«Un gran acontecimiento literario» se lee en la faja que acompaña esta edición de las «dos novelas anteriores a Tiempo de silencio que Luis Martín-Santos dejó terminadas e inéditas» —se añade. Forma parte, como volumen tercero, de las Obras completas (Galaxia Gutenberg, 2024) del escritor de Larache, dirigidas por Domingo Ródenas de Moya, y recoge El vientre hinchado y El Saco, en edición, prólogo y notas de Epicteto Díaz Navarro. En efecto, es un acontecimiento que, pasados los años, se exhumen textos desconocidos de tan extraordinaria importancia como para modificar la idea que teníamos de la trayectoria literaria de un escritor de esa talla. Dejo constancia de esta impresión en estas líneas después de leer estas dos obras. El vientre hinchado es una novela corta escrita en torno a 1950 y El Saco es de mayor extensión y está fechada en San Sebastián entre septiembre de 1954 y mayo de 1955. Aunque la primera fue presentada al premio Café Gijón, es probable que no la diese por definitiva el autor, así como pudo ocurrir con El Saco, del que Díaz Navarro aporta el testimonio de una carta de Martín-Santos a Juan Benet de febrero de 1955 en la que le habla de los avances de ese relato. El vientre hinchado es una narración de ambientación rural, que, sin duda, tiene en cuenta la tendencia tremendista de la década de los cuarenta, quizá para responderla con la muestra de la crudeza y del laconismo de tres seres innominados —el amo, el criado y la criada— con la rotunda intención de exponer la fuerza de un poder frente a los que no tienen otra salida que la sumisión y la obediencia, en un triángulo en el que la criada soporta su condición social, agravada por ser mujer. Otra expresión de las tensiones entre autoridad y sometimiento es El Saco, que narra la vida de los presidiarios en un penal gobernado por un Alcaide al que llaman así. La combinación de tres niveles narrativos representa el ejercicio formal de una novela realista y crítica que trasciende alegóricamente una trama de violencia estanca. Ambas novelas, leídas teniendo en cuenta el contexto social y literario en el que fueron escritas, son enormemente atractivas y enriquecen mucho la idea sobre un escritor asociado a un único gran título como Tiempo de silencio. Cómo ayuda a alejarse de esta idea este empeño editorial de Galaxia de publicar sus Obras completas y dar a conocer al gran público, por ejemplo, su narrativa breve en el primer volumen de la serie, con Condenada belleza del mundo, que recuerdo desde mi recién estrenada suscripción a la nueva etapa de El Urogallo de José Antonio Gabriel y Galán, que dio el relato en su primer número de mayo de 1986 como «Lo último que escribió Luis Martín-Santos». No me extraña que Andrea Toribio escribiese en una reseña de estas Obras completas en El País del primero de marzo de este año: «No miento si les digo que tengo los tres volúmenes completamente subrayados y repletos de comentarios ("ja, ja, ja", "qué es esto" o también el escrito muchas veces "qué barbaridad" con corazones al lado) […] (En fin, todo esto para decirles que no pienso prestar ni uno de los tres libros y que, en el caso de que alguno de ustedes y yo tengamos amistad, les conmino a que acudan a su librería de confianza o a la biblioteca más cercana)». Sin lugar a dudas, todo «un acontecimiento literario» esta edición de las obras completas de Martín-Santos, y especialmente de estas «Dos novelas inesperadas», que es como titula su estudio introductorio (págs. 7-28) Epicteto Díaz Navarro, quien no da muchos detalles del estado —en su mayor parte bueno— de los textos que han servido para su edición, que moderniza la ortografía y propone algunas correcciones «que en nada afectan a lo esencial de la narración» (pág. 27); pero que no disipa las posibles dudas —dada la circunstancia de estar ante unas versiones inéditas hasta ahora— sobre los lugares en los que se encuentra un caso de errata, barbarismo consciente o error: «todo el agua» (pág. 35); «—No puedo comprender al que ríe cuando hago una pregunta sería» (pág. 111); «Carita miró a López como pidiendo que le defendiera y que le explicará que él no había dicho nada» (pág. 160); «Bueno puede que fueran los mismos, pero no lo parecían» (pág. 169); «A mí dejarme con mi pus y mis algodones hidrófilos. Dejarme pasar mi tiempo a mi manera» (pág. 172); y o el más estridente de «la ofensa que se les ha infringido es adecuadamente vengada» (pág. 207).
miércoles, julio 23, 2025
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