Me ha llegado este número extraordinario para mí de Cuadernos hispanoamericanos. Extraordinario porque trae en cubierta a Basilio Sánchez, protagonista de la entrevista interior que mantiene con Michelle Roche Rodríguez (págs. 80-89). Si uno lee con detenimiento cada una de las respuestas del poeta a las inteligentes y documentadas interpelaciones de la escritora caraquense, puede recoger una especie de retrato humano y literario del autor de He heredado un nogal sobre la tumba de los reyes (Madrid, Visor, 2019): «Creo que la poesía que llevo escribiendo desde hace más de treinta y cinco años tiene como pretensión la de construir, en medio de la intemperie y fragilidad de nuestra naturaleza, un territorio ético, un lugar de acogida en el que podamos sentirnos confortados y desde el que podamos gozar y percibir mejor el mundo». «Yo creo que la ética es parte fundamental e indisociable de la experiencia estética de la poesía, por eso comparto con los poetas que me gustan, además de la búsqueda de la esencialidad y la sencillez, una misma visión humanista de la vida, una forma de entender la escritura que arraiga en la tradición meditativa y que pretende conciliar en el poema el pensamiento con la imagen y el sentimiento con la ética». «La poesía es una forma humilde y respetuosa de acercarse a las cosas. No pretende agotarlas ni definirlas, sólo sobrevalorarlas, disfrutarlas y vivirlas. […] En nuestra tradición, el desierto —que es el lugar donde se fundan las religiones y de donde nace la poesía— es el espacio de la espiritualidad. Los verdaderos avances de nuestra especie se han producido siempre tras una ardua marcha a través de los desiertos de la soledad, la incomprensión y el ascetismo. Todas las religiones buscan la luz. Nosotros, los poetas, mendigamos la luz porque vivimos en medio de la oscuridad, reivindicamos un mundo a nuestra medida porque hemos aprendido a convivir con las ruinas». No por familiares y conocidas, estas declaraciones dejan de ser certeras y compartibles. Por cierto, Michel Roche Rodríguez me menciona como si yo considerase la casa en la poesía de Basilio como «elemento arquitectónico», cuando ni el autor ni yo la tratamos así, y sí como referente simbólico y como metáfora. Ahora bien, podríamos hablarle ambos de todo lo que ha significado la casa física, con sus paredes, su techo y con el jardín que la rodea como espacio real de la poesía. No sé. Este número —el 844— de Cuadernos hispanoamericanos viene, además, lleno de otras cercanías. Gerardo Fernández Fe reseña el último libro de Iván de la Nuez (Cubantropía) publicado en Cáceres por Periférica; Mario Martín Gijón escribe sobre No entres dócilmente en esa noche quieta (Seix Barral, 2020), de Ricardo Menéndez Salmón; y Álvaro Valverde y Julio César Galán sobre el volumen colectivo coordinado por José Andújar Almansa y Antonio Lafarque por los cien años del Diario de un poeta recién casado (Centro Cultural Generación del 27, 2019) y sobre Desde mi celda. Memorias (Acantilado, 2019), de Juan Antonio Masoliver Ródenas, respectivamente. Además, qué gusto volver a leer la prosa memorialista de Andrés Sánchez Robayna en sus «Cavilaciones al atardecer» que abren este número, y que ojalá podamos sumar en parentesco en obra mayor a la suya diarística. Reflexiona bien, narra bien y bien que aporta datos. Qué bien haber recibido este número extraordinario de Cuadernos hispanoamericanos.
jueves, octubre 22, 2020
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