miércoles, julio 20, 2022

Todos los fuegos el fuego

Pero de verdad, y en el bosque. Es un profundo pesar en nada comparable con la tragedia y la desolación de quienes ven cómo el fuego arrasa con todo lo suyo. Está ocurriendo en muchos lugares; pero nos fijamos en lo más próximo, y no por la distancia, que también, sino por las veces que uno ha tenido la ocasión de pisar unos parajes que ahora muestran una agonizante negrura: Las Hurdes, Miravete o Jerte, en el orden cronológico de sus devastaciones. O la sierra de La Culebra en Zamora, por remontarme al mes pasado y a la crónica que he seguido cómodamente instalado este fin de semana y aislado a fuerza de refrigeración artificial de la que estaba cayendo, gracias a que Tomás Sánchez Santiago me envió hace dos días sus cuatro colaboraciones —firmadas con el escritor zamorano Benito Pascual en La Opinión. El Correo de Zamora— sobre ese otro desastre prolongado aún en localidades como Losacio, donde antier mismo conocimos la muerte de un bombero forestal y de un pastor, y de cuyas consecuencias he visto imágenes tremendas. Las crónicas merecen leerse como un ejemplo de lo que alguien puede aportar con su escritura para, si no mitigar nada, levantar la voz ante la debacle. Como le pasó el domingo a Javier Rodríguez Marcos, que vivió aquello —su madre y parte de su familia tuvieron que ser evacuadas de Las Mestas—, y que quiso recoger su crónica en las páginas de su medio, El País. La tituló desde Cáceres «Arde sobre quemado en Las Hurdes» y citaba en ella a otra persona cercana, un pariente, que también me favorece con su cercanía, David Matías, profesor, editor, filólogo y autor del «mejor libro sobre el peso simbólico de esos 500 kilómetros cuadrados en el imaginario político y cultural español», escribió Javier, casi al tiempo que todos podíamos ver en La 2 ese programa presentado por Juanjo Pardo —«80 centímetros»— que fomenta las rutas senderistas y que se ocupó de la que recorre buena parte de lo más representativo del espacio más genuinamente hurdano. El final de la ruta lo hizo con David Matías, que el lunes escribió esto en su muro de Facebook: «Hace algo menos de un mes, el equipo de '80 cm', el programa de senderismo de La 2, se acercó a Las Hurdes para rodar el último programa de la temporada y seguir los pasos de Alfonso XIII justo hace ahora un siglo. Esa misma ruta es la que siguió el fuego durante el último incendio, como si las llamas quisieran borrarlo todo, como si quisieran decirnos algo. Este es el último documento grabado de un entorno que hoy es ceniza. Un paseo (y un homenaje precioso) por el paisaje y la leyenda de una comarca mítica». Las autoridades se han acercado estos días a la zona, para sentir el olor de la plebe, como en el cuento de Cortázar al que he robado el título para esta nadería. Como antaño el rey Alfonso XIII se paseó por un lugar mítico hoy devastado, el actual Felipe VI se ha sumado —y nadie le ha dicho nada— al descojone nacional de la inauguración de un tren que seguirá por mucho tiempo llegando a la misma hora que ayer. El 25 de agosto de 2015 publiqué una nota sobre el incendio en Gata y alguien en los primeros días de septiembre puso este comentario: «Por si fuera interesante o de utilidad para ti o para los lectores de tu web, tengo publicado el blog http://plantararboles.blogspot.com. Un manual sencillo para que los amantes de la naturaleza podamos reforestar, casi sobre la marcha, sembrando las semillas que producen los árboles y arbustos autóctonos de nuestra propia región. Salud, José Luis Sáez Sáez». Esto es importante. Igual que escritores como Javier Rodríguez Marcos, Benito Pascual, Tomás Sánchez Santiago, o David Matías, que no pueden apagar los fuegos, sepan hacer muy bien lo que hacen y desempeñen un papel esencial en concienciarnos sobre un problema crucial. Casi diría que pueden, a su modo, apagar fuegos futuros con el afronte indirecto que traza una línea de defensa solo con las herramientas manuales propias de la escritura. Uno de ellos me ha dicho hace poco que nos estamos cargando este planeta, la casa en la que vivimos, y que algunos todavía se dedican a decorar sus paredes. Ay, sí, lo sé. Quizá tener conocimiento de todo este destrozo haga que nos sepa mejor la vida, aunque sea solo el sonido del agua. Todo es cuestión de tiempos, como en el cuento de Cortázar.

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