pámpano— ha sido Luis Arroyo, con su voz de «gato viudo», que ya pasó felizmente por el quirófano para seguir dándonos tan sabias muestras de devoción por los libros. Merece mucho, en primer lugar para los que le conocemos de cerca, una persona como Luis; merece mucho. Me ha dado pena y algo de rabia escucharle en esa despedida que no quiero que sea; pero estoy convencido de que Luis Arroyo seguirá ofreciéndose, con sus muchos años de experiencia como profesor de lengua y de literatura, para ayudar a que la gente, y, sobre todo, los jóvenes, lean. En la imagen, Luis lee un poema de Carlos Medrano dedicado a Ángel Campos Pámpano en San Vicente de Alcántara, en el acto en su recuerdo celebrado el pasado 22 de noviembre. Luis leyó también un luminoso texto de António Ramos Rosa sobre el que dijo al concluir: «Es Ángel puro». Feliz año nuevo.

miércoles, diciembre 25, 2013

Mañana de Navidad


La lluvia tenue de esta mañana, después del chaparrón de primera hora, ha colmado el gusto de un paseo casi sin nadie en la calle, y sin nadie en el parque durante un buen rato. Me habría gustado tener a mano un libro de poemas, alguno de esos textos con los que poder establecer analogías con lo sentido, alguna muestra de esa memoria de paisajes que tantas veces es la literatura. «Sin la poesía la realidad se desprecia», dejó dicho Cioran. No se lo leí al rumano en su momento, sino a Joaquín Araújo, que lo citaba en un libro apacible del que también me he acordado esta mañana, La sonata del bosque, con ilustraciones de Regla Alonso (Barcelona, Lunwerg Editores y Caja Madrid, 1999). No un bosque; pero sí un parque de ciudad, tan céntrico que su naturaleza exuberante potencia la admiración por tenerlo tan a la mano. Caminar acompañado por el sonido del agua del canal del centro, escuchar a los gorriones —o lo que uno cree que no es canto de mirlo ni de abejaruco—, contemplar el entorno y pisar la alfombra mullida que forman las ramitas que caen de los pinos o la que se siente bajo los pies cuando el camino lo traza la grava mojada por la lluvia. Observar cómo cambian en un instante los tonos grisáceos y verdioscuros a poco que salga el sol, tan remiso todo el día, e ilumine las hojas de ocres y amarillos. Qué difícil decir lo sentido. «Sin la poesía la realidad se desprecia». Porque a veces la realidad es poesía. Ah, sí, el libro de poemas. Unos versos de un poema: «Del invierno / la luz, / La claridad de la visión, la espera, / El contorno preciso que el aire da a los cuerpos, / La desnudez suprema de los árboles, / La tierra en su matriz, henchida de los granos, / El frío con sus alas, ángel tan aterido, / El gris nácar del cielo.» De José Luis Puerto, un poeta sabiamente contemplativo.

martes, diciembre 24, 2013

Transporte de animales vivos


Cuatro son los poemas de este nuevo libro de José Antonio Llera, Transporte de animales vivos (Badajoz, Aristas Martínez Ediciones -Libros del caos, 4-, 2013), que se dieron como avance en la antología El desierto está creciendo que le editó José Mª Cumbreño en «La biblioteca de Gulliver» de sus Ediciones Liliputienses en marzo de este mismo año. Me gustaron en su momento aquellos textos algo inquietantes y, sobre todo, muy de nuestro tiempo; y quedé a la espera de ese libro anunciado que ahora tengo delante, bellamente editado e ilustrado por Paco Nadie. Está construido en tres partes (I. Calles y andenes; II. La habitación del poeta; y III. Sótanos) con el mismo número de poemas —once—, para equilibrar, según entiendo, las tres miradas que articulan la obra: la mirada hacia la realidad exterior, la que mira a la propia dedicación del poeta, a la escritura, y la mirada hacia el pasado personal. Es esta última parte la que muestra a un José Antonio Llera más cercano —más nuestro, con perdón, por ese pasado pacense histórico que se evoca en el penúltimo poema —sobre la matanza de Badajoz en 1936— y el pasado pacense familiar que nos da la clave del título del libro en el último poema, como clave íntima del significado global del poema «Transporte de animales vivos» de la primera parte. Como si llegado el momento de una edad, pasados ya los cuarenta años —citados en el poema «Mandamientos de la ley de Dios»—, el poeta hubiese sentido la necesidad de esta especie de indagación materializada en un conjunto más que solvente de textos versiculares, con más voluntad versal que de poema en prosa. Sea así, porque si continúo añadiendo apuntaciones sueltas a una lectura que tiene ya un tiempo no publicaré nunca esta nota que me apetece difundir ya. Y ya habrá ocasión para volver y demorarse. Feliz Navidad.

lunes, diciembre 23, 2013

Mala suerte

Una fatalidad. Mantearon al ganador del premio gordo y un mal golpe lo dejó en el sitio. El eco de las botellas de cava que se habían descorchado horas antes persistía aún en el tanatorio en que viuda e hijos, amigos, vecinos y demás condolientes no somos nada lo ocurrido.

domingo, diciembre 22, 2013

'Conversación', de Gonzalo Hidalgo Bayal, Premio Dulce Chacón 2013


El otro día estuve con Gonzalo Hidalgo en Plasencia y le recordé que su Conversación era finalista en el Premio Dulce Chacón de Zafra. A pesar de que entre las elegidas estaban también las novelas de Juan Marsé y de José María Merino —el criterio cronológico de las bases del premio es algo excéntrico—, parece que dimos por hecho que el jurado iba a debatir finalmente entre su libro y Absolución, de Luis Landero. Y así las cosas, con esa confortable manera de verlas que tiene GHB, con la parsimonia con la que encubre su lucidez mental, me recordó Gonzalo el discurso del actor, guionista, productor y director Santiago Segura en la entrega de los Premios Goya de 2012. A saber, que entre nominados como Daniel Brühl —joven aún para recibir el premio—, Luis Tosar —premiado varias veces merecidamente—, Antonio Banderas —reconocida estrella internacional— y José Coronado —más nuestro, y anunciante de yogures para hacer de vientre—, el premio debía de ser para este último. Y decía Gonzalo que si se diese el caso, el Coronado sería Luis Landero. Ayer al mediodía, después de una llamada de mi hermano con la noticia del Premio Dulce Chacón de 2013 para Conversación (Barcelona, Tusquets Editores, 2011), envié a Gonzalo un mensaje inaplazable de enhorabuena por haber sido él, finalmente, «Coronado». No sabe Gonzalo —es posible que sí— cuánto le agradecemos muchos que él siga hablando, quiero decir, escribiendo; y cuántos creemos en que —aparte premios— el mero hecho de que él escriba «es lo único que sigue teniendo sentido a estas alturas, o, si no sentido, al menos un punto ilusorio de eficacia» (Conversación, pág. 183).

jueves, diciembre 19, 2013

Exposición en La Traviata. Cáceres


Dos sonetos tipográficos de un impresor poeta


Con la puntualidad de siempre, como todos los años, llega el aguinaldo —ya el número 17— de Víctor Infantes desde Ediciones de la Imprenta Memoria Hispánica, en compañía también, como acostumbra, de José Manuel Martín, de Gráficas Almeida de Madrid. Este 2013 nos traen Dos sonetos tipográficos de un impresor poeta, los de Joseph de Contreras y Alvarado, hijo y nieto de impresores, que los incluyó —encabezados por sendos grabados— en una de las obras que se publicaron con motivo de la muerte del rey, la Parentación Real al soberano nombre e inmortal memoria del cathólico Rey de las Españas y Emperador de las Indias Don Carlos II (Lima, Joseph de Contreras, 1701), acaecida el 1 de noviembre de 1700. Estimo que su autor se ha ganado a sus editores no por el mérito literario de las composiciones; sino que éstas tienen la singularidad de estar escritas «Con alusión a la imprenta». Pero, además, y como siempre ocurre con estos regalos que llegan en sobres ad hoc rotulados con la característica caligrafía de V.I. —vida impresa—, uno aprende lecciones de bibliografía material. Léase, si no, el «Pretexto» de Marcelo Grota —que tanto nos enseña en sus páginas en la revista Hibris—, que nos informa sobre la anomalía observable en el folio (recto y verso) de los ejemplares conservados, ya que cambia el tipo de papel. La explicación no concluyente es, cuando menos, simpática para este caso y estas fechas, estas circunstancias: «Por razones que desconocemos (pérdida o eliminación de pliegos, algún accidente en la tirada, etc.) unos pocos ejemplares llevaban el papel original de la edición y se decidió no volver a imprimir la forma interna completa, sino solamente esta hoja, quizá (y estamos muy convencido[s] de ello) para, a la vez, hacer una hoja suelta con los grabados y los textos del impresor en un papel diferente, hoja que podría regalarse y difundirse de manera ajena al libro completo (al faltarle la numeración).» Así que una hoja suelta, un regalo, un impresor... Como todos los años por estas fechas.

domingo, diciembre 15, 2013

En Plasencia


© J.C. Muñoz Bejarano
El viernes estuve en Plasencia, en el Instituto de E.S. «Parque de Monfragüe», invitado por su director, José Carlos Muñoz Bejarano, para dar una charla a un grupo de alumnos de 2º de Bachillerato. Traté sobre la literatura en Extremadura, sobre algunos autores y obras memorables que ha dado esta tierra en los últimos treinta años, los únicos que propiamente nos permiten hablar de historia de la literatura en Extremadura. Los únicos, cabe añadir, que avalan y demuestran el desplazamiento del centro que se ha producido en algunos ámbitos —como el literario— en este país y que se puede comprobar en muchos sitios periféricos, como el de este oeste. Por estar en Plasencia, insistí en dos nombres: Álvaro Valverde y Gonzalo Hidalgo Bayal. Los mismos con los que tomé café en un sitio del centro —sí— un poco antes de convertirlos en objetos justificados de mi charla, en la que también me gustó allegar la memoria de Ángel Campos Pámpano con uno de sus textos y la obra de Antonio Gómez, además de algún apunte teórico sobre identidad y cronología. Creo que los alumnos captaron, al contarles lo que había hecho antes de acudir allí, lo que quise decir sobre los beneficios de la lectura de una literatura viva y tan cercana. Aunque no siempre sea, es un aprendizaje doble: el de la letra y el de la persona que la ha escrito. Fue una experiencia amable con lectores jóvenes, a los que deseo que nunca pierdan el hábito que ahora pueda estar prendiendo en ellos. Un trabajo gustoso.

miércoles, diciembre 11, 2013

Pruebas de imprenta


Estos Estudios sobre la cultura editorial del libro en la España moderna y contemporánea serán uno de los referentes principales en el estado de los ensayos recientes sobre bibliografía material —o Analitical bibliography— en el mundo hispánico. Los ha coordinado Gabriel Sánchez Espinosa. De verdad. Quiero decir que los ha reunido y ordenado, les ha colocado una bibliografía única al final y ha escrito las bio-bibliografías de sus autores, nueve, incluyéndole: Trevor J. Dadson, el editor de Gabriel Bocángel; Nigel Dennis, el malogrado —fallecido en abril de este año— editor de Bergamín y de Ramón Gaya; Andrew Ginger, autor de Liberalismo y Romanticismo: la reconstrucción del sujeto histórico (2012); Julio Neira, antiguo compañero en estas aulas extremeñas, y especialista en la literatura del 27; Carmen Peraita, de Vilanova University, tan interesada en Quevedo; Fermín de los Reyes Gómez, bibliógrafo principal e historiador del libro; Barry Taylor, bibliotecario en la British Library; Elvira Villena, historiadora del arte y especialista en grabados; y el propio Gabriel Sánchez Espinosa, de quien he tenido el gusto de hablar en este blog en entradas anteriores. El orden de los citados —salvo por el último— es alfabético, el que guardan en la noticia «Sobre los autores»; pero, naturalmente, no es el que presentan en el libro, que, después de la «Introducción» de Sánchez Espinosa, abre Trevor J. Dadson con un estudio sobre los preliminares o paratextos de los libros del Siglo de Oro, que ofrecen jugosa información sobre el proceso y la cronología de la impresión de muchas obras, como ocurrió con la Lira de las Musas de Bocángel, y como ya también trató en alguno de sus trabajos Fermín de los Reyes Gómez, que aporta en este volumen uno de los ensayos más extensos, sobre los talleres del impresor Antonio Espinosa de los Monteros (1732-1812), figura que es objeto igualmente de una parte de las páginas escritas por Elvira Villena sobre el nacimiento de una tipografía española en el siglo XVIII. El orden de los trabajos del libro es el cronológico de sus asuntos —desde el siglo XVII hasta el XX—, y que desemboquen en los tiempos más cercanos da al conjunto un interés creciente para el lector no especialista, que puede leer un sugestivo estudio —el de Dennis— sobre el programa editorial de las bergaminianas Ediciones del Árbol justo antes de la Guerra Civil, otro sobre el editor cántabro Pablo Beltrán de Heredia a cargo de Julio Neira; y, por último, uno de los capítulos con mayores aportaciones —riguroso y bien documentado— de la obra, el de — precisamente— su coordinador, en torno a la editorial Trieste (1982-1990) de Andrés Trapiello y Valentín Zapatero (1958-1990), en el que se cita «el rasgo más controvertido» de la inclusión de algunos escritores «políticamente identificados e identificables con el fascismo o el franquismo» (pág. 254), que me ha recordado el comentario aquí, en este blog, hace unos años, de algunos lectores con otro propósito.

Gabriel Sánchez Espinosa (ed.), Pruebas de imprenta. Estudios sobre la cultura editorial del libro en la España moderna y contemporánea. Madrid-Frankfurt am Main, Iberoamericana-Vervuert, 2013, 284 págs.

lunes, diciembre 09, 2013

Música poética. Galería


Una compañera, Victoria Pineda, durante una clase sobre crítica textual como invitada —un placer— en mi curso de tercero, lo evocó hace unas semanas; y en una reunión en casa con una pareja amiga, volvió a salir en la conversación tras escuchar «Madrid amanece» de Hilario Camacho (1948-2006). Es el poema LXII de Soledades, galerías y otros poemas (1907) de Antonio Machado, al principio de las «Galerías», y fue publicado por primera vez suelto en 1904. Es más conocido por la versión cantada del dicho Hilario Camacho que es toda una lección de cómo se le puede sacar partido musical a unos versos espléndidos, y bien expresivos del simbolismo poético machadiano, que el cantante convirtió a otros ritmos y recurrencias hasta hacer del poema otro texto distinto sin traicionarlo.

                           Desgarrada la nube; el arco iris 
                         brillando ya en el cielo,
                         y en un fanal de lluvia
                         y sol el campo envuelto.
                           Desperté. ¿Quién enturbia
                         los mágicos cristales de mi sueño?
                         Mi corazón latía
                         atónito y disperso.
                           ...¡El limonar florido,
                         el cipresal del huerto,
                         el prado verde, el sol, el agua, el iris...!,
                         ¡el agua en tus cabellos!
                           Y todo en la memoria se perdía
                         como una pompa de jabón al viento.

[Composición fotográfica sobre una foto de Juan Miguel Morales a Hilario Camacho y otra de Alfonso a Antonio Machado]

Le crépuscule d'un roi


¿A quién molesta que veamos en España este reportaje de Canal Plus Francia?

sábado, diciembre 07, 2013

20 años de Versión Original


Que una revista como Versión Original esté pasando por las dificultades a las que alude en sus editoriales desde hace un tiempo es ignominioso. No hay razón alguna para que la publicación cultural de periodicidad mensual más longeva que conocemos por estos pagos, que ha demostrado y demuestra su solvencia con la mera lectura de sus contenidos, tenga que pasar por esto. La Fundación ReBross que la sostiene, cuyos fines son la promoción de la cultura, especialmente del cine, y la ayuda humanitaria, no tiene ánimo de lucro; pero parece que aquí algo así mueve suspicacias. Es incomprensible. Cabría, pues, sustituir el controvertido adagio de «Ladran, luego cabalgamos» en una especie de «Callan, luego seguimos adelante», que vale como lema de este tiempo en el que la cultura ha resultado ser una de las primeras víctimas de recortes y reconvenciones. Quienes callan son instituciones públicas, empresas y particulares que, si uno tiene la paciencia de consultar los dos centenares y pico de entregas de esta publicación, saltarán a la vista, si vale la paradoja, por ausentes sin excusas. Ahí están los datos; y aquí los veinte años de Versión Original. 
En efecto, no es fácil que una revista salga, sin falta, durante más de doscientos números y durante veinte años. Fue en diciembre de 1993. Al final de un año en que Bill Clinton tomó posesión como presidente de EE.UU., que murieron para el cine Cantinflas y Federico Fellini, que Sergi Bruguera ganó el Roland Garros, que Mérida fue declarada Ciudad Patrimonio de la Humanidad y era alcalde de Cáceres Carlos Sánchez Polo. En aquel entonces, Versión Original anunciaba en su presentación su esperanza de durar veinte años más, y lo ha cumplido. «Ahora renacemos en Cáceres, y aunque en principio venimos para un año, nuestra esperanza es que se sucedan tras él veinte años más», se leía en el primer número de una revista en la que inusitadamente se daba —y sigue dándose, aunque en menor medida— una relación muy especial entre un producto editorial de carácter cultural y sus consumidores más próximos, que la incorporan al escenario urbano de la ciudad en la que se distribuye primeramente. No como antaño; pero todavía hoy puede uno recorrer algunos lugares —un hotel, un café-bar, un restaurante...—  en los que los ejemplares de Versión Original están depositados para su lectura o para fidelizar al lector que acude todos los meses a recoger su número. Se trata, por así decirlo, de una especie de topografía de afinidades electivas que une y atrae a un colectivo de personas vinculadas por su amor al cine. Portentoso.
Junto a una larga vida, el carácter temático de la revista es otro de sus valores y uno de sus aspectos más identificativos y agradables. Me parece un acierto. Lo que podría ser entendido como una limitación, publicar los números con el pie forzado de un tema, se ha convertido en uno de los rasgos mejor resueltos de Versión Original. Los géneros quizá se agoten, y así puede entenderse en los primeros números —sobre el western, la comedia, el melodrama, el cine erótico, el cine bélico, etc.—; pero la propuesta, la combinación y la serie de los temas que han ido marcando los artículos de los colaboradores, es para descubrirse, dados los peligros de reiteración. Por ejemplo, entre números como el 39 sobre «La religión» y el 99 sobre «Sacerdotes»; o entre el 101 dedicado a «Infidelidades» y el 129 dedicado al «Adulterio». El círculo se cierra, tras veinte años, cuando los responsables de la revista han decidido retomar —repetir— el mismo asunto o pie forzado de su primera entrega: el cine negro. Escribo estas líneas sin conocer el contenido —tan solo el sumario— de este número especial; pero estoy convencido de que será como tantos otros anteriores, solvente y expresivo de la buena voluntad de sus colaboradores que sin cobrar un euro por sus escritos, fielmente y con una demostrada pasión por el séptimo arte, hacen todos los meses esta publicación modélica. 
Con el sinsabor de una desazón moral, recuerdo que en la presentación del número 200 de esta revista, eché mano de unas palabras de un crítico de cine. Vuelvo a recordar, a costa de Versión Original, lo que escribió Javier Ocaña en El País, en una crítica de la película de Alex de la Iglesia La chispa de la vida (2011). La tituló, parafraseando al genio de Wilder, «El señor y la señora España», y empezaba diciendo lo siguiente: «Durante el derrumbe de la mina chilena de San José, antes de que las labores de rescate dieran sus frutos, varios de los trabajadores atrapados ya habían firmado contratos de exclusividad con las televisiones para grabar su odisea. El presunto asesino de Marta del Castillo ha recibido en la cárcel cartas de amor de diversas adolescentes seducidas por su figura. Una mujer denunció al rey Baltasar de una cabalgata porque al parecer lanzaba los caramelos con demasiada fuerza y uno de ellos le causó una lesión en el ojo. Nos vamos a pique y además nos lo merecemos. Y aunque las acusaciones siempre recaigan sobre políticos, jueces, periodistas y demás instituciones más o menos públicas, la culpa también es nuestra, de la masa, incapaz de mantener eso tan ilusorio llamado dignidad.» Creo que tenía razón y conviene que desde nuestra parcela, la de cada uno de nosotros, contribuyamos a no perder esa dignidad colectiva. Y creo que celebraciones como ésta, la del vigésimo aniversario de la publicación de una revista de cine son los gestos importantes en un mundo demasiado lleno de impostura. La única verdad —y tiene gracia que tengamos que defenderla desde el arte de la ficción— es la de los veinte años de una revista como Versión original cuyos contenidos han venido contribuyendo durante todo este tiempo a que seamos algo mejores. Feliz cumpleaños.
[Editorial del núm. 221, de diciembre de 2013]

miércoles, diciembre 04, 2013

Fernando Argenta


Volvía en el coche a casa cuando he escuchado a Carlos Galilea (Cuando los elefantes sueñan con la música) en Radio 3 abrir el programa con una dedicatoria a Fernando Argenta. Temí lo peor. He llegado tarde a la noticia, que estaba en El País, que aún no había abierto, en la necrología de Jesús Ruiz Mantilla; y que ayer difundieron algunos medios como RNE. Ya en casa, sí, he escuchado con emoción el recuerdo especial en el programa del Ciudadano García (Esto me suena), precisamente el espacio que sustituyó —al principio, con toda mi antipatía— al inolvidable Clásicos populares. En julio de 2008, miércoles como hoy, puse un pañuelo blanco por Clásicos populares, y aquí conté mi experiencia de escuchante. Hoy, el pañuelo es más oscuro. Por Fernando.

lunes, diciembre 02, 2013

El Limbo de Ada Salas


«La intensidad de lo leve», anoté al terminar de leer Limbo y otros poemas (Valencia, Editorial Pre-Textos, 2013), el nuevo libro de Ada Salas. Podría ser el título para un texto sobre esta obra que es lenguaje y que es vivencia. Fue José Gorostiza el que habló de que en poesía, como ocurre con el milagro, lo que importa es la intensidad. La cercanía con su autora me permite decir que habrá ocasión de escribir más detenido sobre estos poemas y de presentarlos aquí en Cáceres. Entre tanto, transcribo esto:

                    «Los conceptos naturales
                    con que tus versos señalas
                    acreditan bien cabales
                    que por sobrarte las sales
                    todo cuanto escribes Salas.» 

Es una quintilla que encontré publicada en el Correo de Madrid, núm. 217, de 20 de diciembre de 1788 (pág. 1362b), dedicada al extremeño de Jaraicejo Francisco Gregorio de Salas por «su muy apasionado Don Lucas Alemán», uno de los más prolíficos versificadores del periódico madrileño. Me ha parecido curioso y salao. Hala.

Glorias de Zafra (II)


A la puerta grande de la Plaza de Toros de Zafra, frente a la casa de mi madre, el sábado de la última feria de San Miguel hubo una concentración en protesta por la fiesta nacional. No llegaba el grupo a las cincuenta personas, pero se hacía oír. «¡Abolición, abolición!», «Tortura animal, al Código Penal», «Esta es la vergüenza nacional», gritaban los reunidos la consigna que marcaba un megáfono que sostenía una joven con pantalón corto y una camiseta negra igual que la de la mayor parte de los que protestaban. Soy partidario de los toros y no me considero un aficionado entendido. Simpatizo y, sin embargo, no me gusta mucho de lo que rodea a la fiesta, esa España cañí, esas mujeres, esas cabezas con gomina y figurillas de torero en quienes no lo son ni lo serán nunca. Pero los que aquel día eran animalistas me conmovieron cuando vocearon «Más maestros, menos toreros». Y me tuvieron —y me tienen— contra ellos cuando, delante de la casa de mi madre, decían «Plaza de toros, demolición» y «Esta plaza la vamos a cerrar». Hay que ser cafre para decir «Todos los toreros, como Paquirri». En la prensa, aquel domingo siguiente, casi lleno en tarde apacible, con salida a hombros de El Juli. No creo que conformase mucho a los protestones que uno de los toros de El Juli fuese premiado con vuelta al ruedo. Ese domingo no hubo protestas. Era una novillada. Seis novillos y seis novilleros; uno de ellos, un rubito al que vi cómo quiso, pinturero, dar media verónica a un coche de la Guardia Civil, que se encaró con el menguado, lógicamente. Una corrida de toros en Zafra, que también seguí en directo por el televisor. La faena la remató mi madre cuando me dijo, al acostarla: «Muchas gracias por todo». Un heptasílabo imposible de gritar.