martes, septiembre 04, 2018

Dice

Dice que ha escrito en una servilleta de papel «Busco refugio en la lectura», y que no sabe a qué se refiere. Que no huye de nadie y que nada necesita, que no sabe por qué ha escrito eso. Ahora me doy cuenta, pues soy yo mismo quien habla ante algún espejo imaginario. Lo que yo no sé es por qué me lo dice. Yo sí que necesito refugio... En la lectura y en cualquier cosa que valga la pena. No me canso de decir a quien tengo a mano que he vivido como nunca la importancia de cualquier detalle, de un instante. Si me llevo el tenedor a la boca o tomo un sorbo de vino, si veo un amanecer, es decir, la luz del día, o el sentir de una conversación de una pareja a la noche por esta calle en la que todo se oye. Y sobre todo si miro a los ojos de alguien que no puede sentir lo mismo que yo porque no es lo mismo; pero que seguro que sabe a qué me refiero. Es todo tan importante, tan vital. Tan sentido como sentir una cabeza sobre tu pecho o tu cabeza sobre el pecho de quien te abre a la vida. Parece mentira que sea verdad todo lo que ocurre, pase lo que pase. Dice que le gusta que me levante de pronto para leerle un poema. Que nadie se llame a engaño, pues no puede ser mío. Nunca he escrito nada parecido a algo que merezca ser considerado un poema; pero llevo toda la vida afanado, como tantos otros, en buscar el bien de quien quiero. Y no lo consigo. Por eso yo siempre aparento y quedo bien leyendo textos de otros. De Fray Luis de León a Gabriel Ferrater. De Lezama a Lima.

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