domingo, diciembre 07, 2025

La otra orilla

El pasado viernes 28 de noviembre acompañé a Beatriz Pulido Flores en la presentación de su libro La otra orilla (Badajoz, Fundación CB, 2025), una colección de textos en prosa sobre ruinas localizadas en Extremadura. No hubo mucha gente en el salón de actos de la Biblioteca Pública de Cáceres, que nuevamente acogía un acto literario de esta índole, en este caso, con poca asistencia, reducida a la familia y a algunos amigos. Una asistencia no sé si previsible para una persona nacida en Madrid, pero con una notable vinculación con Cáceres por ser nieta de Tomás Pulido y Pulido (1896-1978), a quien editó en 2022 en la colección Rescate de la Editora Regional de Extremadura: Beethoven (Sugestiones) Ensayo íntimo. Su amor por Extremadura y su historia es incuestionable, y La otra orilla es otra demostración de la vivencia de esta tierra por alguien que no vive en ella pero que tiene hondas raíces aquí. A todos los asistentes al acto del viernes se les entregó un ejemplar del libro presentado; y el gesto de generosidad implica un hecho que no es tan conveniente, pues ahí puede decirse que termina la distribución de un título editado sin ánimo de lucro y sin ni siquiera precio de venta al público. Confío en que pronto se agoten los ejemplares impresos y que se pueda hacer una segunda edición —por la Fundación Caja Badajoz o por otra entidad— con otras miras, pues merece la pena el texto y la idea —con muchas posibilidades para ser difundida como acompañamiento a un reportaje fotográfico de los lugares del libro a la manera de las revistas de gran difusión o con perfiles de divulgación turística. No es la intención de la escritura de La otra orilla, pero valdría. Porque la obra de Beatriz Pulido es algo más que un cuaderno de notas de viajera fascinada ante la contemplación de lugares históricos desamparados por el paso del tiempo y la mano del hombre. Es el testimonio de una experiencia casi de cronista. Desde el principio —desde el primer texto sin título que sirve de prólogo justificativo (págs. 9-12)— se aprecia la dimensión de periodista de Beatriz Pulido que entrevista a un ser vivo. Si no, cómo explicar que nos diga que hace diez años «viajaba por una vieja carretera que conduce de Olivenza a Elvas. […] En mitad de aquella angosta carretera, coronada por cigüeñales que reposaban en cada farola, a la derecha del camino (lo recuerdo como si fuera hoy) asomó como una aparición un puente rutilante y algo quejumbroso. Desde la calzada, juraría que escuché su lamento y su llamada. […] Jamás antes había escuchado el gimoteo de una piedra. Parecía como si le hubieran dado un bocado en mitad de su esqueleto y asomaba repleto de malas pintadas en sus costados. […] Me senté a su vera y dejé que fuera adquiriendo confianza. Poco a poco se abrió y me contó su historia. Lo único que hice fue dejar que se posara en mí.» (págs. 9-10). Estamos ante alguien que habla con las piedras, que incluso, al final, en un escenario como los Barruecos, en el momento del cierre de este libro conmovedor, nos dice: «Me vuelvo piedra y sangre y circulo bajo este suelo extremeño uniendo todos los mundos posibles, todos los tiempos, todas las ruinas.» (pág. 70). El mapa que dibujan los lugares visitados en el libro recorre toda la geografía extremeña, de norte (Hervás) a sur (Alconchel), de este (Puebla de Alcocer) a oeste (Ajuda o Zarza la Mayor). Invita el libro a recorrerlos, a tomar La otra orilla como una guía que nos lleve a esos parajes llenos de mágica desolación, que son: la Ermita de la Magdalena de Puebla de Alcocer (Badajoz), el Castillo de Portezuelo en Cáceres, el ya mencionado Puente Ajuda junto a Olivenza (Badajoz), el Jardín del Palacio Sotofermoso en Hervás (Cáceres), el Castillo de Peñafiel en Zarza la Mayor (Cáceres), el Pozo de la Iglesia de Santa Cruz de la Sierra (Cáceres), la Torre de Rocafrida o Floripes en Garrovillas de Alconétar (Cáceres), Zamarrillas (Cáceres), el Castillo de Hornachos (Badajoz), el Convento de la Luz en Alconchel (Badajoz), Talavera la Vieja (Cáceres), la Ermita de la Encarnación en Arroyo de San Serván (Badajoz) y el yacimiento del Turuñuelo en Guareña (Badajoz). Sin duda, son puntos de interés, pero el principal del libro es su intención literaria, visible en los muchos ecos que se explicitan en los epígrafes que encabezan algunos de los textos (Bécquer —el Bécquer de las estampas sobre lugares, claro—, Bashô, los Salmos, Paul Elouard, y el Génesis), en otras menciones y citas como las de Luis Cernuda, Rainer Maria Rilke, José Ángel Buesa, Pablo Neruda, Vizma Belševika, Fernando Pessoa o Juan Ramón Jiménez, y también en la rica tradición de literatura sobre ruinas que resuena en estas páginas, con nombres como Garcilaso, Rodrigo Caro, Quevedo, Lope..., algunos de los cuales están, por ejemplo, en el trozo sobre el jardín renacentista —lo que fue Sotofermoso— titulado «Naturaleza contenida» (págs. 27-30). La otra orilla es un libro poético y reflexivo —«Toda ruina habla más del observador que de cualquier otra cosa» (pág. 54)— que trasmite una serenidad pareja a la que acompaña a su autora en unos enclaves que el lector querrá revisitar animado por la escritura de Beatriz Pulido.  

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