«El poeta es un creador» (Juan Ramón Jiménez)
Sábado, 21. Día Mundial de la Poesía. Hoy la red se está llenando de versos. Y hay un montón de iniciativas que promueven, como trae La Vanguardia.com, festivales «poéticos por Internet, rimas en las redes sociales y pancartas en los balcones», como una forma de combatir la cuarentena a ritmo de verso. Mi querida compañera G. me envía una foto del poema que ha copiado a mano en un folio y ha pegado en la ventana hacia la calle, siguiendo la propuesta de la Consejería de Cultura, Turismo y Deportes de la Junta de Extremadura. Lo ha hecho con un poema de Basilio Sánchez, el decimoquinto de la primera parte de He heredado un nogal sobre la tumba de los reyes (2018), XXXI Premio Internacional de Poesía Fundación Loewe: «Pertenecer a algo, / al cauce de un riachuelo, / al país de las hojas del otoño, / al arriate verde de la casa / que un hombre solitario levantó en una noche. […]». El caso de Basilio Sánchez es poéticamente ejemplar por la calidad incuestionable de su escritura. Son muchos años, son muchos libros, muchos reconocimientos por ellos y, afortunadamente, he tenido muchas ocasiones de estar cercano en persona y por escrito a su quehacer literario, que también es humanamente edificante. Salvo en las entrevistas o en alguna nota biográfica redactada por alguien, nunca en los datos a él referidos publicados en las cubiertas y solapas de sus libros se menciona su profesión de médico intensivista en Cáceres. Por supuesto, en su poesía no hay nada que deje asomar esa circunstancia de su vida, nada de lo que rodea a una dedicación tan cercana a la vivencia extrema, como estos días de ahora nos muestran. Y es que ayer leí un libro de poemas que representa el otro extremo de Basilio. Me llegó junto a La patria de los náufragos, de José Antonio Ramírez Lozano, «Premio Leonor» 2019 de la Diputación de Soria. Es Hallar la vía, de Noelia Palacio Incera, que mereció el «Premio Gerardo Diego» 2019 de la misma institución. Noelia Palacio (Santander, 1985) es, según se lee en la solapa de este su primer poemario, psicooncóloga y experta en cuidados paliativos. Casi todo el libro, desde su título, es una extensión literaria —con momentos de cierta intensidad poética— de su profesión: hay un paratexto titulado «Sedación», hay poemas como «Cáncer», «Fagocitosis», «Quimio», «Aislamiento», «Enfermedad refractaria», y hay otro paratexto al final que se titula «Sanar», que culmina una segunda parte menos referencial y más sugerente. Curioso. Y por eso anoche me acordé del autor de La mirada apacible y de He heredado un nogal sobre la tumba de los reyes; porque lo que leí es todo lo contrario a lo que llevo viendo poéticamente en un médico como Basilio Sánchez. Salud y poesía.
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