«Caminar por caminar cansa» (Antonio Gómez)
Domingo, 22. Lo peor está por venir, repitió anoche el presidente del Gobierno. Lo comentaron luego algunos tertulianos en un programa que me arrepiento de haber visto, aunque fuese solo durante unos minutos. Me indigna que estén en un plató televisivo unos personajes ridículos con un presentador que interpreta muy bien su papel de impostor, todos juntos, cada uno llegado desde su domicilio, caminando por la calle o en un vehículo particular o público, preparados para intervenir —maquillados—, y luego todos vueltos a sus casas. A los demás nos cierran los centros de trabajo y nos piden que no salgamos a la calle para nada. Ya son diez días y lo vamos consiguiendo. Me estoy acostumbrando a leer mientras camino por la casa para hacer algo de ejercicio. Sigo con Cuando editar era una fiesta (Barcelona, Tusquets Editores, 2020), la correspondencia privada de Jaime Salinas con Gudbergur Bergsson, «el compañero de una vida», como dice el muñidor de esta espléndida edición, el profesor —de la Universidad Ca’Foscari de Venecia— Enric Bou, que ha pespunteado el cuerpo principal de las cartas con materiales diversos como fragmentos de entrevistas, trozos de estudios, artículos, noticias de prensa, etc. Grata e insólita lectura peripatética de la que igual un día extraeré una estricta tabla de correspondencias entre el número de pasos y el número de páginas. Nunca me lo había preguntado: ¿qué distancia recorre un lector medio después de haber leído completo caminando el capítulo 1 de Rayuela? Entretanto lo averiguo, hoy he comprobado que cuatro mil pasos son dos kilómetros y ochocientos metros. Y sin salir de casa.
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