Suele pasarme con libros memorables sobre los que escribo. Es una sensación extraordinaria, de plenitud y de placer —casi podría decir que de salud física, por completar la manera de expresar un bienestar que, aunque parezca exagerado, puede llegar a ser el motivo principal de una recomendación literaria. Es, insisto, muy gustoso —un privilegio— dedicar un tiempo a la lectura y a la reflexión sobre lo leído para escribir algo sobre un libro de poemas como Esperando las noticias del agua, de Basilio Sánchez (Valencia, Pre-Textos, 2018). No soy yo de los que creen en la crítica literaria impresionista y de retórica evanescente; y por eso ando una y otra vez sobre estos cuarenta y ocho poemas (I-XLVIII), sin títulos, que son como estancias de un único texto que comienza con «Fue el año de la sed» y que termina cuando ella dice, respondiendo al segundo poema del principio, en el que él decía lo que decía, que podría haberle mirado de distinta manera y haberle dicho no «cuando nos conocimos / en vez de, sonriéndote, responderte que sí». Todo, claro, habría sido distinto para la entereza y la perseverancia, que son palabras clave (*) para mí de este libro de Basilio Sánchez que conozco desde noviembre de 2015 gracias a su confianza. Esperando las noticias del agua es una historia de amor en clave de libro de poemas; así que no espere el lector una historia de amor al uso, sino una de las buenas. De las que uno disfruta, y en las que hay una casa como espacio de la intimidad, y una ciudad como lugar de convivencia, en la que el tiempo se hace paisaje, en la que los sentidos, claro —poema XXII—, son protagonistas, y en la que hay poemas que deberían figurar en esa antología imaginaria e imposible que todos tenemos de la mejor poesía escrita desde hace un siglo, por lo menos. Los últimos versos del primer poema son «Pero fui yo el que estuvo / sentado junto al pozo / esperando las noticias del agua». Estoy feliz escribiendo sobre esto para decir unas pocas palabras que no tapen las principales, las del poeta Basilio Sánchez cuando lea sus versos el jueves 4 de octubre —qué lujo, también, con Álvaro Valverde— en el Salón de Actos del Instituto de Lenguas Modernas de Cáceres, a las ocho de la tarde. Será en el «Aula de la Palabra» de la Asociación Cultural Norbanova.
(*) «En las construcciones formadas por dos sustantivos que constituyen una unidad léxica, en las que el segundo de ellos modifica al primero como si se tratara de un adjetivo, normalmente solo el primer sustantivo lleva marca de plural: horas punta, bombas lapa, faldas pantalón, ciudades dormitorio, pisos piloto, coches cama, hombres rana, niños prodigio, noticias bomba, sofás cama, etc. No obstante, hay casos en que el segundo sustantivo puede adquirir un funcionamiento plenamente adjetivo y adoptar también la marca de plural, como es característico en esta clase de palabras. Normalmente esto sucede cuando el segundo sustantivo puede funcionar, con el mismo valor, como atributo del primero en oraciones copulativas; esta es la razón de que pueda decirse Estados miembros, países satélites, empresas líderes, palabras claves o copias piratas (pues son posibles oraciones como Esos Estados son miembros de la UE, Estos países fueron satélites de la Unión Soviética, Esas empresas son líderes en su sector, Estas palabras son claves para entender el asunto, Las copias requisadas son piratas).
Es decir, tanto palabras clave o copias pirata como palabras claves o copias piratas son expresiones posibles y correctas. En el primer caso, clave y pirata están funcionando como sustantivos en aposición y no adoptan la marca de plural. En el segundo, están funcionando como adjetivos plenos (con el sentido de ‘fundamental’, en el caso de clave, y de ‘ilegal o no autorizado’, en el caso de pirata), de ahí que adopten la marca de plural en consonancia con el sustantivo plural al que modifican. (Real Academia Española)
1 comentario:
Yo dije «no».
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