No recordaba este hermoso poema de Ángel Campos Pámpano, solo publicado, que yo sepa, en un libro institucional que editó la Consejería de Obras Públicas y Transportes de la Junta de Extremadura en 1998 con el título de Construyendo futuro y bajo la coordinación de Luis Casero, autor de todas las fotografías. Deduzco fácilmente la fecha de publicación porque, tanto en el texto del presidente Rodríguez Ibarra como en el del consejero J. Javier Corominas que abren —inevitablemente— el volumen, se alude a los «quince años de autogobierno» y a los veinte de la Constitución Española; pero por ningún lado aparece la fecha y, para más inri, el Depósito Legal está mal, pues le faltan los últimos dígitos del año. El poema fue escrito por encargo de Luis Casero, que pidió a otros amigos, Carlos Lencero, Isidro Timón y Miguel Murillo, textos sobre el agua, la vivienda, y el transporte, respectivamente, que son, con los puentes, las secciones que se hermanaban con el tipo de infraestructura pública que, ad maiorem gloriam de la consejería, celebraban aquellas páginas. No recuerdo que Ángel me hablase de esta colaboración, y cuando preparó La vida de otro modo (Calambur Editorial, 2008), su poesía reunida, no se planteó recuperarlo, probablemente, por no haber estado integrado en ningún libro. La sobrecubierta de Construyendo futuro es una ilustración de Javier Fernández de Molina, quien tampoco aparece mencionado por ningún lado. Recupero el otro dibujo que del mismo autor llevó la trasera del forro. El libro, en fin, tiene descuidos y erratas, desde la página de créditos hasta los textos, incluido este poema, del que me he permitido corregir el «avesfrías» del segundo verso del cuarto tramo. Aunque el texto presenta rasgos muy reconocibles en la poesía de Ángel Campos, y el motivo del río y su paisaje de piedra resultan familiares, creo, como digo, que no se ha publicado desde entonces. Sí hay un eco posterior en uno de los tankas —el 10— de Por aprender del aire (2005), que reescribe el dístico final de «El puente»: «No haya reposo. / El vuelo es permanencia, / memoria ardida, // círculo calcinado, / canto, pasión de alas» (La vida de otro modo, pág. 392). Lo dejo aquí para el recuerdo y para el disfrute.
EL PUENTE
I
Un hombre que vive
la materia espesa
de los sueños,
caída ya la tarde,
sale de la ciudad.
Camina solo
hasta el puente
sin nadie.
Camina solo,
mineral,
ensombrecido.
Le es fácil deambular
a pie por sobre el agua.
II
Le sorprende el paisaje
de metal y de agua,
el placer de la piedra
alzada sobre el río.
Asomado al pretil,
prolonga con un gesto
la práctica mortal
de abandonarse
sin más a la corriente.
Cierra los ojos,
y el mundo sigue ahí
cuando los abre.
III
Con la mirada ciega, también libre,
que media entre dos mundos separados,
el hombre solo que aún sigue en silencio
sobre el pretil del puente
contempla ensimismado el horizonte.
En su mirada ciega, un círculo recuerda
el laberinto de un mandala:
hilos de colores se expanden
hasta el verdín de las piedras negras,
hasta la memoria de sangre
del agua vespertina.
IV
Tenue viento de pájaros:
avefrías,
garcillas,
cormoranes,
y en las márgenes
las manchas blancas de las fojas
junto a los tajamares,
aguas abajo...
El vuelo desde aquí es permanencia,
pasión de alas, ebriedad del salto.
© Herederas de Ángel Campos Pámpano
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