jueves, agosto 06, 2020

Vacaciones

06:15. Me despierta una conversación áspera y alcohólica de una pareja vecina. Suena de fondo alguna versión de «Stand by Me», como si saliese de una pantalla. 06:39. No puedo seguir durmiendo. Dan demasiadas voces, y no es la primera vez. Alguna mañana otro vecino sufriente me ha preguntado por lo de la noche anterior de una forma que ha hecho que me sienta como si me hubiese perdido un episodio crucial de una serie favorita. De terror. 07:05. Renuncio al aire mañanero casi ya caliente que entra desde la calle y cierro las ventanas. Es 6 de agosto. 08:30. Como no pongo el despertador y el climalit es un invento, me he quedado un rato dormido. Todo en calma ya, y el despertar de la calle con su barrendero, con sus perros y con sus furgones de reparto me dan la vida; aunque me arrepiento de no haberme calzado las zapatillas y no haber ido a caminar temprano cuando los vecinos me despertaron con ese «Stand by Me» que libera me, Domine. 10:45. Me preparo para salir. Mi mascarilla, mi sombrero, lo propio, y un libro que quiero dar a un conocido que sé que siempre espera a las puertas de la iglesia a un familiar que oye misa todos los días. 11:00. Mis primeros buenos días son tardíos. Como tantas mañanas, son para B.: «Me llevo El País». 11:10. Primera conversación, con las hermanas M., a las que he comprado unos bolígrafos. Sobre las anuladas vacaciones en Navarra y a orillas del Duero. 11:20. Al salir de la papelería veo al conocido que va a la puerta de la iglesia. Le doy el libro y quedamos en vernos la próxima semana. 11:40. Paso por el súper y en la puerta una señora le dice a su perra «Tú aquí quieta, conmigo». Y me acuerdo del «Stand by Me». 12:00. Leo Maluco (Barcelona, Seix Barral, 1990), del uruguayo Napoleón Baccino Ponce de León, que cada vez me gusta más; porque no es una novela histórica sobre la expedición de Magallanes que relata un bufón que escribe al mismísimo emperador. 13:07. Paro para escribir a la Biblioteca Nacional porque hay un error en la referencia de las Obras escogidas de Bécquer que prologaron los hermanos Álvarez Quintero. No puede ser de 1868. Es otra que publicó Fernando Fe con la CIAP en 1912, que también tienen. Me sonrío porque todo está relacionado con mi conocido que espera a la puerta de la iglesia todas las mañanas. 15:17. No es lo que parece. Me lo digo cuando veo dos botellas, una de blanco y otra de tinto, al recoger la mesa. Los culines que quedaban. 18.10. Escucho a Camarón mientras cumplimento un impreso con mis datos para un encargo de septiembre. Hay que adjuntar una foto. 19:45. Llaman a la puerta. Es arriba. No han llamado desde la calle. Podría ser el único vecino que sé que sigue por aquí estos días, o cualquiera que haya subido porque esté el portón abierto. Abro, y una mujer me pregunta si está la señora de la casa. Le respondo que la señora de la casa soy yo. Sonríe, se disculpa y empieza a bajar la escalera. Le digo: «Stand by Me». «No —me dice—, está bien, está bien». Y se ha ido.

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