Esta tarde he leído en la consulta del podólogo un folletito satinado y en color con una docena de cuidados para el pie diabético. Todas las recomendaciones eran razonables, incluso —diría— de una obviedad obvia; desde la de usar un calzado cómodo hasta la de lavarse los pies todos los días. Así, hasta doce consejos, como el de consultar al podólogo si uno aprecia cualquier cosita mala en los pinreles. Lo que me ha llamado la atención de este dodecálogo que lleva la firma del Colegio Oficial de Podólogos de Extremadura ha sido la falta de cuidado con la lengua en la que está escrito. Como estoy acostumbrado a que algunas personas duden sobre estas reconvenciones, indicaré en cursiva dónde están los yerros: «Sequese los pies con cuidado»; «no olvidar sercar entre los dedos»; «si tiene problemas para mirarselos»; «las probabilidades de que surgan heridas»; «no fume y realize deporte sino está contraindicado». Estoy tan convencido de que hay que cuidar la salud del pie como un podólogo lo estará de expresarse bien por escrito. Así que lo uno por lo otro. A mí me arreglan los pies y yo les arreglo el folleto. Eso sí, gratis; porque yo pagué treinta y cinco euros por la consulta y ciento cincuenta por unas plantillas y todavía estoy esperando que alguien me envíe una factura con los impuestos debidamente recogidos.
martes, mayo 15, 2018
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