Me regalan muchos (*) libros. Me envían los autores sus obras; y también las editoriales, por indicación del autor, me hacen llegar novedades estupendas que muchas veces he reseñado aquí. Cuando voy a una presentación de un libro agradezco enormemente que quien lo ha escrito me salude poniéndome en las manos un ejemplar —dedicado casi siempre. Mal negocio para los autores. Decía mi amigo Ángel Campos Pámpano que, en la división en la que jugamos, si los amigos no compran nuestros libros, a ver quién va a comprarlos. Por eso, me gusta llevarme la mano al bolsillo para contribuir con el autor, con el librero y, lo menos posible, con el distribuidor, que es el que se lleva la mejor parte. Eso sí, en la división en la que jugamos, el distribuidor no existe. Alguien lo evita para traernos los libros a casa. (*) He dudado si escribir «muchos» porque serán inevitables los términos de comparación. Muchos para mí son tres al mes, lo que hace un total de treinta y seis al año. Es posible que sean más. O menos. Pero conozco a amigos que deben de recibir tres veces más que eso. Quizá me quede corto. En fin, prefiero no pensar en ello; porque no me aporta buenas sensaciones.
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