viernes, agosto 31, 2012

Laura Wittner en La Biblioteca de Gulliver

Aparte el entusiasmo y la calidad —cambiante pero nunca desmayada— de los títulos editados en la colección La Biblioteca de Gulliver de Ediciones Liliputienses, hay dos rasgos destacables en ella. El primero es la relación nominal de su catálogo, compuesta por algunos autores que un lector medio español encuentra por primera vez. Hablo por mí en los casos de Gladys González, Emilio J. Lafferranderie, Maurizio Medo, Frank Báez o Marcela Parra, entre otros. Además, hay que añadir sobre esta nómina que es de procedencia latinoamericana, en su gran mayoría, salvo solo tres casos, si no he contado mal: los dos cacereños José Antonio Llera y David Eloy Rodríguez, y el ubetense Manuel del Barrio. El segundo rasgo no está tan generalizado en la colección; pero sí que está vinculado al primero. Se trata del criterio editorial de publicar muestras panorámicas de la producción de algunos de estos autores. Ya lo dije aquí a propósito de El ocre de la tierra, de Rocío Cerón: la efectividad del rasgo antológico en un lector que se enfrenta por primera vez a los textos del poeta. Pasó también —aunque no me lo puedo aplicar— con la entrega de José Antonio Llera, que ofreció además algunos poemas de un libro inédito, Transporte de animales vivos;  y pasa ahora con la antología propuesta por Laura Wittner (Buenos Aires, 1967), una autora con media docena de libros publicados desde 1996, todos fuera de España. Se titula Por qué insistimos con los viajes, que es el título de uno de los poemas de su último libro, Balbuceos en una misma dirección (Buenos Aires, Gog y Magog, 2011), y uno de los poemas que mejor pueden representar la poética de realismo dinámico de Laura Wittner, con la expresión siempre de las coordenadas de espacio y tiempo en la mayor parte de sus poemas. La noción de viaje, de desplazamiento, contiene la reflexión sobre todo lo visible, como una constante que ya estaba en su primer libro, Los pasillos del tren (1996), que luego está en Las últimas mudanzas (2001), en donde se suceden lugares, e incluso medios de transporte como el subte, desde donde lo que se observa es llevado al poema de una manera cruda, irónica, real, e incluso contestataria a ciertas etiquetaciones (“Respondiendo a Carver diez años después”: “El cuerpo no pesa lo suficiente sobre el colchón / y el deseo de dormir se diluye / en el deseo de todo. Este hartazgo / no se puede glosar. / Ni siquiera es hartazgo.” […]). Estimulante, sin embargo, esta voz-testigo de la rareza del mundo.

4 comentarios:

Arthur dijo...

Laura Wittner no está mal, pero el problema que veo yo es ¿qué criterios utiliza Cumbreño para su Biblioteca? Me temo que el de que sean amigos de Cumbreño o amigos de sus amigos. No hay ninguna reflexión estética, ninguna propuesta clara detrás de todo ello. Sus iniciativas se resienten de su despreocupación teórica (¿cuándo ha escrito una reflexión sobre su poesía o la de otros mínimamente fundamentada?), la poesía no debe basarse en personalismos ni en cuestiones de ego.

José María Cumbreño dijo...

Estimado Arthur:
Le ruego, por favor, que no me adjudique defectos o vicios que no tengo. Lo de acusarme de publicar a mis amigos es sencillamente falso. A la mayoría de los autores liliputienses no los he visto nunca. Y, cuando he conocido a alguno de ellos, dicho trato se ha producido después de leerlos y de expresarles mi admiración por su literatura. Por otro lado, le ruego que se tranquilice, ya que mis ediciones no llegan ni a modestas y, en cualquier caso, el dinero para pagarlas sale todo de mi bolsillo. Hasta ahí llega mi ego. En cuanto a lo de mi presunta despreocupación teórica y falta de propuesta clara, desde luego quien conoce el catálogo liliputiense podrá encontrar poetas que le interesen más o menos, pero en ningún caso se trata de autores al uso: todos ellos poseen una voz personal y su literatura está llena de riesgo.

Arthur dijo...

"Una voz personal", literatura "llena de riesgo", me parece demasiado vago. Reconozco el coraje de sacar adelante algo así pagándolo de su bolsillo, pero una colección o una editorial se ganan el reconocimiento cuando tienen una dirección clara, y por lo que yo veo ésta es más que zigzagueante y heterogénea.

Javier Castro dijo...

Arthur no creo que la literatura ni mucho menos la poesía sean autovías que lleven a una dirección en un mapa. Son caminos como tú mismo dices zigzagueantes y cada uno se pierde en una dirección. (La poesía si no es cosa de personalismo y ego y de sendas solitarias no sé qué cosa sea...) Me parece muy injusta tu crítica a una editorial que -a diferencia de muchas cosas que se hacen con dinero público- se mantiene con la generosidad, el entusiasmo y el dinero de una persona.