En Biarritz la cerveza más barata la hemos pagado a 3,00 €, y hay dos lugares en los que uno puede tener la sensación de que cañea, aunque sea a ese precio, el «Bar Basque», que está en un chaflán de la calle que baja al Port Vieux, y en la «Maison Pujol», que se anuncia como el «Le Comptoir du Foie Gras», al lado del mercado, de Les Halles. Se puede estar en la barra tomando la cerveza y probando alguna tapa a unas horas en las que parece que todo el mundo ya ha comido. En la zona, pero ya a la caída de la tarde, nos topamos con un mercado callejero que ocupaba mucho más que el que todos los días se instala en la explanada de la avenida de Victor Hugo, frente a la Iglesia de Saint-Joseph. Me llamó la atención el nuevo mobiliario urbano. Unos grandes cubos de hormigón sobre los que algunos viandantes descansaban y consumían algún producto comprado en los puestos. Por la mañana, por la Rue Gambetta, una máquina con pala excavadora provocaba una breve retención del tráfico al colocarlos en uno de los accesos para prevenir un atentado terrorista. Nuevos tiempos. En un café de la Rue Mazagran, una pizarra en el exterior anunciaba actuaciones de grupos musicales programadas para los próximos días. Ingenioso nombre el de uno de los grupos: «Sigmund und Kierkeggard Funkel». Es curioso cómo cambia el aspecto de una ciudad de playa cuando llueve. Cambian los colores y el olor no es el mismo; pero, sobre todo, uno se pregunta dónde se mete toda esa gente que hacía pocas horas llenaba las calles y la arena. Lo normal es pensar en que se queda en casa o va en masa a los centros comerciales; pero yo creo que son como las sombrillas y las hamacas, que, durante la noche y los días aciagos, se apilan y se apartan en algún sitio hasta que se sacan por la mañana los días con sol. Tras el paseo diario de hora y media —nos da igual que llovizne— y hechas las visitas a los lugares señalados, vivimos la ciudad en las terrazas —catorce euros todos los días en «Les Colonnes» por cuatro cañas— hasta lograr el objetivo de comer en el restaurante con mejor cara. En el Port des Pêcheurs, una muy buena comida en «Chez Albert» con excelentes pescados nos dio la prueba de que la persistencia puede llegar a ser tan efectiva como una buena reserva a tiempo. Buen ambiente.
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