Una academia, decía Covarrubias, es —también— «la escuela o casa donde se juntan algunos buenos ingenios a conferir», lo que vale igualmente como junta o congreso de personas eruditas, como luego añadió el Diccionario de Autoridades. En academias o reuniones diarias desde la víspera de Navidad hasta el día de Reyes quiso organizar un tipo del siglo XVII, Antonio Sánchez Tórtoles, su conocida miscelánea El entretenido (1673), que recogió Bartolomé José Gallardo en su Ensayo de una biblioteca de libros raros y curiosos. Desconozco por qué El entretenido. Primera parte. Repartido en catorce noches, desde la de la víspera de Navidad hasta la del día de los Reyes. Celebradas en metáfora de academias de verso y prosa, en que se obstentan varios asuntos muy provechosos y entretenidos se quedó en el día 2 de enero y no tuvo continuación hasta que en el siglo XVIII apareció, en la imprenta de Gabriel Ramírez en 1741, una segunda parte que se cerraba el día de Reyes, hecha por el escribano José P. Moraleja y Navarro. Estas misceláneas eran consideradas como «libros de diversión» y contenían artículos sobre muy diferentes materias. En la de Sánchez Tórtoles, junto a loas, fábulas, romances y relaciones en verso, pueden leerse textos sobre letanías o rogaciones, remedios para malcasadas y malcasados, recomendaciones sobre lo que debe hacerse con las criaturas luego que nacen, artículos sobre la gula y sus males, o una selección de citas de sabios como Plinio o Hipócrates presentadas como maravillas de la Naturaleza tocantes a la mujer. Me he entretenido en El entretenido dieciochesco, en la segunda parte, porque se cierra tal día como hoy, en la academia celebrada el 6 de enero, que comienza: «Las cinco serían, con corta diferencia, de la tarde seis de enero, cuando en la posada de don Ricardo no cabía la gente, que había concurrido a la fama de las Academias. Llegaron el presidente y los minérvicos caballeros; y estando dentro, y tomando cada uno su asiento, empezaron los músicos con un gustoso minuet, y al dejarlo, suplicaron dos madamas a doña Isabel cantase algunas seguidillas, acompañándose con el clavicordio y dos violines, porque querían bailar. Y habiendo obedecido aquella y salido las señoras con dos caballeros, cantó doña Isabel estas Seguidillas de adagios» que comienzan con «No te creo, aunque dices / mi bien te adoro, / porque dice un adagio: / No es todo oro.» Un juego de versificación que es lo más habitual en esta continuación de aquella miscelánea del XVII, que tenía más curiosidades de historia natural; un juego en el que insisten ejercicios como las «Redondillas con dos ecos» del final. Curiosidades de ingenio literario. «Dice el sol de tu cabello, / bello, ello, ¿qué es lo que aguardo? / guardo, ardo, pues sin desdoro, / doro, oro para mis rayos». El autor cierra la crónica de la academia con lo siguiente: «Diole muchos agradecimientos la señorita a D. Crisanto por haber cantado tan diestramente, y por la extraña idea de los ecos de las redondillas, con lo cual se despidieron todos muy cansados del trabajo de aquella noche. Y yo también me despido por ahora, hasta que, dándome el Altísimo salud, y teniendo este libro buen despacho, te saque a luz otras muchas curiosidades entretenidas, que fueron asuntos en las siguientes Academias, que los referidos prosiguieron, que este es mi FIN». Lectura de un día de Reyes, entre otras.
miércoles, enero 06, 2021
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