domingo, enero 26, 2020

Antonio Franco


© HOY
«Como el que se despierta de un sueño», respondió Antonio Franco (Badajoz, 1955-2020) a la pregunta de «¿Cómo le gustaría morir?» en un cuestionario Proust que se publicó en la revista Grada hace unos años. Sobrecoge leerlo el día que nos ha dejado, después de una enfermedad que empezó a dar la cara en noviembre sin darnos cuenta, cuando Antonio llamó para decir que no podía intervenir, por una indisposición, en el encuentro Signo y letra sobre la poesía experimental en Extremadura, con Fernando Millán, José Antonio Cáceres, Antonio Gómez, José Luis Bernal y Emilia Oliva. Fue el 13 de noviembre y fue uno de sus últimos gestos para contribuir al reconocimiento de un artista extremeño como José Antonio Cáceres (Zarza de Granadilla, 1941), al que siguió la publicación de un maravilloso libro-catálogo que recibí hace unos días y en el que Antonio escribe uno de los textos preliminares, que no sé si será uno de los últimos que habrá salido de sus manos. Esta tarde de domingo irreal, en el que de mañana he recibido en casa a dos amigos comunes de Antonio para viajar a Badajoz a despedirlo, desfilan por este salón, gracias a fotografías y publicaciones, imágenes nítidas de momentos que él tuvo la generosidad de compartir —desde las primeras reuniones del proyecto editorial del periódico de revistas poéticas Hablar/Falar de Poesia, o exposiciones varias en las que me benefició privilegiadamente como guía, o hasta los iniciales contactos sobre el fondo artístico y literario de Timoteo Pérez Rubio— y recuerdos de sus opiniones sobre arte, sobre todo; pero también sobre la literatura que más le interesaba y por la que en los últimos tiempos me incitó a volver a Azorín y a Felipe Trigo. Como yo soy buen escuchador y él era un buen conversador, me encantaba pasar largos ratos de nuestros ahora exiguos encuentros disfrutando de su voz queda, de esa tranquilidad de habla y de presencia que a mí siempre me ha trasmitido placidez durante todos estos años. He abrazado esta mañana a su hermana Isabel, a quien conocí antes que a Antonio, pues compartimos pasillos en la Facultad de Filosofía y Letras de Cáceres. Ella fue una de las amigas (B) con las que coincidí ese mismo noviembre, y quién nos iba a decir que hoy nos veríamos en este trance infausto y doloroso. Antonio Franco hizo milagros en su MEIAC —el Fuerte de Pardaleras y la antigua Cárcel de Badajoz— en los años duros en los que el presupuesto fue irrisorio y le gustaba mucho decirte que había descubierto un dato en la prensa local. Me alegra que el gran Juan Domingo Fernández haya republicado hoy en su página de facebook la excelente entrevista que hizo a Antonio Franco en su nutriente «Zona de paso» del HOY en marzo de 2009, porque lo recuerda, y da buena cuenta de quién fue A.F. Ayer mismo no imaginaba que hoy estuviese escribiendo sobre esto. Pasa a veces. Pena.

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