miércoles, septiembre 25, 2019

Una manera de ser


Escribía sobre esta misma mesa, con la tristeza del calor intempestivo de aquellas horas de una noche, y recuerdo en esta más templada de septiembre la confesión que ya recogí aquí de María Moliner: «La autora siente la necesidad de declarar que ha trabajado honradamente; que, conscientemente, no ha descuidado nada; que, incluso en detalles nimios en los cuales, sin menoscabo aparente, se podía haber cortado por lo sano, ha dedicado a resolver la dificultad que presentaban un esfuerzo y un tiempo desproporcionados con su interés, por obediencia al imperativo irresistible de la escrupulosidad; y que, en fin, esta obra, a la que, por su ambición, dadas su novedad y su complejidad, le está negada como a la que más la perfección, se aproxima a ella tanto como las fuerzas de su autora lo han permitido». Eso. Algo así. Y para todo. Hasta en la manera de ser con los demás. Un imposible para los que no sabemos hacer las cosas como doña María. La autora, sí señora. Nada más. Y nada menos.

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