Es verdad que el Diccionario de la Lengua Española, el de la Academia, trae como sexta acepción de la palabra «literatura», en uso coloquial, la remisión al artículo «palabrería», que es «f. Abundancia de palabras vanas y ociosas», y que la declaración que he leído hoy en HOY de José Antonio Monago («Los ganaderos necesitan menos literatura y más ayudas») es conforme con ese significado; pero tengo que reconocer que la he sentido, como escribió Lorca, como una uña que aprieta en el tallo de mi vocación y de mi vida. ¿Qué se le habrá pasado por el magín al expresidente de la Junta de Extremadura para contraponer tan negativamente una palabra tan cargada de belleza a la necesidad imperiosa de los ganaderos extremeños? Ni siquiera el excelso Diccionario del español actual, de Manuel Seco, Olimpia Andrés y Gabino Ramos, es tan desfavorable con «literatura» como lo es la RAE desde, más o menos, creo, los años ochenta, pues añade al arte que consiste en la utilización estética del lenguaje, especialmente escrito, otras definiciones como palabras dichas con arte o artificio para disimular una realidad poco grata (como cuando en Anillos de oro (1985), Ana Diosdado escribe: «Para decirme que te has cansado de mí, no hace falta que le eches tanta literatura»). Y luego está el uso que algunos le dan como prospecto o texto explicativo que se incluye en el envase de un producto farmacéutico. Pues eso, que si hay otros sinónimos de palabrería, qué necesidad habrá de apoyar a los ganaderos con la cara más sucia de una palabra tan hermosa como literatura.
sábado, mayo 05, 2018
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