Quizá sean las de Publio Hurtado, entre las colaboraciones literarias que se publicaron en la
Revista de Extremadura, las de mayor interés y calidad, aunque en aquellas páginas hubiese nombres como Carolina Coronado, José Mª Gabriel y Galán o Manuel Monterrey. Entre ellas, este curioso relato que es
El rizo negro. No, no es una novela. Es una narración de poco más de veinte páginas. Y yo creo que lo que "causó furor", como decía el
artículo al que me referí anteriormente, fue el hecho en el que al parecer está basada la pieza de Publio Hurtado; pero no el relato en sí mismo, que se publicó en 1903. El "erótico capricho", en palabras de P. Hurtado, de un importante señor de Cáceres, que se trajo a su morada, un castillo señorial a pocos kilómetros de la ciudad, a una guapa gitana de Sevilla, con la que supuestamente vivió hasta su muerte. Publio Hurtado sabe jugar con el lector en el preámbulo de su relato para que se pregunte qué hay de verdad y qué de leyenda en lo que cuenta. "Yo mismo no lo sé" —dice. A su personaje lo llama Antonio el
Manchao. "¿Era ese su verdadero nombre?... No nos importa. Para la sociedad pudiera tener otro: para la leyenda con aquél le basta." (pág. 27). A la gitana la nombra Rosario. La sociedad pondría sus nombres; Publio Hurtado puso éstos; y hoy todavía se habla de un protagonista real, el Marqués del Reino, y de un lugar conocido, el castillo de las Arguijuelas de Arriba. Lo puso por escrito hace poco
Sergio Lorenzo a propósito, entre otros asuntos, de la publicación de un estudio histórico sobre la villa de Torreorgaz (Cáceres).
El cuento de Publio Hurtado tiene mucho que destacar. Sabe conectar el origen del episodio con la mejor tradición literaria, desde la gitanilla de Cervantes a la Preciosilla de
Don Álvaro o la fuerza del sino, más cercana a Hurtado, más presente, a mi modo de ver. Ahí, en la taberna del tío Canillejas, es donde sorprende el escritor cacereño con eso de la "anacreóntica en acción", en donde mezcla "los olores a regüeldo de
peleón" con la sensualidad incitadora del retrato de la muchacha, la hija mayor del gitano Canillejas, disgustado por que la Rosario sólo tenga ojos —y rizos— para el Jeromo, "un gitanillo de veinte primaveras, alto, cenceño y de perfil estatuario".
Estoy queriendo a un chabá
y a mi padre no le gusta;
y yo digo que er queré
tiene lisensia asoluta.
El rizo negro del título es un elemento dramático que adorna el argumento amoroso. Publio Hurtado hace que se
emancipe de su
atadero, como
una espiral de ébano, y que se pose en el corazón del
chabá. Lo mejor es leerlo. Está publicado en el tomo V (1903) de la
Revista de Extremadura, del que
hay edición facsimilar publicada por Cicon Ediciones en 2003.
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