La pandemia también tuvo la culpa de que leyese este libro en pantalla, y no en su edición en papel, que aún no he visto. Tuve la satisfacción de escribir una reseña que se publicará en la revista Cuadernos dieciochistas, y si lo traigo aquí ahora, además de para darle una difusión que merece como luminoso ensayo que sobrepasa el objeto de uno de los grandes autores del XVIII, es porque, como tantas otras veces, me llevó —indirectamente— a otros lugares que no caben en los límites de una recensión académica. En este caso, a la lectura de una deliciosa conferencia de Luis Rosales que publicó en Cuadernos hispanoamericanos en 1976, y que yo supongo que fue una de las que se dieron en la Fundación Universitaria Española en mayo de 1975, en los primeros estertores del franquismo. «De vez en cuando se repite un milagro, y esta tarde, a trancas y barrancas, intentaremos probarlo». Así empezó el poeta granadino su intervención, que luego se publicó ahí en un volumen extraordinario dedicado a los hermanos Machado en 1976. Rosales trató sobre el poema XI en redondillas de sus Soledades tan conocido: «Yo voy soñando caminos / de la tarde. ¡Las colinas / doradas, los verdes pinos, / las polvorientas encinas!...». Ahí está la clave del título del libro de Jesús Pérez Magallón: Soñando caminos: Moratín y la nación imaginada (Madrid, Calambur Editorial, 2019), que me llevó a conocer lo que Luis Rosales dice sobre que «todos los poetas tenemos influencias. Cuanto más grande es un poeta, es más sensible, también más inocente, y cuanto más sensible e inocente, más receptor será. […] Lo malo no es tener muchas influencias, lo malo es tener pocas, y lo malísimo, tener una». Me parece tan genial el poema que escuchar a un poeta tan inconmensurable como Luis Rosales hablar de esos versos es algo extraordinario, y escucharle decir que entre «los maestros de la poesía contemporánea ninguno ha valorado el folklore como Antonio Machado» (pág. 1030). También, añade, que, a diferencia del pensamiento racional, el pensamiento poético puede aceptar contradicciones, situaciones de afirmación contradictoria. A mí Rosales me trae buenos recuerdos de mis años de estudiante, de cuando hacíamos la revista Residencia, cuando publicamos en aquellas páginas una entrevista con él y el autógrafo de su poema «Autobiografía» que nos regaló (en Residencia. Cuadernos de Cultura, 7-8, de 1983). Desde entonces, siempre que pienso en Luis Rosales me acuerdo de Federico García Lorca. Claro. Todavía brinco con estas tonterías de jovencito. «¿Adónde el camino irá?».
viernes, diciembre 25, 2020
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
Passando. lendo, elogiando, agradecendo, e deixando votos de um feliz e Santo Natal Boas festas.
Publicar un comentario