Terminé de leer esta novela de Rafael Reig, Lo que no está escrito (Barcelona, Tusquets Editores, 2012), no hace mucho, aquí mismo; pero me acompañó durante unos días lejos de aquí y cerca del mar. La tengo asociada a unas coquinas. En fin, que me gustó. Sí, me ha gustado la novela de Reig. Se la regalé a Carmen sin saber que uno de los personajes principales, precisamente el personaje lector, se llama igual. Y no solo eso, sino que se identifica con las iniciales de C.M., las de C.M. Me gustó esa coincidencia y me imaginé a C. leyendo como C. la novela que Carlos —o sea, yo— le deja porque «Quiero que tú la leas». Fue uno de esos regalos que uno luego disfruta tanto o más que la persona regalada; como el que llega a la casa de un amigo con el presente de una botella del whisky preferido por el que lo regala. Y lo del whisky para esta novela de Reig viene pintiparado. Por cierto, este apunte es el primero —siento que tenga tan poco fuste— de otros que estoy montando sobre novelas... Sin intención de crear expectativas. Mi opinión sobre algunas novelas de lectura reciente; sobre el género, lo que uno, como lector, pide a esto que hoy sigue dando nombre a lo que escribe un novelista; pero también a lo que escribe un presentador de televisión, una cantante o una periodista de fama. Ay, qué tendrá la novela. Ay, lo que no está escrito.
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