sábado, febrero 27, 2021

Centroeuropa (y III)


«Con el descubrimiento del cuerpo del primer soldado comenzó la historia, pero lo que deseo escribir no se entenderá bien a menos que retroceda unas horas y me remonte a mi angustiosa entrevista con el alcalde Altmayer. ¿O quizá debería ir más allá y recuperar los tristes días de Maguncia? Ruego al posible lector que perdone mis titubeos al exponer, pues estos recuerdos constituyen el primer texto largo que me he propuesto redactar, y el pasado es tan ancho, largo y profundo que escoger como punto de partida cualquiera de sus partes constituye, en cierta manera, una impostura. Nada empieza en un punto exacto. Nuestra vida no comienza del todo en nuestro nacimiento.» (pág. 11). No es el comienzo de la novela —que ya transcribí aquí abajo—; pero también está en su primera página, que me parece memorable. (Qué importancia tienen los principios de las novelas importantes). Desde ese momento hasta la última voluntad de quien nos habla durante todo el relato, el lector empatiza con esa voz y se convierte en uno más de la comunidad a la que llega el personaje y que lo acoge. No sé cómo se consigue eso, pero Vicente Luis Mora en Centroeuropa lo ha logrado. Puede ser por la elección de esa primera persona que, sin aparentes pretensiones, nos atrae de tal modo que lo único que deseamos desde las primeras líneas es que a Redo Hauptshammer le vaya todo bien en sus empeños. Simpatiza uno con quien cuenta y con quien contabiliza (págs. 171-181), pues esta novela, entre otras cosas, contiene el relato de un recuento, de una enumeración, de una numeración incluso, de una disposición de elementos en la que se basa su significado, como se pondrá de manifiesto en su final. Quiero decir que en el texto de Centroeuropa la noción de lo creciente es esencial para sostener su sentido. Por eso, con el descubrimiento del primer soldado comienza la historia, y no será el único. Claro. Yo, después de lo mucho leído y conocido, considero que la singular preocupación de Redo, y su tarea, es una transposición de lo que representa la dedicación del autor en su intención de construir un relato bien pensado, y que sugiere tanto. Intentar cavar primero y luego labrar un terreno como el que se afana en sacar de la página en blanco algo que acaba siendo tan impensado como provocativo para seguir en el afán de vivir. De escribir. Así, los personajes y las situaciones —nada pues, de novela histórica—, se ponen al servicio de expresar cómo una narración —creo que de ese modo ha venido siendo siempre en las novelas con vocación inconsciente de ser grandes— lo contiene todo, lo real y lo fantástico, como si cada uno de los personajes nos llevase a un lado o a otro, los que conforman la realidad fantástica de la lectura. Será esta una manera torpe de recomendar un libro así, que me ha incitado a conocer las casi mil quinientas páginas de Antes de la tormenta, de Theodor Fontane (Pre-Textos, 2017), en traducción de la germanista Helena Cortés Gabaudan, a quien va dedicada Centroeuropa. Y «Para Virginia», escribe Vicente Luis Mora antes de las citas —también una de Fontane— y de lo de «Varón, prusiano, soldado húsar y congelado». He disfrutado y he aprendido. Qué más se puede pedir.

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