martes, junio 30, 2020

Amor en crisis

© Marco Iacobucci / IPA / GTRES/ EL País

«Ahora pensarás que bastará cerrar los ojos para tenerla» (Carlos Fuentes)


Era el peor momento para vivir una historia de amor. Quise escribirlo cuando no salía de casa casi para nada. Imaginé que estaban en una de esas largas —por espaciadas— colas que se formaban al principio del estado de alarma. Ella entretenía la espera consultando su móvil. Él, detrás, recogió del suelo un billete azul, tocó la espalda de la joven, que se volvió, sorprendida y áspera, y le preguntó si era suyo. «—Ay, sí —le dijo, todavía molesta—. Lo llevaba en el bolsillo de atrás del pantalón. Gracias». Él le dio el billete, metió la mano en una mochila y sacó un botecito de gel desinfectante y, sin volver a tocar a la chica, le pidió las manos con un «Lo siento» que a ella le supo a gloria bendita. Yo me imaginé que se habían enamorado en ese instante, justo cuando él agitaba el bote y dejaba sobre la piel de ella la parte entregada de su amor líquido. Y que él se afligía por estar viviendo algo así en una situación como esa. Y que ella estaba pensando en lo mismo. No podían invitarse a tomar un café en sitio alguno. No podían pasear juntos. Ni siquiera regresar a sus respectivas casas en compañía, por el riesgo a ser multados. Creo que se dieron cuenta de que yo estaba observándolos y que también pensaba en lo mismo. Y que, de haber sido posible, les habría dado mi opinión: que se confinasen juntos. Anoté esta idea en mi cuaderno y más de un mes después leí un artículo de Luz Sánchez Mellado en El País que se titulaba «Sexo sin lengua» —que en la versión digital va ilustrado con esta foto de una pareja dándose un beso con mascarillas en la Piazza Navona de Roma— en el que se lamentaba de que, además de llorar a los muertos y salvar a los enfermos, «muchos de los que dormimos solos no habíamos caído en que el virus se nos ha metido en la cama expulsando a posibles terceros» y que ningún BOE regula estas formas de amor en crisis. Recordé a la pareja y seguí leyendo: «Los expertos no se atreven a prohibir el sexo entre no convivientes, claro. Pero aconsejan practicarlo sin besos boca a boca ni posturas cara a cara para no compartir ni la saliva ni el aliento. […] Mirarse a los ojos. Besarse los labios. Permanecer abrazados un minuto más de lo necesario para recuperar el resuello. Ni guantes ni mascarillas sirven a tal efecto y, por ahora, no hay condones de lengua. Así que, entre la abstinencia y los trabajos manuales a solas o en compañía de otros, cada cual habrá de hallar su término medio. Hay que joderse con el virus. Décadas de prácticas para volver al magreo del instituto sin siquiera besos de tornillo». No, no es momento para vivir una historia de amor. Porque las historias de amor a distancia o virtuales a mí se me antojan, lo siento, peregrinas.

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