martes, octubre 18, 2022

Agustín Villar

© Diario HOY

Hoy se cumple el décimo aniversario de la muerte de Agustín Villar (1944-2012). No sé quién se acordará de esto fuera de su entorno familiar; aunque espero que alguien en el ámbito literario sí recuerde a Agustín y siga estimando lo que dejó en su escritura.  Creo que leí todo de él, desde Seducción de la bruma (1982), que significó algo distinto en aquellos años, hasta lo último. Todo, porque con posterioridad pude conocer obras anteriores, como Memoriales y futuros, de 1978, su primer libro poético publicado en Madrid en la colección Sala Editorial, antes de que comenzase a publicar aquí en Extremadura. Luego vino el resto de sus libros, en poesía y en narrativa, y la reunión de muchos de sus escritos de carácter aforístico y de memoria personal en su «mamotreto fragmentario», como denominó a Razón de mudo (Editora Regional de Extremadura, 2008). Cuando murió Agustín Villar dejé escrito que debería propiciarse un homenaje civil y literario en Cáceres. Diez años después, supongo que puedo decir que sigo solo en el empeño y que aquello no fue una reacción en caliente, pues estoy convencido de que debería hacerse. ¿Quién podría hacerlo? Quien sepa bandearse entre las envidias y rencores, las desconfianzas y las disputas que surjan sobre las propuestas que en recuerdo de lo que merece la pena se hagan por aquí. Mientras tanto, converso con Agustín a través de su obra. Puedo preguntarle, tantos años después, cómo se siente cuando escribe: «El poeta sabe y desea el poema como una embriaguez consciente. Pero esa embriaguez se produce en los momentos de la captación, del encuentro entre lo observado y lo sentido, la recreación a través de la palabra. Es, por tanto, un estado previo al poema, que una vez logrado se independiza»; o qué me puede decir de la muerte. Y no dudar sobre en qué lugar voy a encontrar su respuesta entre lo mucho escrito. Insisto, como si fuese una conversación. ¿Qué digo?, como la conversación que es volver a leer a quien estuvo y ya no está charlando frente a uno. Una conversación íntima, además, cuando se trata de releer unos folios que me confió porque quería que yo los tuviese. ¿Para qué? —me pregunto. Para mí —me digo. Espero la benevolencia de quien lea esto por haber recordado tan desmañadamente a un escritor tan cercano en el décimo aniversario de su muerte.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muchas gracias por tus emocionantes palabras sobre mi padre. Un abrazo.
B. V

Miguel A. Lama dijo...

Gracias, Belén. Un abrazo para tu madre y tus hermanas.