Considerando en frío, ya no en caliente, no sé si «imparcialmente, que el hombre es triste, tose y, sin embargo, se complace en su pecho colorado; que lo único que hace es componerse de días», y comprendiendo, con más esfuerzo que el resto de la gente, «que el hombre se queda, a veces, pensando, como queriendo llorar, y, sujeto a tenderse como objeto, se hace buen carpintero» —qué buen oficio el de carpintero—, «suda, mata y luego canta, almuerza, se abotona…». Considerando y examinando, en fin, la doble atrocidad de acostarse mal y despertar peor, y seguir vivo, sin embargo, y «comprendiendo que él sabe que le quiero, que le odio con afecto y me es, en suma, indiferente… Considerando sus documentos generales y mirando con lentes aquel certificado que prueba que nació muy pequeñito… le hago una seña, viene, y le doy un abrazo» sin convicción alguna, flojo, indeciso, descreído de respuesta, sin la sustancia de la vida, como ido, extraño, sin afecto, sin suma, indiferente. Considerando que escribo por leer a César Vallejo para seguir sin saber nada y a pesar de todo ocupar las clases que me tocan cuando comience el curso como pasa siempre, siempre que esta rueda no se pare. Así, ya considerando en frío, en un nublado de julio, parcialmente.
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