Hace ya por los menos cinco cursos me llevé a clase del Máster de Secundaria un recorte de El País con un artículo titulado «El género no marcado», de Pedro Álvarez de Miranda, en el que intentaba desdramatizar en la polvareda que se levantó después del ponderado informe de la RAE elaborado por Ignacio Bosque sobre sexismo lingüístico y visibilidad de la mujer tras el análisis de varias guías de lenguaje no sexista. En aquella aula en graderío había, como siempre, mayoría de mujeres, y todos los presentes se mostraron concordantes con la idea de que no podemos hablar y escribir haciendo siempre explícita la relación entre género y sexo. Del mismo modo, asintieron cuando llegué a este fragmento del artículo de Álvarez de Miranda: «Desdramaticemos las cosas. No es el masculino el único elemento no marcado del sistema gramatical. Igual que en español hay dos géneros (en otras lenguas hay más, o hay solo uno), hay también dos números, singular y plural (en otras hay más, o solo uno), y el singular es el número no marcado frente al plural. Así, del mismo modo que el masculino puede asumir la representación del femenino, el singular puede asumir la del plural. El enemigo significa, en realidad, 'los enemigos'. Sumando ambas posibilidades de representación puedo decir que el perro es el mejor amigo del hombre para significar, en realidad, esto: 'los perros y las perras son los mejores amigos y las mejores amigas de los hombres y las mujeres'. ¿Se entiende ahora un poquito mejor en qué consiste el mentado principio de economía?». Aquel artículo es ahora, de cuarenta y cinco, la decimoctava instantánea «sobre la vida privada de las palabras» —así las llama Manuel Seco en el prólogo— de este libro, Más que palabras (Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2016), de Pedro Álvarez de Miranda, a quien siempre cito como ejemplo —también— de sabio académico de espíritu lingüístico tolerante por decir que «El error de hoy puede ser la norma de mañana». Es uno de esos libros que uno puede recomendar con la certeza de que gustará a todos los que tienen conciencia de la importancia de la lengua; no solo a los especialistas ni a los profesores. A todos. Gustará por la intención y el interés de lo que contiene; pero también por cómo muestra el carácter de su autor, su honestidad intelectual y buen gesto, como el que ocupa «Una errata funesta», una pieza en la que Álvarez de Miranda recuerda una consigna («lidiando con textos, mejor no te fíes ni de tu sombra») para confesar esa sensación de desaliento ante el quehacer de un filólogo cuando se nos escapan erratas y datos. Pero Más que palabras es, sobre todo, una brillante y amena compilación de colaboraciones de su autor en ese rincón diario que es la revista Rinconete del Centro Virtual Cervantes, en la que Pedro Álvarez de Miranda empezó a publicar en octubre de 2009 con el texto «Absolución», que es el que abre este volumen y que es toda una declaración de un experto que prefiere la elección a la imposición en las cosas del idioma.
No hay comentarios:
Publicar un comentario