© Vicens Giménez
Hace ya dos veranos recordé aquí a Vázquez Montalbán. Vino en 1997 a las aulas literarias y la lectura de la mañana la hizo en el antiguo teatrillo de la Facultad, abarrotado. Conservo las notas en las que me apoyé para presentarlo con un amplificador portátil con micrófono. Con aquel tal Vázquez uno podía imaginarse recorriendo los pasillos de una universidad española o extranjera e irse parando frente a la puerta de un aula, pegar la oreja y escuchar, por ejemplo, en una clase de literatura, que el profesor hablase de los novísimos y citase A la sombra de las muchachas sin flor; seguir un poco más adelante y detenerse delante del aula en la que explicaran historia contemporánea a partir de la Crónica sentimental de la transición que publicó Vázquez Montalbán en el diario El País en 1985; y más allá otro profesor de literatura que hablase de la novela negra en España y del mismo Vázquez que ocupara la clase que en otro piso se impartiese sobre la historia de la prensa española en el último tercio del siglo XX. Por eso, aquella alargada e inclinada aula de los bajos del edificio Valhondo estaba llena de estudiantes de Bachillerato y de varias Filologías, de Historia, de Humanidades... Por la noche, como ya dije, leyó poemas de su libro Ciudad (Madrid, Visor, 1997). Al día siguiente tenía que participar en el Día del Bibliófilo que organizaba la UBEx, y esa misma noche —si no estoy equivocado— se lo llevó Matilde Muro a Trujillo, en donde me lo encontré a la mañana siguiente, saliendo del Parador muy poco después de aparcar mi coche en sus inmediaciones. Nos saludamos felices por la coincidencia. Caminábamos hacia el Convento de La Coria, sede de la Fundación Xavier de Salas, y, al pasar a la altura de las traseras de la estatua ecuestre de Pizarro, vimos en las escalinatas de la plaza a un nutrido grupo de jóvenes tocando bongós en un festival de músicas del mundo. «¿Qué estará pensando ahora Pizarro de nosotros, que vamos a una reunión de bibliófilos, y de estos chavales solidarios?»— recuerdo, más o menos, que me dijo. Y lo recuerdo porque esa frase fue la que engendró la columna que Vázquez Montalbán escribió para el lunes 17 de marzo de ese año. Y recordé lo que un día me dijo Juan José Millás sobre un Manolo Vázquez Montalbán que se levantaba de la mesa un momento para ir al baño y que cuando volvía ya había escrito una columna.
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