viernes, julio 24, 2015

Aldecoa


© Fotografía de Nicolás Muller
Recuerdo que los Cuentos de Ignacio Aldecoa (1925-1969) fue uno de los primeros libros que leí con conciencia de formalista, es decir, con una actitud propia de alguien que pretende disfrutar del lenguaje artístico. Al fin y al cabo, es razón principal de la lectura y lo que me ha llevado como lector y como profesor a sentir admiración provechosa por quienes escriben bien. En mi antiguo ejemplar de la edición en Letras Hispánicas de Ediciones Cátedra, de 1977, tengo marcadas las dos primeras páginas de un cuento magistral, «Young Sánchez» («El cuarto era como una axila del sótano y sabía salado, agrio y dulzarrón»), y un fragmento de unas declaraciones del autor seleccionadas por su viuda, Josefina Rodríguez de Aldecoa (1926-2011), encargada de aquella edición: «¿El estilo? Un anhelo de precisión verbal. […] Me atengo a la economía verbal, asedio la exactitud y deseo la expresividad. Fundamentalmente lo que me interesa del idioma es su expresividad. También su exactitud. Pero sacrificaría la exactitud a la expresividad». Eso pensaba este vitoriano de «familia vasca hasta un número larguísimo de apellidos», que nació tal día como hoy hace noventa años. Celebración estupenda releer sus textos.

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