Si no llega a ser por la muerte de alguien tan querido y cercano como Santi González Arroyo, recordaríamos nuestra nueva visita a León y al Panteón de los Reyes de la Colegiata de San Isidoro como otra extraordinaria estación de regreso de unos días de vacaciones en Asturias. Sin embargo, nuestro apeadero ha sido este martes pasado un tanatorio lleno de familiares, amigos y compañeros de Santi concitados para despedir a una excelente persona, un tipo responsable, amigo de los pájaros, compañero en la Universidad de Extremadura en el personal de administración y servicios de la Facultad de Veterinaria. En definitiva, el disfrute que todavía nos da la vida de la contemplación de los capiteles y frescos del panteón real o de la visión de una reproducción de la biblia mozárabe del siglo X nos va permitir recordar a Santi cada vez que volvamos a ese espacio mágico. Así de sencillo.
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