He comido en «El Figón» con mi hermano Josemari y mi hijo Pedro. No celebrábamos más que estar juntos; y he recordado que hace muchos años cené allí con Luis Goytisolo la primera vez que él visitó Cáceres. Aquella noche de abril de 1986 estaba también el pintor Juan José Narbón (1929-2005), que formaba parte de la organización del ciclo de conferencias que la Junta extremeña programó aquí con autores como Juan Benet o Fernando Savater; y entre los dos recomendamos al escritor que probase el lagarto —que por aquel entonces aún figuraba en la extensa carta de este restaurante cacereño de toda la vida. Lo probó y no le desagradó. Y tanto, porque meses después escribió esto en El País: «¿Es una muestra de atraso comer filetes de lagarto? Es un hábito, al igual que comer ancas de rana o caracoles. Y, por desgracia para el lagarto, su carne es tan suculenta como la de las no menos simpáticas ranas». Se publicó en las páginas de opinión del diario un martes 12 de agosto de 1986, y allí hablaba de que solo conocía Coria y —«más pasajeramente»— Plasencia; y se afanó en elogiar las cualidades de este desasistido «lejano Oeste» que, tantos años después, sigue adoleciendo de los mismos encantos. Lo de que el revisor, en un momento dado del viaje, le dijera a Goytisolo que no se preocupase, que llevaban unos minutos de adelanto, y que podía bajarse a tomar un café porque el bar del tren estaba cerrado, es antológico. Y lo de «sin prisas, que yo le espero» es, cuando menos, encantador. Por cierto, en el texto de Goytisolo hay un «emprendedor empresario» que será muy del gusto de los estudiosos del cambio semántico y de la pragmática lingüística. Hemos comido bien, como siempre.
jueves, julio 27, 2017
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