Por la lectura de la necrología de Pedro Álvarez de Miranda en el último número de la revista Dieciocho (volumen 42, número 2) me entero de la muerte del hispanista Monroe Z. Hafter, a quien tuve el gusto de tratar. Es posible que Pedro me dijese algo y que ahora no lo recuerde; pero lo que sí sé es que fue él hace ya muchos años quien me habló de su conocimiento de este discípulo de Raimundo Lida en Harvard y profesor de la Universidad de Michigan con el que contactó cuando el que hoy es académico de la RAE trabajaba sobre utopías y viajes imaginarios. Según su testimonio, fue a principios de los 80 del siglo pasado. Por él, pude escribirme con Monroe Z. Hafter, cuando le pedí un artículo para la revista Laurel, que se publicó en el segundo número del segundo semestre de 2000: «El silencio en las tragedias de Cienfuegos» fue el título de aquel sugerente trabajo que comenzaba con la alusión a una «escena muda» ejemplar en teatro, la tercera de Don Álvaro o la fuerza del sino. Dos años después vino a Extremadura, para presentar su edición de la novela de Carolina Coronado Jarilla, publicada en la colección «Clásicos Extremeños» de la Diputación Provincial de Badajoz (2001). Allí estamos, en el salón de la calle del Obispo, en la foto mala, con él y con Isabel Mª Pérez, que le acompañamos en la presentación de esa edición. Mayo de 2002. La otra fotografía, la buena, es, en un parque, del día siguiente, con Isabel y Monroe, que visitaron la finca de la Jarilla de Carolina. Como dice Pedro Álvarez de Miranda en su recordatorio era una persona de un trato afectuoso y exquisito, propio de un tiempo en el que la cortesía se notaba mucho más que ahora —no soy capaz de comprender por qué no se es tan cortés como antaño con nuestros medios de hoy—, y un bibliófilo que ha donado centenares de volúmenes de su biblioteca a su Universidad de Michigan, que la atesora como «The Hafter Collection of Spanish Culture». Qué recuerdos. Lamento esta otra pérdida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario