jueves, mayo 05, 2011

Alimento

He salido de la Facultad hoy cargado con un libro recibido, mis páginas impresas para una charla sobre teatro que tengo que dar esta tarde, un sobre enviado por Serafín Portillo, coordinador del Plan de Fomento de la Lectura en Extremadura, el resguardo del arreglo de un pantalón que tenía que recoger y una tosca lista para la compra de víveres. Al llegar a casa con todas mis provisiones y abrir el sobre de Serafín he encontrado mi alimento del día, todo el sostén necesario en esta píldora amable que lleva por título La vida que nos damos, que es el elogio de la lectura que Basilio Sánchez pronunció el pasado día 11 de abril en Arroyo de la Luz (Cáceres). Impecable canto a la lectura, sentido relato de los inicios de una pasión, confirmación de un gesto ético ante la vida, el de Basilio Sánchez es un texto breve que se lee en un instante; pero cuyos efectos son duraderos. Lo cuenta el poeta al final de esta perla, cuando nos habla de cómo se levantó en una ocasión ante un auditorio de jóvenes estudiantes para regalarle su libro de poemas a una alumna señalada como lectora de poesía: "Aquel día, sin pensarlo dos veces, me levanté de pronto y, atravesando el patio de butacas, me aproximé hasta ella, le pregunté su nombre y le puse entre las manos el libro que en aquel momento estaba leyendo acompañándolo de una nota cariñosa. Tuve la sensación de que acababa de ofrecerle un cántaro de agua a alguien segregado de la tribu, alguien desamparado en un desierto implacable, pero capaz de generar, quizá dentro de poco y por sí mismo, su propia agua." Lo dicho, un alimento.

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