Cinco personas en una sala con capacidad para más de cien no creo que sea para preocuparse en este estado de alarma. Si acaso, la empresa, que sigue manteniendo un pase de Palabras para un fin del mundo, el documental dirigido por Manuel Menchón que he visto hoy. Me alegra mucho que la figura de Unamuno siga propiciando la producción de libros, artículos, películas como la de Amenábar —que esta noche he tenido presente— o documentales como el que vuelve sobre los últimos años, los últimos meses, las últimas semanas y el último día de tan respetable figura intelectual. «Intelectual» es una palabra que se repite, siempre en boca de quienes la desprecian, en muchos momentos de esta excepcional manera de recordar al autor de Niebla y de Del sentimiento trágico de la vida. De la vida que se le fue, según los datos que aporta este documento formidable, en unas circunstancias extrañas sobre las que yo creo que indaga con razonable credibilidad. Palabras para un fin del mundo repite la imagen de un entierro del rector de Salamanca rodeado de falangistas, y pone a uno de ellos, Bartolomé Aragón, que no acudió al sepelio, junto a la camilla del maestro cuando murió, sin que luego nadie certificase con verificable certeza ni hora ni causa de la muerte. Todo esto está muy bien montado en un documental que aporta imágenes —no soy ningún experto en la historia gráfica de aquellos años— que yo no había visto nunca, y que incide en la quema de libros y en el ondear de banderas, que son las más notorias situaciones en las que se manipula aquí para expresar mejor lo que pudo haber sido. Lo que fue.
martes, noviembre 24, 2020
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