jueves, diciembre 19, 2019

Hospitalidad (y II)


Ha sido la primera vez que he estado solo en la Sala Cervantes de la Biblioteca Nacional. Nunca me había pasado. Recuerdo que hace bastantes años, en la antigua ubicación de grandes cristaleras, a veces uno tenía dificultades para encontrar pupitre. Hoy, el mío, el número 3, era el único ocupado hasta que ha llegado otro investigador y se ha sentado en el 8. Y ahí hemos estado, en un silencio y una tranquilidad inusuales. Mi amigo hospitalario de ayer me hablaba esta mañana en el coche del mucho tiempo que llevaba —aun viviendo en Madrid— sin venir a la Nacional; y es verdad que ha cambiado todo tanto y que accedemos a una información que era impensable hace años; y que, naturalmente, tiene que notarse en el número de visitantes, de lectores y de investigadores que pisan esta monumental y acogedora casa. Mucha culpa de esa despoblación lectora en la sede de Recoletos tiene el impresionante proyecto de Biblioteca Digital Hispánica, que, puesto en marcha en 2008, a fecha de octubre del pasado año, ha incorporado 218.000 títulos de libros impresos entre los siglos XV y XIX, manuscritos, dibujos, grabados, folletos, carteles, fotografías, mapas, atlas, partituras, prensa histórica y grabaciones sonoras. Una casa acogedora, sí, como siempre lo ha sido para este usuario. A pesar de las molestas pero inevitables medidas de seguridad, es gratísimo el trato que te dispensa todo el personal, desde el que atiende en un mostrador hasta el facultativo que te resuelve una duda más especializada o quien se ocupa de orientarte en el moderno sistema de pago en el servicio de reprografía. Uno sale de allí como el que ha recibido «la debida asistencia en sus necesidades» de la primera acepción de hospitalidad del diccionario y en la boca un «Felices Fiestas» muy sentido. De esas casas hospitalarias de acogida que celebro a esta la mía desde la que ahora escribo.

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