sábado, junio 11, 2016

Noticia de San Vicente de Alcántara


© Fotografías de Israel Cuño
Ayer fuimos de nuevo a San Vicente de Alcántara para recordar a Ángel Campos Pámpano con la entrega del II Premio de Poesía Joven que lleva su nombre. Es la primera vez que se celebra en junio, aunque la intención primera fue hacerlo en el mayo de su nacimiento, motivo más jubiloso para el recuerdo que el noviembre triste del los aniversarios de su muerte. Fueron unas pocas horas extraordinarias también por haber viajado con Álvaro Valverde, con quien no todos los años tiene uno un rato tan largo de conversación. Él conducía y respondía a mis preguntas, y yo tomaba notas. Algo parecido a un  bla bla car en clase preferente. Ida y vuelta. Allí, nos recibió José Juan Cuño en el Círculo Recreativo Sanvicenteño, donde se celebró el acto, ya que el Ayuntamiento denegó la solicitud de hacerlo en el Museo del Corcho y propuso la Casa de la Cultura que lleva el nombre de Ángel Campos Pámpano, pero «una vez pasadas las elecciones». No me extraña ahora que Cuño aprovechase su introducción para expresar su asombro por la negativa de la autoridad municipal a un acto cultural, no político —dijo José Juan. No electoral, diría yo; porque un acto cultural siempre es político, o sea, ciudadano. Y tan cultural, tan ciudadano, tan político; como que allí nos reunimos unas decenas de familiares, amigos, paisanos y lectores de Ángel para entregar su premio a Joana Isabel Ventura Cortes, de Portalegre —en la imagen—, que habló en un español admirable y nos deleitó con una pincelada precisa sobre lo que para ella era la poesía de Ángel Campos Pámpano. Los componentes del jurado Paula Campos Fernández, Luis Leal, Ruy Ventura, Eva Romero, Luis Arroyo y Ana Bejarano, que ofició de presentadora del acto, Ángela Campos Fernández, y su madre Carmen, estuvimos en un acto que resultó especialmente distinto al de otros años. Lástima haber tenido que irnos tan pronto de «El Litri» —desde 1963, se lee en el salón de arriba, con suelo de corcho—, tan pronto. Llegamos a Cáceres a la una menos cuarto. Atravesamos la Sierra de San Pedro sin incidencias, casi sin tráfico. Y yo feliz por haber estado tan largo rato con Álvaro, con Javier Fernández de Molina —su cuadro como premio— y con Ángel, como en la foto que nos sacó anoche Israel Cuño. Y escribo ahora que ayer quise decir que todos recordamos cómo Ángel era capaz de concitarnos por cualquier motivo, normalmente literario. Gracias a él, yo fui a San Vicente por primera vez —quizá en 1998— para participar en un acto poético, y así conocer a algunos de sus amigos de la infancia, alguno de los cuales, como José Juan Cuño, se ha convertido en especialmente cercano, a pesar del gran amigo ausente —o, por mejor decir, gracias también a la ausencia del gran amigo. Ángel fue capaz de lograr un encuentro dificilísimo de realizar, por el que se fundó el periódico de revistas de poesía Hablar/Falar de Poesia, en Badajoz en diciembre de 1996. Por eso se me antoja que este Premio es una prolongación de ese sentir que se puede comprobar en un rasgo significativo en estas dos convocatorias. Es un premio que tiene y puede tener por el momento un jurado más numeroso que el conjunto de candidatos que se presentan. Esto hay que solucionarlo cuanto antes; pero lo cierto es que nuestro jurado es un cordón que nos une a Ángel. Su amigo Álvaro Valverde lo preside; y todos los que lo constituimos fuimos amigos, familiares o alumnos de Ángel, y estaremos siempre encantados sin condiciones de continuar leyendo jóvenes versos para recordarle y potenciar el certamen. Sus hijas Paula y Ángela, Luis Arroyo, Antonio y Luis Sáez, Luís Leal, Eva Romero, Elías Moro, Basilio Sánchez, Ana Bejarano, Ruy Ventura... La lista es ampliable, a Miguel Casado y Olvido, a José Antonio Zambrano, a Gonzalo Hidalgo Bayal, a António Cândido Franco, a Alejandrina Merino, a Fernando León, a Antonio Gómez, a Eduardo Achótegui, a Jacinto Haro, a Julián Guerra, a Manuel Vicente González..., sería interminable. Como inabarcable era el corazón de Ángel Campos Pámpano cuando bombeaba esa forma de amistad y de generar amistad. Doy fe.

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