lunes, junio 22, 2020

Devaluación continua

Uno de esos apuntes que han ido postergándose y que con esta crisis ha quedado casi olvidado tiene que ver con un libro que compré y leí el año pasado. Muy recomendable para la profesión docente. Fue Devaluación continua. Informe urgente sobre alumnos y profesores de secundaria (Barcelona, Tusquets, 2019), de Andreu Navarra. Llegué a él gracias a otro de su autor, una de las novedades de la Editora Regional de Extremadura: Piedra y pasión: los viajes extremeños de Miguel de Unamuno (Mérida, ERE, 2019), en cuya primera solapa leí, en la nota biobibliográfica sobre Navarra, el título que me llevó a comprar este ejemplar para compartir su lectura con una joven profesora de Secundaria. Me sorprendió encontrarme en las primeras líneas del libro sobre Unamuno en Extremadura una alusión a Sergio Lorenzo, el periodista del diario Hoy, que es todo menos furibundo y tajante. En su delirante y formativa sección de los domingos («Desde la moto de papel»), Lorenzo habló del avinagrado rector por sus comentarios sobre Extremadura. La cosa es que Andreu Navarra ha escrito un ensayo con muchas referencias de Unamuno a Extremadura y Sergio Lorenzo publicó unas pocas palabras sobre una solitaria opinión del escritor sobre esta tierra en un periódico para llamar la atención del lector —Lorenzo, no Unamuno. Así que… Dicho esto, Devaluación continua me gustó y por eso lo recomiendo, como hizo en su día Eduardo Moga, que fue responsable de la publicación en Extremadura de Piedra y pasión. Aunque sea evidente que Andreu Navarra escribe sobre su experiencia en centros de educación en Cataluña, y en ciudades más populosas que las de este entorno, su relato intenta acercarse a una realidad asumible generalmente. El lector empatiza con el lamento por una realidad y con la expresión de la necesidad de cambiarla («Nos obligan a trabajar con una educación que frena, con una educación que estimula, presenta retos, entrena a afrontar dificultades, construye a través de la creatividad, exige la cultura mínima para que todo el mundo pueda ser autónomo», leo en pág. 214), y es posible que eche en falta propuestas concretas —que quizá no estén porque no sea esa la competencia de esta obra. La intención es recoger en pocas páginas tan arduo asunto como «hasta qué punto el problema del sistema educativo es un problema del sistema educativo» (págs. 134-135). Intención realista, sí, que se dice «alejada de los apocalipsis al uso» (pág. 134); pero que yo no creo que muy alejada, porque parece inevitable no ser apocalíptico —quizá por no conocer el terreno, yo no quiero serlo. No se quiere ser apocalíptico, pero el título de todo es Devaluación continua. Quiere evitarse esa visión; pero se insiste en que enseñar, «hoy, es resistir» (pág. 107), y sobrevuela por estas páginas el malestar docente de quien hace quince años no comprendía a un profesor harto, y ahora comprende todos sus problemas cuando los alumnos le gritan, como a él, a Andreu Navarra, «Me cago en tu puta madre» (pág. 118), porque el profesor les pide que bajen los pies de una silla. En la misma página en la que se lee que «ya no hay nada que explicar, sino retazos fragmentarios de restos de una ruina que alguien alguna vez era capaz de entender o paladear». No sé. Yo hablo desde otra experiencia —extraterrestre quizá— más reconfortante; pero no deja de ser agradable y formadora la lectura de este libro de Andreu Navarra que también alude al «trabajo gustoso» (pág. 102), que nos recuerda verdades como que la «prisa es enemiga de la pedagogía» (pág. 20), o que —volvemos a negar lo apocalíptico— tal y como «está planteado nuestro sistema educativo, nuestra democracia está en peligro» (pág. 253). Un libro, finalmente, que te depara la alegría —y que me perdonen los que esperaban una reseña al uso— de conocer a un lector de Pilar Galán («una excelente escritora, profesora y periodista extremeña. Desde que conozco sus columnas en El Periódico de Extremadura procuro no perderme ninguna», pág. 190). No por esto; pero también por esto, recomiendo que conozcan lo que escribe Andreu Navarra en su Devaluación continua. 

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