Empecé a escribir estas líneas el miércoles, muy poco después de enterarme por Carlos Medrano de la muerte el pasado lunes 16 del poeta Juan Luis Panero (Madrid, 1942). Recordé de inmediato la primera y la única vez que le vi, que fue en Badajoz, cuando acudió al Aula de poesía «Díez-Canedo» en abril de 2000; y la comida con él y con Ángel Campos Pámpano en el hotel Zurbarán, y de la que ya sólo quedo yo para contarlo. Tenía en aquel entonces cincuenta y ocho años bien vividos, y sufridos por una reciente intervención quirúrgica, y me pareció más alto de lo que siempre había creído —por la imagen, no sé por qué, que tenía de la película de Chávarri, El desencanto, en la que aparece medio repantingado en una silla y con una pelliza sobre los hombros. Hay un poema de su último libro, Enigmas y despedidas (1999), que se titula «Dialogar con la muerte» y al que yo asocié la conversación que tuvimos, porque había un hospital, una cama, un blanco techo, y, al fondo, la muerte del poeta cubano Gastón Baquero. Recuerdo también que me habló Panero de Javier Rodríguez Marcos —que ayer, precisamente, firmaba la necrología de El País—, a quien —me dijo—conoció en uno de los cursos de verano de El Escorial y del que guardaba un recuerdo muy grato por una carta que recibió del escritor cacereño. «Después de sucios tratos y mentiras / de gestos a destiempo y de palabras / —irreales palabras ilusorias—, / sólo un testamento de ceniza / que el viento mueve, esparce y desordena». Así termina el último poema, «La memoria y la muerte», de ese libro trufado por una conciencia finalista sin fatalidad. Hizo en Badajoz una lectura breve pero intensa. Allí estaban Eduardo Achótegui, Elías Moro, y otros muchos amigos como Luis Sáez, Irene Sánchez Carrón, Luis Arroyo o Carmen Araya. Ahora me doy cuenta de que los versos que he copiado arriba son igualmente los que cierran su libro de memorias, aparecido casi al tiempo de aquella lectura en Badajoz, titulado Sin rumbo cierto (2000) como «memorias conversadas» con Fernando Valls, que también ayer nos dejaba su testimonio de un Juan Luis Panero que quiso decir de ese poema, «La memoria y la muerte», de su título y de su tema, que «explican bastante bien mi visión de la vida, la memoria, las palabras y el conocido final de la función».
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