© Foto de Lorenzo Cordero HOY
«tanto en la medicina como en la literatura se establece una relación de ayuda» (Basilio Sánchez)
Viernes, 27. Quién iba a decirme que pondría aquí una fotografía de Basilio Sánchez con su bata de médico. Con las veces que he escrito sobre él por motivos literarios. También el sábado pasado, cuando celebrábamos anómalamente el Día Internacional de la Poesía, en plena crisis por el coronavirus, aludí a él para llamar la atención sobre su condición de poeta y cómo ha evitado siempre mencionar en sus publicaciones literarias su profesión de médico. Él escribió sobre esto en «Güelfos y gibelinos», uno de los capítulos de su delicioso libro de prosas La creación del sentido (Pre-Textos, 2015). Se apoyó en la palabra de otros médicos escritores, como Gregorio Marañón o Miguel Torga, y en imágenes imaginadas como la del médico y poeta gallego Luis Pimentel (1895-1958), tan de vanguardia, tan del 27, escribiendo en su consulta algunos poemas en el reverso de las recetas, para venir a decirnos que «quizá mi relación diaria con el dolor y la enfermedad estén en la raíz de una poesía que para mí ha sido siempre un lugar de acogida y de resistencia» (pág. 155) y que es posible que haya cierta reciprocidad entre ambas dedicaciones en los estratos más hondos de la vivencia de todo. Ahora está entregado con afán a los demás, a quienes tanto lo necesitan; y con ello, no sé, me parece que, en efecto, la poesía también ayuda. Y ahora a las ocho volveré a salir al balcón a aplaudir. Pero me he querido adelantar para asomarme aquí, mostrar la foto de Basilio y mandarle mi abrazo y mi agradecimiento. Esta vez, no por las dedicatorias de sus libros, no. Menos mal que a algunos lo único que nos piden es que nos quedemos en casa como la mejor manera de ayudar; porque si a mí me solicitasen que tuviese el arrojo que sanitarios, cuidadores, policías, guardias civiles, etc., están teniendo estos días, todo sería un desastre. Una amiga enfermera acude todos los días al hospital y cuando vuelve a casa se limpia bien, se desinfecta; pero no se quita ni un ápice de la entrega, la generosidad, la responsabilidad y la humanidad que ha llevado al espacio íntimo que comparte con su pareja, que es la que me dijo el otro día que a veces está acojonado —palabra suya— cuando su amor vuelve a casa. Es una situación particular que es tan global que habría que llevarla a cualquier escena, para que su valor enorme haga el efecto que necesitamos. Hoy, encima, que estamos en el Día Mundial del Teatro. Las butacas vacías y las camas llenas. Nos ha tocado esto.
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