domingo, enero 05, 2020

Fomento de la lectura


J. me pidió después de las uvas que le prestase Lluvia fina, de Luis Landero. Se llevó el libro y a su hermano, que había quedado en casa de un amigo para salir por ahí y pasar toda la noche hasta las tantas, como pedía la fecha. El jueves comí con ella y vino con la novela, que terminó de leer esa misma tarde, mientras yo hacía lo propio en mi estudio; terminar de leer otra novela. Ella, que se ha alegrado de volver a leer «tan de seguido un libro», quería preguntarme por el significado de algunos comentarios al margen que tengo anotados en mi ejemplar, el porqué de algunas flechas o de una doble raya vertical que llaman la atención sobre las líneas de un párrafo. Hay un círculo sobre el número del capítulo 3 y nombres de personajes en la cabecera, o al pie con un triángulo con dos nombres femeninos y uno de hombre, y un apunte («la novela») como ladillo de un pasaje (pág. 220, rima imperfecta del año que empieza) en el que el narrador resume lo que ocurre: «[…] las llamadas de Sonia y de Andrea, e incluso a veces de la madre, cada una con su historia, horas y horas con sus cuentos interminables, casi todos llenos de minucias mil veces oídas y que ellas no se cansaban jamás de repetir, con sus versiones encontradas, donde no había episodio, por pequeño que fuese, que no tuviera otras variantes, que se rebatieran o se negaran entre sí, que no admitieran los más prolijos y enrevesados comentarios […]». Le respondí como pude y me interesó mucho su opinión sobre el final. Bien. La experiencia me ha hecho pensar en que si vuelvo a prestar un libro que contenga mis anotaciones —hay quien cree que eso no debe hacerse; escribir sobre él y prestarlo—, debo cuidarme más para que cualquier lector vicario no sepa lo que va a ocurrir más adelante —ahora lo llaman spoiler. Por ejemplo, mi anotación en otro libro: «Prolepsis. [Una flecha] Luego se verá; cuando ella se despida de su hija antes de que su marido la abandone». Por ejemplo.

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