sábado, junio 18, 2022

Saramago

© Fundacão José Saramago

Hoy, en el año de su centenario, se cumplen doce de la muerte de José Saramago. El Premio Nobel portugués nació en la freguesia o pedanía Azinhaga en 1922 y murió en Tías, en la isla de Lanzarote, en junio de 2010. He vuelto esta mañana a las páginas de El año de la muerte de Ricardo Reis, porque me lleva a Fernando Pessoa y me vuelve a evocar a Ángel Campos Pámpano, que tradujo la poesía completa de Saramago (Alfaguara, 2005). Y aprovecho esta efeméride para difundir el Curso de Verano del Campus Yuste y de la Universidad de Extremadura, con el apoyo de siempre del Gabinete de Iniciativas Transfronterizas de la Junta de Extremadura, que homenajea así a su persona y a sus obras. Tendrá lugar en el Monasterio de Yuste entre los días 27 y 29 de junio de 2022 y, felizmente, en formato presencial. Aquí está la información. Con orgullo, la Fundación Academia Europea e Iberoamericana de Yuste recuerda que Saramago fue nombrado académico —ocupó el sillón Rembrandt— en junio de 1998, unos meses antes de que se le distinguiese como Premio Nobel. Pero quiero anotar que también siguió manteniendo con Extremadura una constante vinculación al aceptar la propuesta que le hizo la Junta extremeña de ser el presidente del jurado del Premio Extremadura a la Creación en su modalidad de Trayectoria Artística de Autor Iberoamericano desde su primera edición, cuando en 2000 se otorgó al insigne poeta Eugénio de Andrade, que poco después obtuvo el Premio Camões, la máxima distinción para un escritor en lengua portuguesa y que ya mereció José Saramago en 1995. El autor de La balsa de piedra estuvo en la presidencia de ese premio extremeño en las siguientes ediciones, las que premiaron a otros escritores como Ernesto Sábato (2002), Rafael Sánchez Ferlosio (2003), Juan Marsé (2004), Juan Goytisolo (2005), y Eduardo Lourenço, es decir, hasta mayo de 2006. En aquella su última rueda de prensa como presidente del jurado, celebrada en el actual Hotel NH Palacio de Oquendo de Cáceres, Saramago hizo una contundente propuesta para abrir más las candidaturas de los premios a Iberoamérica. En aquel entonces, tener al Premio Nobel todos los años en Extremadura se convirtió en algo habitual, y disfrutar de su conversación en público y en privado es una de esas preciadas experiencias que uno recordará siempre. Por todo ello, y por más, será un gusto estar en Yuste recordando a un gran hombre.

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