jueves, julio 29, 2021

Reacción sonora

Hay acontecimientos especialmente singulares que uno llega a ver porque tiene un mínimo interés por ciertas expresiones artísticas. Ocurrió el recién pasado sábado 10 de julio en el Museo Vostell de Malpartida de Cáceres y tuvo todos los caracteres de lo insólito y único. Estuve con un grupo de amigas y amigos en el que estaba Ada Salas, la autora de Descendimiento (Pre-Textos, 2018), el imponente libro de poemas cuyo punto de partida es el cuadro de Rogier van der Weyden (Museo del Prado de Madrid), y que sugirió tanto a alguien, el director y dramaturgo Carlos Marquerie, como para realizar un montaje teatral sobre los versos de Ada. Se estrenó el pasado 8 de abril de este año y estuvo hasta el 25 de ese mes en Madrid, en el Teatro de la Abadía, bajo la dirección artística y con la dramaturgia de Marquerie, y la música de Niño de Elche. Por las restricciones, me lo perdí; pero Ada y otros amigos me dijeron que resultó una experiencia fascinante. A causa de eso, sobre todo, estuvimos en Los Barruecos el sábado 10, porque ya había un vínculo entre la escritora, que compartió con su círculo la noticia, y Niño de Elche, el más notorio de los intervinientes en el acto que cerraba el programa de Cáceres Abierto de esta extraña edición. En la cerca del Museo Vostell que se conoce como la de los «Toros de Guisando» se montó todo. Doscientas sillas a ambos lados de la instalación, numeradas todas y con identificación de los asistentes, a debida distancia, y, entre los toros, los equipos de sonido e instrumentos manejados por Emilio Pascual, sonidista y artista, y el compositor Miguel Álvarez-Fernández, asistiendo a un Niño de Elche que llevó la voz, el movimiento y la parte esencial o más visible de lo que llamaron activación sonora, que yo renombro como acción sonora. O, más bien, reactivación o reacción sonora, puesto que de lo que se trató fue de recrear o interpretar una acción previa, ya asentada en la tradición del arte contemporáneo del siglo XX. Propusieron una lectura de algunas de las piezas de la colección de Vostell en el museo o de algunas de sus acciones sobre música, con unos complementos acordes con el marco, como el crotorar de las cigüeñas. Yo sé qué significa la palabra ultrasonido y que no sería muy apropiada en el contexto de un espectáculo acústico como el del otro día; pero no se me ocurre una más acorde para expresar su propuesta de radicalidad, de rudeza, de sonido sucio y estridente como lectura de unas piezas o instalaciones que forman parte del ámbito fluxus y de la personalidad artística de Vostell. Así, las dos hormigoneras que comenzaron a girar flanqueando al cantante flamenco —en ese momento sí—, como si fuese un coloso, un Hércules entre columnas; o el contraste entre la canción Gracias a la vida, de Violeta Parra, y la destruacción de un coche con la guitarra eléctrica que también sucumbe en la reproduacción sonora. En estos espectáculos que resultan irrepetibles, yo me fijo mucho en mi reloj, que no suele coincidir con el de un intérprete tan alternativo, y que está aplicando pautas temporales de lo convencional hasta resultar cansino. Lo radical se aprecia en dos minutos; por eso, prolongarlo hasta los veinte sin cambios sustanciales no cae bien. Creo que cada género tiene su pauta y un soneto de veinte versos es largo. Y también me fijo mucho en la reacción de la gente. Aquella noche hubo alguien que se levantó y se fue; y otros que se miraban con una sonrisa cuando veían al artista con el micrófono metido en la boca. También alguien entregado lo jaleó cuando se arrancó en la única pieza flamenca que allí se escuchó. Ni que decir tiene que nadie supo cuándo había acabado el espectáculo hasta que el músico principal salió a saludar. Bien por los especialistas Emilio Pascual y Miguel Álvarez-Fernández, y bien por Niño de Elche, un tipo inteligente. Otro abrazo grande. 

lunes, julio 26, 2021

21/XXI

Aquí va una primera difusión de esta propuesta de la Universidad de Extremadura dentro de su programa de la vigésima segunda edición de sus Cursos de Verano/Otoño. El curso «21/XXI. Creación literaria en Extremadura en el siglo XXI» propone un balance del estado presente de la literatura en Extremadura, de su alto nivel de exigencia y de calidad, gracias, en gran medida, a las bases sembradas en los últimos veintiún años del siglo XX, que nos permiten recoger unos frutos incontestables en los veintiún años del siglo XXI. El curso se articulará en torno a tramos, con ponencias, conversaciones y debates o mesas sobre diversos contenidos como Extremadura, espacio de creación, su situación periférica y fronteriza, sobre diferentes propuestas estéticas y modos de concebir la literatura, sobre otras literaturas y los trasvases con las artes del espectáculo, o sobre el mundo editorial y su desarrollo en las últimas décadas en el ámbito extremeño. Su programa comenzará el miércoles 15 de septiembre con una ponencia de apertura de José Luis Bernal Salgado (Universidad de Extremadura). «Creación literaria en Extremadura en el siglo XXI». Y luego, el primer tramo Extremadura, espacio de creación.  Las letras en la España vaciada. Oeste, frontera y periferia. 10:45. Ponencia. Pureza Canelo (Poeta. Medalla de Extremadura). «Oeste es mi leyenda: metalenguaje plural». 11:15. Ponencia, José Antonio Llera (Universidad Autónoma de Madrid). «El Oeste de Pureza Canelo». 12:00. Ponencia. Eugenio Fuentes (Novelista). «Tanatomóvil». 12:30 Ponencia. José Ramón Alonso de la Torre. (Escuela de Arte Dramático de Extremadura). «La Raya, ese resorte creativo». En la tarde: 16:30. Ponencia. Antonio Sáez Delgado (Universidad de Évora). «Portugal a la vista». 17:00. Ponencia. Enrique García Fuentes (IES Castelar de Badajoz). «Las aulas literarias: balizamiento extremeño para la literatura hispánica en el siglo XXI». 17:45. Ponencia. Javier Rodríguez Marcos (Diario El País). «De periferias y centros literarios». 18:15. Espacio de memoria. Julián Rodríguez. Participan: Javier Rodríguez Marcos, Juan Luis López Espada y Antonio Sáez Delgado. 19:00. Mesa redonda Conclusiones. Coloquio público. Extremadura, espacio de creación. Las letras en la España vaciada. Oeste, frontera y periferia. Pureza Canelo, Eugenio Fuentes, Antonio Sáez Delgado, José Ramón Alonso de la Torre. Modera: Guadalupe Nieto Caballero. El jueves 16 continuarán las mesas y ponencias en un segundo tramo titulado Modernidad y rupturas. Retos y avances en el nuevo siglo. Nuevas generaciones. La primera ponencia, a las 10:00, de Manuel Simón Viola (Profesor y crítico). «Narradores extremeños de entresiglos (XX-XXI)». 10:30. Ponencia. Susana Martín Gijón (Escritora). «La aportación extremeña a la evolución de la novela negra. Del detective hard-boiled y la femme fatale a la diversidad actual». 11:15. Conversación. «De la creación poética». Ada Salas (Escritora y profesora. IES José Churriguera. Leganés) y María José Flores (Escritora y profesora. Universidad de L’Aquila. Italia). 11.45. Ponencia. Emilia Oliva García (Escritora) «Experimentación poética y tradición. JA Cáceres, rara avis». 12:15. Ponencia. Pilar Galán Rodríguez (Escritora y profesora. IES Hernández Pacheco de Cáceres).  «La virtud de fallar el blanco: panorama de la joven narrativa extremeña». Y por la tarde de ese jueves: 16:30. Conversación. «De narrativas». Gonzalo Hidalgo Bayal (Novelista) y Eugenio Fuentes. Modera: Miguel Ángel Lama. 17:15. Ponencia. Luciano Feria (Escritor). «Sentido y melancolía». 18:00. Mesa redonda. Modernidad y rupturas. Retos y avances en el nuevo siglo literario. Emilia Oliva, Antonio Gómez (Poeta y artista experimental), Álvaro Valverde (Escritor, poeta y crítico), Pilar Galán, María José Flores, Ada Salas, Benito Estrella. Modera: Luciano Feria. El último día, solo en sesión de mañana, viernes 17 de septiembre, se cerrará con un tercer tramo en torno a Creación escénica y edición en Extremadura en el siglo XXI, articulado en dos «escenas». La primera escena: 9:30. Ponencia. Isidro Timón (Escuela y Compañía Maltravieso Teatro. Cáceres) «La escritura teatral en Extremadura del siglo XXI. Esbozo de un mapa». 10:00. Ponencia. José Manuel Díez (Poeta y cantautor). «De Quevedo al rap». 10:45. Mesa redonda. La creación escénica de la literatura de Extremadura. Isidro Timón (Maltravieso Teatro), Magda García Arenal y Agustín Iglesias (Teatro Guirigai), José Manuel Díez (Duende Josele). Modera: Marino González. Y la segunda escena, con una mesa redonda más la ponencia de clausura: 12:00. Mesa redonda. Creación y edición en Extremadura en el siglo XXI. David Matías (Editorial La Moderna), Marino González (De la luna libros), Paca Flores (Editorial Periférica), Luis Sáez Delgado (Editora Regional de Extremadura), José María Cumbreño (Ediciones Liliputienses), Francisco Najarro (RIL editores). Modera: María José Hernández (Editora Regional de Extremadura). 13:00. Ponencia de clausura. Vicente Luis Mora (Universidad Internacional de La Rioja), «La literatura hasta el siglo XX y la literatura del siglo XXI: semejanzas y diferencias». Tras la que se clausurará el curso por las cuatro instituciones que lo promueven: Consejería de Cultura, Turismo y Deportes de la Junta de Extremadura, Diputación Provincial de Badajoz, Ayuntamiento de Zafra y Universidad de Extremadura. El asunto de la creación literaria en Extremadura en los últimos cuarenta años es tan inabarcable que valdrían sin agotarlo varios cursos más como este, limitado y concentrado, sobre el que puede encontrarse toda la información y el modo de inscribirse aquí. Será en Zafra (Badajoz), si todo va bien, entre el miércoles 15 y el viernes 17 de septiembre próximos. 

domingo, julio 25, 2021

Domingo. Toma uno

Algunos domingos tiene ese dilema. Bajarse a leer la prensa a su terraza de costumbre en su plaza favorita o quedarse en casa provisto de lo mismo más barato: los periódicos, aceitunas, unas cuñas de queso y cerveza fría. No te preocupes —la tutea porque ella lo ha hecho antes cuando le ha preguntado si te molesta el perro. Lo ha atado a la pata de una silla próxima a la suya en su mesa preferida. ¿Es un beagle, verdad?, pregunta retóricamente solo para ser agradable. Tiene una cara preciosa. No se atreve a decirle que su dueña se le parece, que también tiene un rostro amable, rematado en un moño descuidado y una oreja adornada con pequeñeces de pedrería. Él le dice que esa raza era una de las que más gustaba a su hija de pequeña. Cuando se conformaba con perros de peluche o con libros especializados, ¿sabes? Ella le cuenta que es madre de una nadadora que está hoy en Tokio, en las Olimpiadas —y él supone, por el leve acento de su excelente español, que en la delegación francesa. Discúlpame. No continúa la conversación porque él vuelve a la lectura y lee en un artículo de Íñigo Domínguez en El País que «Es agradable saber que hay gente dando lo mejor de sí misma mientras tú no haces nada». Ha llegado a esa frase después de haber sabido lo que ha ocurrido en su entorno desde ayer —que el aumento de ingresos y contagios lleva a la región al nivel 2 de alerta sanitaria—; o en otros ámbitos, con una crisis climática que está golpeando al mundo, o con el padre de un joven de veintisiete años, víctima mortal del accidente del Alvia en Angrois, que pide verdad y justicia. A la lectura de la prensa se incorpora la música de fondo del último programa de «Toma uno» (Radio 3), presentado por Manolo Fernández, después de treinta años desde su primera emisión, un programa de radio entre tanto ruido. Se alegra por asistir en directo a una despedida así y de haber resuelto el dilema del domingo quedándose en casa con la fotografía, publicada en una revista que no ha comprado, de una mujer muy guapa —¿francesa?— con un perrito atado a la pata de una silla y a la que no ha podido agradecerle que le haya invitado a la cerveza.

viernes, julio 23, 2021

Glorias de Zafra (XXIV)


El contraste entre lo poco que tardo en viajar hasta Zafra desde mi casa en Cáceres y el tiempo histórico que significa siempre ese viaje, que cualquiera podría hacer diariamente, ocupa mi pensamiento cada vez que vuelvo a la ciudad en la que nací. Hoy estoy en esta ciudad próspera y amable, atractiva por sus calles y sus plazas, acogedora por su gente, sobre todo si son viejos conocidos con los que uno no se encuentra desde hace años y que se olvidan de los estragos de la edad para alegrarse por verte. Aunque he venido a Zafra algunas veces por razón de trabajo, nunca lo he sentido así; precisamente por esa condición de casa protectora. En esta ocasión, ha sido una visita técnica que me ha permitido conocer buena parte de las admirables infraestructuras culturales de que dispone este sitio al que cada día me gusta más volver y en el que callejeo sin perder detalle, por lo nuevo descubierto o por lo recuperado en el tiempo. He tenido el privilegio, gracias a Rosa Monreal, concejala de Cultura del Ayuntamiento de Zafra, a Estrella Claver, directora de la Biblioteca de Zafra, y a Gonzalo Lavado Martínez, coordinador de la Casa de la Juventud, a quien conozco desde hace muchos años siempre vinculado con la animación cultural, de visitar el nuevo edificio recientemente rehabilitado del Hospital de San Miguel en el que se ubicarán la Biblioteca Municipal y el Archivo Histórico. Admiración por una inversión así, por una intervención en un bien patrimonial tan preciado que yo recuerdo cuando era un solar ruinoso que se venía abajo; pero también orgullo por contar en tu ciudad con un espacio público que poco a poco —he visto ya estanterías llenas de libros, cajas con vestigios de una reciente mudanza, mobiliario e instrumentos de inminente uso— estará a disposición de la ciudadanía de Zafra. Con Gonzalo luego he podido ver con tranquilidad y con su impagable guía el Complejo Cultural en el que está el Teatro de Zafra —obra del arquitecto Enrique Krahe— y no solo el espacio principal —impresionante, original, sugerente y práctico—, sino una sala de exposiciones y otra de conferencias en las que se han programado y se programarán —después de un tremendo parón o de una inevitable merma— actividades de todo tipo que aquí siempre son recibidas por el público con una extraordinaria respuesta.

miércoles, julio 21, 2021

Annual

Este pasado domingo El País Semanal traía un reportaje de Francisco Perejil sobre «Annual, cien años de olvido» en el que se publicaba en página 37 una conocida fotografía de Abdelkrim cuyo pie me llamó la atención: «[…] el legendario caudillo rifeño [antes fue periodista y juez] entrevistado por un periodista español en 1922». Me llamó la atención porque ese «periodista español» era Luis de Oteyza y la foto se ha difundido muchas veces con su identificación. El mismo periódico publica hoy una información de Luis de Vega —«Recuerdos de Annual» en la versión en papel— que evoca aquel tiempo con objetos históricos como la cámara de «Alfonsito» Sánchez Portela —el hijo del mítico Alfonso, amigo de Oteyza—, con la que se retrató a Abdelkrim, y la gumía del rifeño, y en el que se cita a Luis de Oteyza, como, efectivamente, el reportero, fundador y director del diario La Libertad, que entrevistó al líder del Rif en agosto de 1922. Luis de Oteyza es uno de esos escritores extremeños que quizá no tengan el debido reconocimiento; aunque su patria chica sí ha hecho gestos para mantener su memoria. Nació en Zafra en 1883 y falleció en Caracas en 1961, y fue otro Espronceda con una madre que se puso de parto en tierras pacenses. Una entrada que publiqué aquí hace más de quince años me permitirá no abusar con más datos, la mayor parte de ellos vinculada a personas muy apreciadas. Hoy, en el periódico, se dice que la crónica de Oteyza de aquel encuentro, que publicó con el título de Abd-El-Krim y los prisioneros en la editorial Mundo Latino en 1922, se ha reeditado en Ediciones del Viento en 2018, que no tengo. Anterior a esa, tengo la que publicó el Servicio de Publicaciones de la Consejería de Cultura de la Ciudad Autónoma de Melilla, de 2000, con un estudio introductorio de María Rosa Madariaga, a quien hoy cita El País como historiadora especializada en aquel episodio que tanto inflamó la situación política española y cuyo contexto explica incluso la creación de obras tan geniales como Los cuernos de don Friolera de Valle-Inclán, de la que también se han cumplido cien años hace nada. 

martes, julio 20, 2021

Nada por aquí

Hace pocos días, el once de julio pasado, Felipe Núñez (Plasencia, 1955) escribió en su página de Facebook lo siguiente: «Años atrás escribí profusamente. Me arrepiento de haber escrito y del contenido de lo escrito. Perpetré poemas, los primeros, torpes e ingenuos. Los últimos, repletos de gongorismos. También cometí prosas. Estas, ahítas de soberbia. Me pregunto si sería apropiado emprender un expurgatorio» (*). Hubo algunas reacciones, y la más contundente fue la de Juanma Barrado, seguidor temprano de la obra de Felipe, que no comprendía esa mirada retrospectiva e inclemente. ¿Expurgatorio? Replico. Con la complicidad de Felipe Núñez, replico con una exhumación. Se titula Nada por aquí, nada por allá. Seis personajes en busca de su padre y no estaba muerto, no, que estaba tomando cañas; narración por otro nombre conocida como la sinfonía dialéctica en cinco movimientos, dotada de prólogo para mejor comprensión de lo que en ella acontece, con interpolaciones y entrecomillados ocultos, personajes accesorios y otras cantidades de menor cuantía que serán entregadas previa presentación del resguardo correspondiente y el carnet de afiliado. Es un mecanoscrito fechado en Cáceres en MCMLXIII, de cuarenta y ocho hojas tomadas por el color del tiempo y que llevan la mención de autoría —o «propiedad intelectual»— de Carlos Ortega y de Felipe Núñez, que perpetrarían aquello a los diecisiete o dieciocho años. Más tarde, vendría la edición ciclostilada de Tris tras princesa (1975), la de Leticia va del laberinto al treinta (1977), con una nota en cuarta de cubierta de Jorge Urrutia, por aquel entonces profesor en la Facultad de Letras de Cáceres —origen de todo—; como lo era, y tanto, el muñidor Ricardo Senabre, que conoció aquella «narración por otro nombre conocida como la sinfonía dialéctica» y que llevaba un prólogo —«De obligada lectura»— firmado por Nicolai Nicolaiev Krallov, Director de la Escuela Venezolana de Artes Aplicadas. Por allí anduvo César Nicolás —sic—; aunque Felipe dice que todo lo escrito fue por él y por su cómplice. La materialidad de la pieza documental —no impresa, sin aspecto de libro— la tiene condenada fuera de los «elementos normalizados» de los modernos catálogos en línea de una biblioteca como la nuestra. Así que, aunque parezca mentira, es fácil localizar el texto en los antiguos ficheros de madera que contienen miles de fichas en papel de aquella antigua biblioteca matriz de lo que hoy tenemos modernamente mecanizado. Yo recuerdo haber tenido en mis manos el ejemplar cuando aún la Facultad estaba en aquel Edificio Valhondo; y por eso, cuando Felipe Núñez me preguntó si yo sabía algo de aquel escrito, no dudé en responderle que seguro que tenía que seguir ahí. Y ahí sigue, con sus tapas de cartulina verde y sus tres grapas ya oxidadas para aferrar el lomo. Y con el canguro o papelín del préstamo que dice que alguien lo sacó también en el año 2000. Nadie más hasta ahora que lo he tenido aquí para enviar una copia escaneada a su padre principal. Habría que ponerse a imaginar lo imaginado por aquellos jóvenes que escribieron «abundantes vicios de dicción», según el prólogo, y que se entregaron al absurdo de Jardiel y de Beckett, más que a cualquier rebeldía política en los estertores de la dictadura. Los cinco «movimientos» contienen un relato delirante con un puñado de guiños a la literatura de siempre y a la vida de entonces, y poemas que podrían considerarse la prehistoria insolente y atrevida de, por ejemplo, Tris tras princesa, y notas muy jugosas de erudición con chispa, entre las que está la que revela el primer título largo de la novela de Jesús Alviz Concierto de ocarina (Ediciones Libertarias, 1986), que fue Concierto de ocarina con solos de trombón, coro popular con clave incógnita, en tres movimientos (h. 30). 

(*) Leopoldo Felipe Núñez Santos, que firmó todas sus obras como Felipe Núñez, fue una de las figuras más destacadas de los primeros años de la juventud literaria extremeña en el arranque de la Universidad de Extremadura, y fue guía de las primeras promociones literarias de aquel tiempo. Aparte de los libros citados, publicó los poemarios Los seres y las fuerzas (1979), Equidistancias (1983) y Nombres o cifras (1985), que reunió luego en el volumen Balizamiento para un aterrizaje nocturno, publicado por la Editora Regional de Extremadura en 1998, año en el que también apareció su ensayo Para escapar de la voz media, que fue Premio Arias Montano de la Junta extremeña. En 2014, Editorial Delirio publicó sus Obras, con la reunión de la mayor parte de sus versos, sus prosas, algunos inéditos y otros textos críticos. Allí, en una «Breve nota previa», escribió: «Releo estos viejos escritos míos y observo algo con disgusto y vergüenza: demasiado a menudo manifiestan incomodidad con su propia existencia. Amenazan una y otra vez con “el abandono y el borrado”, y al respecto se interrogan enfáticamente sobre si resultaría más radical el uno o el otro. El simple abandono —afirman— es radical por cuanto no añade gesto. Pero el gesto del borrado, a cambio, es más drástico siempre que sea irreversible». Y añadió, como yo hago ahora con la publicación de esta nota: «Pues bien, ni abandono ni borrado. Muy al contrario, estos viejos escritos vienen aquí a insistir y reincidir» (pág. 9). 

domingo, julio 18, 2021

18 de julio

Hoy, 18 de julio, una tribuna de Pilar Mera en El País y el programa de Radio 3 Videodrome, que escucho —estremecido de nuevo por la rememoración de tanto odio— mientras comienzo a pasar estas líneas, me recuerdan aquel nefasto e infame hecho de hace tantos años; y un amigo, poeta y crítico, Alfonso Alegre, me envía un poema dedicado a José Ángel Valente —murió en Ginebra tal día como hoy de hace veintiún años— y recogido en su libro El camino del alba (Tusquets, 2017). Hoy la prensa trae la noticia de la muerte ayer de la actriz Pilar Bardem. Nadie ha tenido que recordarme el primer aniversario de la de Juan Marsé, también un 18 de julio, y sí M., una amiga, que estuvimos con su familia y unos amigos, hace exactamente un año, visitando unas bodegas en Almendralejo en las que nos atendió Cristina y nos sirvió la comida, como si fuésemos recién nacidos, un excelente camarero gitano que atendía por Lolo. Me cuesta concentrarme en la lectura de los periódicos cuando, sentado en la terraza de costumbre, dos personas, en una mesa junto a la mía, hablan sin nadie más a su alrededor y sin ruidos que tapen lo que dicen. Me esfuerzo en concentrarme en mis papeles porque no es cómodo escuchar como si fuese un fisgón asuntos íntimos, confidencias o cualquier comentario insustancial que nada tienen que ver conmigo. Un señor robusto esta mañana hablaba de algo de su trabajo —«…le dije que yo le llevaba el caso sin cobrarle…»— con una mujer a la que ya le adjudiqué su condición de esposa. De pronto, la conversación dio un giro y escuché el nombre de Colombo. Como antes yo sí estaba a lo mío, no sé si lo pronunció uno de los dos para referirse a un perro o a un amigo común al que conocen con ese mote. Lo cierto es que salió el apellido del conocido teniente televisivo y entonces fue cuando el marido contó con bastantes detalles uno de los episodios de la afamada serie en el que el detective descubría al asesino gracias a una colección de bolas de nieve decorativas que estaban en una vitrina. Ayer la conversación fue más cercana y aún más nítida. Por eso, de haber llevado conmigo mis nuevos airpods, habría evitado enterarme de los problemas que una mujer contaba a su amiga sobre la gestión de su divorcio y la relación con su hija, sus consideraciones sobre la lealtad, la entrega a los otros, la complicidad, y también lo alejadas que están algunas personas de estas virtudes. En lugar de sentirme mal por estar escuchando conversaciones ajenas, prefiero ser como el narrador de Microcosmos, de Claudio Magris, cuando describe el ambiente del Café San Marcos de Trieste y reproduce fragmentos de aquel murmullo de voces y del coro inconexo y uniforme que nada tienen que ver con estos ratos tranquilos en San Juan a la hora del aperitivo en los que se escucha todo. Solo faltó encontrarme a alguien para darle un abrazo. 

jueves, julio 15, 2021

Sin pronunciar tu nombre

Mañana viernes tenía que celebrarse la presentación de la antología de Santiago Castelo, Sin pronunciar tu nombre. Antología poética (1976-2015), publicada, con selección y prólogo de Carlos García Mera, en la colección «Avis rara» de la Editorial Urutau de Pontevedra. Iba a ser en Don Benito, en el Museo Etnográfico «Agustín Aparicio» a las 21:00 horas, con la actuación musical de «Las Nietas del Charli». Lamentablemente, y por la puñetera situación pandémica que padecemos, no podrá ser. Esperemos que en septiembre. Como había querido estar, escribo esta nota sobre este libro de pequeño formato y atractiva apariencia —hay segunda edición— que contiene textos de José Miguel Santiago Castelo desde sus comienzos poéticos (Tierra en la carne, de 1976) que me han permitido revisitar su obra por la ajustada selección de poemas de todos sus libros: tres textos de su primer libro, cuatro de Memorial de ausencias (1979), cinco de La sierra desvelada (1980), seis de Cuaderno del verano (1985) —el primer libro que yo leí de Castelo—, siete de Siurell (1988), dos de Al aire de su vuelo (1993) y de Diario de a bordo (1994), cuatro de Hojas cubanas (1998), dos de Cuerpo cierto (2001), seis de Quilombo (2008), nueve de La hermana muerta (2011), tres de Esta luz sin contorno (2013), y doce, en un colofón tremendo, de La sentencia (2015), su libro póstumo. La lectura seguida de estos sesenta y cinco poemas es una experiencia de reencuentro con uno de los poetas más singulares de las letras extremeñas; así, como a él le gustaba. Que el prólogo de Carlos García Mera solo dedique unas pocas —y acertadas— palabras a la poesía de Castelo en sus dos párrafos finales, y que todo lo anterior sea sobre la persona, dice mucho de lo que aún pervive de la extraordinaria figura que fue. Un ejemplo de la admiración de quien le retrata en el delantal de esta antología, que ojalá se convierta para un lector que no lo conozca en la puerta de entrada a la poesía toda del autor: «A Castelo le encantaba pertenecer a otro tiempo donde se estilaban las galanterías y los ademanes nobiliarios. Le rodeaba siempre un aura de misterio, esbozada con una sonrisa socarrona, pero sin malicia, seguro de gustar —porque gustaba, y lo sabía— donde se escondía toda la verdad del mundo. Sin duda, su voz, como de tormenta estival, refrescante y tronadora, dictaba sentencias inequívocas o susurraba los consejos certeros en los momentos precisos. O, de pronto, te acogía en su declamatoria, rebosante de anécdotas, que adornaba con paréntesis o silencios exactos para mantener la atención del público […]». Esta manera de subrayar la persona, la vida y la carne, y no los matices de su poesía, nos arrastra a todos, por estar ante una personalidad tan arrolladora. Quede, sin embargo, en esta nota, la vida y la carne de estos alejandrinos sobre la hermana muerta: «Temo volverme oscuro y el dolor siempre andando; / por eso en vuestros ojos quiero ser sol de un día». Sol de muchos días en su recuerdo. Un beso, sin pronunciar tu nombre. 

miércoles, julio 14, 2021

Sello de calidad

Esta mañana me han comunicado, en resolución provisional, que la revista Cuadernos dieciochistas ha sido reconocida con el Sello de Calidad de la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT). Hay que celebrarlo ahora que reordeno y actualizo como puedo todo lo que ha llegado en los últimos meses para publicar en el volumen de este año, el veintidós, dedicado a «Las matemáticas en el siglo XVIII español». Sí, porque uno de los grandes valores de esta publicación es su interdisciplinaridad. En su sección monográfica, ha tratado asuntos como las religiones y culturas en el XVIII, la cultura literaria y la identidad en la Ilustración hispánica, la Guerra de Sucesión, el teatro y la música, la arquitectura y el urbanismo, autores destacados por algún centenario como Pablo de Olavide, Jovellanos, Meléndez Valdés o Nicasio Álvarez de Cienfuegos, y otros temas como las artes decorativas de la época, la economía o la guerra; y, en su sección de «Varia», otros numerosísimos aspectos encuadrables en el marco cronológico de sus intereses. La revista nació en el año 2000, auspiciada por la Sociedad Española de Estudios del Siglo XVIII (SEESXVIII) y editada por Ediciones de la Universidad de Salamanca, que sigue difundiéndola. Su primer director fue el historiador Antonio Morales Moya, que, cuando dejó la universidad salmantina, pasó la dirección a la dieciochista María José Rodríguez Sánchez de León, actualmente catedrática de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada en Salamanca. Directora de la revista desde 2002, desde el volumen tercero, estuvo al frente hasta el publicado en 2014, y la situó en estimables índices de impacto. En abril de 2015, cuando la junta directiva de la SEESXVII me propuso para seguir sacando adelante esta publicación, asumí la tarea con la ayuda impagable de Fernando Durán (Universidad de Cádiz) hasta 2020, y con la de Antonio Calvo Maturana (Universidad de Málaga) desde 2018, y Mª Dolores Gimeno Puyol (Universitat Rovira i Virgili), desde 2019, sin los que esto no podría sostenerse. Parte del informe de valoración de la FECYT dice que Cuadernos dieciochistas tiene una orientación claramente científica y que centra su foco en una centuria clave para España y Latinoamérica, y que se ha convertido en una referencia para los estudios de todo tipo del siglo XVIII. Nos proponen asumibles vías de mejora que, desde la rigidez de los dictámenes, son acicates para continuar trabajando para ofrecer a la comunidad científica en el campo de las Humanidades un espacio en el que dar a conocer sus trabajos. Agradecido. Un abrazo.

domingo, julio 11, 2021

Autorretratos de pluma y espada (y 2)

© Josep Lago (AFP)
La fotografía de Josep Lago que hoy publica El País en la página 35 de su edición nacional en papel me ha sugerido estas líneas, después de recuperar ayer unas notas sobre el montaje de Autorretratos de pluma y espada. Dramaturgas del Barroco en primera persona, de Karlik Danza, visto en el XXXII Festival de Teatro Clásico de Cáceres. Todo el mundo comprende la metonimia de «pluma» por escritura que está en el título de la obra y que se repite en las notas presentativas de la compañía sobre su trabajo: «Su pluma como arma será el vehículo de expresión de sus opiniones frente a los tópicos establecidos por costumbre y la acción dramática se convierte en tesis para demostrar que la mujer es firme, que puede defender su agravio ella sola y por lo tanto no debe ser considerada débil ni mudable». Y así como esto es claro, también lo es que no hay metonimia —o a mí me lo parece— en el texto de la pancarta que exhibe el joven de la fotografía; sino un uso figurado extendido a toda una identidad sexual y no al significado restrictivo y de apariencia —nada militante, como es el caso— que la Real Academia tiene en su diccionario: «Afeminamiento en el habla o los gestos de un varón». Lo cierto es que distintas causas de polisemia han coincidido en ambas maneras, la de la compañía teatral y la del manifestante, de reivindicación muy actual y muy justa. La más artística la traje aquí ayer y la más palpitante en estos días la ha llevado hoy el periódico a un titular reafirmativo e indignado contra la homofobia: «La comunidad LGTBI dice basta». Por eso he escrito esto.

sábado, julio 10, 2021

Autorretratos de pluma y espada

Ayer, mi experiencia teatral en este blog con Niceto Alcalá-Zamora no me llenó del todo. Un relieve de erudición está bien de vez en cuando; pero cuando el teatro es vivido y sirve para salir a la calle un rato, relacionarse con otros, aprender de los que saben del oficio por asistir a un montaje en donde hay actrices, directoras, técnicos de iluminación y sonido, tanta gente, entonces, la experiencia es plena, muy gratificante. Incluso te permite socializar y salir de la huronera para ir bien acompañado a disfrutar del teatro al aire libre una noche agradable de junio. Nada más ni nada menos que la noche de San Juan, que fue cuando vimos en Las Veletas Autorretrato de pluma y espada, un montaje de Karlik Danza en el que participó mucha gente conocida. Lo primero que me llamó la atención sobre el escenario fue una reproducción encajada en una grabación en blanco y negro de la estupenda actriz Memé Tabares interpretando a María de Zayas. Cuando se hizo la luz se apreció cómo se vestía el rostro de la mujer en un traje de época de gran copa. Su miriñaque —todo un símbolo— sería luego utilizado en otros cuadros de la obra, y fue uno de los recursos valiosos de este montaje, con su intención reivindicativa de la presencia de las mujeres en la literatura de nuestros Siglos de Oro: Ana Caro, Ángela de Acevedo, Leonor de la Cueva o la también citada Catalina Clara Ramírez de Guzmán, como una mención extremeña más que justificada. A la mayor parte de esos nombres ponen rostro las experimentadas actrices, además de Memé Tabares, Carmen Galarza —a la poeta andaluza Ana Caro de Mallén—, Ana García —a Ángela de Acevedo, portuguesa que escribió sus obras en castellano—, Olga Estecha —a la vallisoletana Leonor de la Cueva y Silva, autora de La firmeza en la ausencia—, y, finalmente, el actor, director, y profesor en la ESAD de Extremadura, Alfredo Guzmán, como Fray Luis de León, también en plasma. Le puse algunos reparos a la estructura argumental, a la solución para hilar las diferentes historias con un motivo único que se cifró en esa reivindicación justa del papel de las mujeres silenciadas en la historia literaria. Pero como tal recreación, no me acabó de convencer en su unidad y en su ritmo. Y eso que basta con la llamada de atención para que el público empatice con un empeño artístico así. Como, más en mi ámbito, proyectos de investigación académica como BIESES (Biografías de escritoras españolas), la base de datos de acceso libre para todos los investigadores que completa, recopila y sistematiza las fuentes informativas de que disponemos para el estudio de la escritura femenina anterior al siglo XIX, y que impulsó y coordina mi querida Nieves Baranda. Lo que sí convenció aquel jueves 24 es el papel de todos los actores y de todos los que intervinieron en levantar esos Autorretratos que proponen levantar la pluma como arma frente al discurso masculino. Desde una espléndida Guadalupe Fernández, hasta las más que solventes Chloé Bird —a quien por primera vez vi en el escenario sin cantar ni tocar— y Lara Martorán, más Sergio Barquilla y un cercano Jorge Barrantes que sigue creciendo, apoyados en la expresión corporal coreográfica tan ajustada a la dirección y el propósito de Karlik Danza —Cristina D. Silveira. Mucha gente conocida entre el elenco, como decía al principio; y para prueba sirva que, cuando pronuncié el nombre de uno de los intérpretes al terminar la obra con la grada en pie aplaudiendo, se giró una señora de la fila inferior para decirnos orgullosa: «—Es mi sobrino». Mereció la pena, como siempre, salir de casa para ir al teatro bajo el cielo de otro junio pasado que no ha sido inclemente. Me alegro de que don Niceto me haya obligado a sacar esta entrada del morral; si no, se hubiese perdido, como tantas.

viernes, julio 09, 2021

Derecho y teatro

Hace unos años tuve el gusto de participar, por invitación de mi admirado amigo Jesús García Calderón, en un Curso sobre Modernización del Lenguaje Jurídico celebrado en Madrid en septiembre de 2011, que luego tuvo una segunda edición en diciembre de ese mismo año en el Parlamento de Andalucía en Sevilla, y al que me referí aquí a propósito de una de las publicaciones de la Real Academia Española. Ante un auditorio compuesto mayoritariamente por jueces y fiscales —entre los que se encontraban algunos conocidos por la notoriedad de sus procesos en los medios de comunicación—, hice lo que pude para relacionar la literatura con la justicia, con algunos casos o ejemplos sabidos, como el pleito contra el autor de Madame Bovary en el que un abogado sacó adelante su defensa con una explicación convincente y definitiva del estilo indirecto libre. De haberlo conocido por aquel entonces, habría sumado el discurso de ingreso en la Real Academia Española de Niceto Alcalá-Zamora, del 8 de mayo de 1932, titulado Los problemas del Derecho como materia teatral, que he leído no hace mucho, aunque pude saber de él gracias a una pieza tan magistral como En doscientas sesenta y tres ocasiones como esta, leída en la recepción pública de Pedro Álvarez de Miranda en junio de 2011, que recogió en su versión impresa un «Catálogo de los discursos de ingreso en la Real Academia Española (1848-2011)». Son todos textos que hoy, afortunadamente, pueden leerse en la página de la RAE. A mi parecer, el del Presidente de la Segunda República Española en aquel momento no destaca como pieza amena y sí por su cargada retórica y espesura; pero tiene su interés en tanto reflexión que relaciona el mundo del teatro con el mundo del Derecho, y daría como fuente para hablar algo más sobre lo jurídico y lo literario, aunque en el texto de don Niceto mandó más la «conciencia jurídica española» que la historia del teatro español, y hasta su segunda parte no se abordó el «Enlace del Derecho con la Literatura». Ahí tiene su enjundia la consideración de que «un proceso y un drama suelen parecerse tanto que, diferenciándolos con frecuencia tan sólo un aspecto escénico, decisivo —el interés—, pudieran definirse diciendo que muchos dramas son procesos imaginados, que interesan a todos, y muchos procesos, dramas reales, que interesaron sólo a algunos» (pág. 40). Y confieso que he corregido la puntuación, enmendando la plana a lo publicado por la RAE en 1932. Buen fin de semana.

lunes, julio 05, 2021

La cultura contemporánea

Decía que mi coche duerme cerca de donde vivo, o que está cerca de donde duermo. Donde mi coche hay tres plantas de panteones para cuatro ruedas en ángulos insólitos, en ubicaciones a veces inverosímiles. Hay muchas plazas para los que no somos vecinos del inmueble, y unas pocas hay también que son propiedad de hoteles próximos que las ofrecen a sus clientes. Con ellos me encuentro casi a diario, cuando entran o salen del garaje. Si entran, les abro sin que tengan que marcar el código que traen en el papelín que sacan; y si salen, hay veces que no saben que la estrecha portezuela nos lleva a todos a la calle; y es cuando les ayudo y sostengo esa puerta para que salgan con sus maletas, como si les diese la bienvenida a Cáceres, un gesto que siempre reciben bien. Si algún día pongo un bar en esta ciudad, se llamará «La cultura contemporánea». Ya me imagino las grandes y elegantes letras en la fachada: LA CULTURA CONTEMPORÁNEA. Como esto es una estupidez improbable, dejo aquí el comentario por si alguien que tenga posibilidades de abrir un negocio así, un bar que no tenga por qué tener relación con la cultura, le ponga ese nombre. Lo ideal sería que se hiciese famoso por un servicio exquisito, unos baños impolutos y la calidad de sus tapas. No sé, unos callos para chuparse los dedos. Luego, igual a alguien se le ocurre utilizar el espacio para presentar un libro o para colgar en las paredes las obras de algún artista. Pero esta tarde se me ha ocurrido que estaría bien que en la ciudad en la que vivo podría haber un bar más al que acudir y llamarlo «La cultura contemporánea». De estar bien, sería, además, singular, curioso. Quizá algún día termine de escribir un texto que tengo titulado «Tú y yo» —o «Yo y tú», pues todavía dudo— sobre el mito de Narciso, como el Luis de Baviera de Cernuda «Se inclina y se contempla en la corriente / Melodiosa e, imagen ajenada, su remedio espera / Al trastorno profundo que dentro de sí siente». En mi bar quisiera versos así, cerveza fresca y callos exquisitos.

jueves, julio 01, 2021

Trastero

En las casas modernas el trastero suele estar en el subsuelo, donde también guardamos uno de nuestros bienes más preciados y objeto de ostentación: el coche. En la mía está arriba. Vendría a ser lo que antiguamente era el desván. Sin embargo, al mío no se accede desde casa; sino que hay que salir a la escalera compartida con un vecino y subir hasta el cubículo en el que guardo casi solo papeles —también materiales sobrantes de las obras de reforma, juguetes antiguos de mis hijos, libros y folletos…— y se acumula el polvo. Tengo que pedir ayuda para limpiarlo, me digo algunos días. Otros no, pues puedo solo. O podo suelo. O lo uso como suelo. Ya empiezan a rondarme los juegos palindrómicos para los que no estoy dotado como amigos inteligentes. A mi coche lo tengo subrogado fuera, aunque cerca de donde duermo. Me gusta subir al trastero. Allí encuentro restos del tiempo que llevo en esta casa; y sobre todo papeles que son los que siempre me distraen de la tarea de limpiar, tirar y ordenar lo acumulado en tan reducido espacio. Ha habido días que me han llevado muy lejos, como cuando me bajé un ejemplar de hace cuarenta y un años de un suplemento que publicaba el diario Hoy titulado Seis y Siete, que, para ilustrar un informe sobre los hábitos de los jóvenes españoles del momento —«se drogan poco y son bastante apolíticos»— publicó una fotografía en la que se nos veía a la pandilla en el Parque de Zafra. Teníamos entre diecisiete y dieciocho años. Fue en aquella revista que recogía al final la programación de solo dos canales, el «normal», y el «UHF», que el lunes 7 de julio de 1980 emitió en el programa A fondo, presentado por Joaquín Soler Serrano, una entrevista al escritor Francisco Candel. En estas páginas con marcas de la edad hay una colaboración de F. Moreno Guerrero sobre la editorial Esquina Viva y sobre José Antonio Zambrano, a quien llamaba «poeta sentío», que es uno de los que yo siento entre mis papeles, entre algún archivador rotulado en el ancho frente como «Creación ajena», en el que se especifican muchos nombres queridos. Lo importante es que mi propio presente ronda parecidos intereses sobre otras creaciones, como la de Zambrano. Ahí sigo, escribiendo sobre él, como puedo. Sobre el hombre —y son palabras removidas del último poema de su último libro— que sostiene en sus manos un barco de papel que fija el rumbo sobre un mar que mantiene su condición de espacio.