Menos mal que podemos buscar otras versiones de Guerra y paz y que, a pesar de algunas contaminaciones y engaños, nos llegará el verdadero sentir de esta excepcional novela que a Juan Marsé recomendó Paulina Crusat (Barcelona, 1900-Sevilla, 1981), su mentora, a la que el escritor dedica Noticias felices en aviones de papel (2014). «Me gustaría que encontrase tiempo para leer Guerra y paz, si la traducción es aceptable. Y que le gustase. […] Guerra y paz es probablemente la novela más grande que se ha escrito jamás. […] Créame, vale la pena haberlo leído, aunque sea largo; casi diría que ningún novelista puede permitirse no haberlo leído. No es una novela de 'gente elegante', a pesar de los títulos porque la vida de esas grandes familias era patriarcal, nada frívola. Pero es, naturalmente, a pesar de las preocupaciones sociales de Tolstói, una novela enfocada con los ojos de quien ha nacido del lado cómodo. No sé si eso le quitará emoción a Vd., espero que no. El corazón es el mismo en todo el mundo y la ilusión, la fe. La decepción, cada cual en su esfera la siente lo mismo. Sólo el trabajo diario, necesario y aburrido, tal como Vd. y yo lo conocemos, queda fuera de la experiencia de una novela como Guerra y paz. A decir verdad, no es poco.» Es un extracto de una carta de Crusat a Marsé, de enero de 1958, que se transcribe en la excelente obra de Josep Maria Cuenca Mientras llega la felicidad. Una biografía de Juan Marsé (Barcelona, Anagrama, 2015, págs. 142-144). Siempre quise saber cómo había sido realmente esa inducción literaria en Marsé hacia la novela del ruso; y ahora, verdaderamente, me fascina. Como me fascinó la presencia de Guerra y paz en Rabos de lagartija (2000). En esta otra cumbre de la novelística de Juan Marsé, un ejemplar de Guerra y paz en manos de alguien que raramente lee un libro se convierte en elemento fundamental para construir la biografía del protagonista —y para remirar la de Marsé. Ese ejemplar sobre la mesa camilla, junto al cenicero de la pelirroja, que servirá para terminar la novela en boca del narrador coprotagonista que, en otro cierre genial de Marsé, confiesa que todavía le cuesta hacerse entender: «cázame guerripa». Alcánzame Guerra y paz. Así me voy curando de las secuelas de una mala traducción.
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