A Carlos Latas, in memoriam
No puedo detenerme en escribir una reseña extensa de este libro de Carmen Massa Hortigüela, Pablo Montesino (1781-1849). La perseverancia de un educador liberal (Salamanca, Ediciones Universidad de Salamanca, 2014); pero sí dedicarle un breve espacio y llamar la atención sobre la figura de este pedagogo que fue primero médico, que sufrió la represión absolutista, estuvo exiliado en Londres y llegó a ser diputado liberal por Cáceres y por Badajoz. Aunque nacido en Fuente el Carnero (Zamora), mantuvo —desde su amistad con los hermanos Álvarez Guerra o su primer destino como médico en Valencia de Alcántara— muchos lazos con Extremadura. Cuando en 2012, el Departamento de Publicaciones de la Diputación de Badajoz publicó el volumen Los primeros liberales extremeños. La aportación de Extremadura, 1810-1854 (Biografías), coordinado por mi hermano José María, el único de los veintisiete liberales que no era natural de Extremadura fue Pablo Montesino y Cáceres. De su biografía incluida —con buen criterio— en aquella obra colectiva se encargó el profesor de pedagogía e historia de la educación Julio Ruiz Berrio, editor moderno de una de las obras más representativas de Montesino, el Manual para los maestros de escuelas de párvulos (1840). El libro de Carmen Massa es un documentado recorrido por la biografía y las obras de Montesino en cuatro etapas o partes: 1. La construcción de una identidad; 2. El ejercicio de la profesión; 3. El exilio en Londres; y 4. El regreso a España. Su lectura, jalonada en todos sus apartados por epígrafes (de Rilke, Jovellanos, Victor Hugo, Plutarco, Novalis, Platón, Madame de Staël, Manuel José Quintana, Bioy Casares... o del propio Montesino), pone de manifiesto la trascendencia del personaje y la importancia de su labor en el panorama educativo español de la primera mitad del siglo XIX. Pablo Montesino participó en la Comisión encargada de formar el Plan de Instrucción Primaria, fue también consejero de Instrucción Primaria de la Dirección General de Estudios, director de la Imprenta Nacional, promotor de la Sociedad encargada para propagar y mejorar la educación del pueblo, fundador de la primera escuela de párvulos de España, director de la primera Escuela Normal, presidente de la Sociedad General de Socorros Mutuos entre Profesores de Enseñanza Pública, director y redactor del Boletín Oficial de Instrucción Pública... Admirado por Giner de los Ríos, Pablo Montesino, hoy, si se recuperase tras comprobar el estado de la educación pública en España, podría decir lo que algunos no nos cansamos de repetir sin que nos escuche ningún responsable político o educativo: que la nota de corte para acceder a los estudios de Magisterio o Formación del Profesorado sea la misma que para el acceso a los centros de mayor exigencia. «Cualquiera que sea el estado en que se encuentra un pueblo que ha dado los primeros pasos en la carrera de la civilización, no es ni puede ser ya indiferente al negocio de la educación pública. Todos perciben con mayor o menor claridad las ventajas y cuidan más o menos de sus adelantamientos y mejoras. El síntoma decisivo de que un pueblo va a salir del estado de salvaje es el deseo, o a lo menos consentimiento, de los padres para que sus hijos sean educados o instruidos; si este paso no es ya una prueba de haber pasado a otro estado social», escribe Montesino en sus Ligeros apuntes y observaciones sobre la instrucción secundaria o media, y la superior o de Universidad (Madrid, Librería de Sojo, 1836).
1 comentario:
Bien traído tu comentario sobre Montesino e igual de oportuna la dedicatoria. Saludos.
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